"El blog del Inquisidor" - читать интересную книгу автора (Silva Lorenzo)18 de noviembreEl shakiralamejor dice: juer k rallada, kien sera este inkisidor y k labra pasao pa estar tan colgao * Por mi parte, la lectura me causaba una sensación compleja y contradictoria. El texto me parecía bastante desasosegante, su protagonista y narrador era cualquier cosa menos simpático y el sentido que parecía entresacarse de su relato no podía ser más descorazonador. Dicen que la religión católica es una de las más ventajosas porque admite el perdón casi ilimitado de los pecados, pero este supuesto ministro de dicha religión, aun mencionando de pasada el concepto, parecía al contrario participar de una visión de la culpa como algo imposible de extirpar y que condenaba para siempre al sujeto: al clérigo al que torturaba en el tercer capítulo, con tan escasa piedad, y a sí mismo, como responsable de no se sabía qué espantosas e irremediables infracciones. Si eso era todo lo que quería decir, no lo entendía muy bien, y menos teniendo en cuenta la declaración de intenciones que dejaba hecha en la presentación del blog. Algo sí me gustaba de él: su sinceridad, incluso cuando llegaba al extremo de la crudeza. Provengo de una cultura que estimula poderosamente la hipocresía, pero mi convivencia con los españoles me ha hecho cambiar mi antigua idea de que la costumbre de encubrir los verdaderos sentimientos era peculiar de mi lugar de origen: es una tendencia universal, y quienes parecen más abiertos y expresivos son a veces quienes más puntualmente la siguen. Por eso he aprendido a valorar por encima de otras muchas cosas la verdad, aunque desagrade, y en el discurso del Inquisidor todo se mostraba de frente, sin dobleces ni afeites. No pretendía caer bien al lector, no pretendía ser justo, ni siquiera pretendía tener una disculpa. Sólo se legitimaba ante el mundo con la fuerza de su decisión y de su creencia, sin tratar de postularlas como válidas más que para sí. Deduje, tras releer una y otra vez sus palabras, que lo que allí estaba escrito no hablaba en absoluto de lo que parecía, sino de algo bien distinto. A través de aquellos tres personajes, y de su tenso coloquio en tan ásperas circunstancias, el autor mostraba sus propias mordeduras personales, y la elección de aquel contexto revelaba una actitud ante la vida y ante la propia biografía cualquier cosa menos complaciente. En todo caso, me preguntaba por qué había querido expresarse de una forma tan rebuscada y tan hermética, o al revés, para qué exponía a todos aquella narración tan poco común. ¿Buscaba a alguien que compartiera sus claves y pudiera descifrarla? ¿Y por qué había fallado a su cita y llevaba ya dos semanas sin actualizar el blog? ¿Me encontraba, acaso, ante una tarea emprendida y abandonada por no haber respondido a las expectativas con que se inició? Quería saber cómo seguía la historia del inquisidor y de los procesados, si es que continuaba más allá, porque el punto en el que la había dejado no abría muchas perspectivas. ¿Era en la continuación donde se hallaría, quizá, un sentido más coherente con los propósitos inaugurales del blog? Y si él ya no escribía nada más, ¿tenía yo alguna manera de averiguar lo que sucedía después? Esta última pregunta me surgió al ver cómo estaba contada la historia: refiriendo detalles muy precisos, que a menudo se daban por sobreentendidos. Eso sugería que podía estar inspirada en un suceso real. Vagamente me recordaba algo que había leído años atrás, cuando preparaba mi tesis. Me puse a rastrear por la Red y, gracias a Google, muy pronto di en el blanco. Mañana lo cuento. |
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