"El conserje" - читать интересную книгу автора (Pinter Harold)ACTO PRIMERO Aston.-Siéntese. Davies.-Gracias. Aston.-Un momento. (Aston Davies.-¿Siéntese? Ja… No me he sentado desde… Aquello que se dice sentarse, desde…, bueno; ya ni me acuerdo. Aston.- Davies.-Allí, donde trabajaba, tenía diez minutos, a media noche, para tomar el té, y no podía encontrar ninguna silla, ni una. Ellos, los griegos, los polacos, esos sí las tenían…; los griegos, los negros, todos ellos, todos los extranjeros, las tenían acaparadas. Y a mí me tenían para trabajar…, para trabajar a mí… (Aston Aston.-Tome asiento. Davies.-Sí, pero antes lo que debo hacer, ¿sabe?, lo que debo hacer es calmarme un poco…, ¿comprende? Hubiesen acabado conmigo allá abajo. (Davies Aston.-¿Quiere usted liarse uno de estos? Davies.- Aston.- Davies.-Es usted muy amable, señor. Solo un poco para llenar mi pipa y basta. Aston.-Yo la guardo. Davies.- Aston.-He visto que la emprendía con usted. Davies.-¿Emprenderla conmigo? Más que eso. Puerco asqueroso, un viejo como yo, que se ha codeado con lo mejorcito. Aston.-Sí, he visto que la emprendía con usted. Davies.-Todos ellos son una pandilla de harapientos, compadre, con modales de pocilga. He andado muchos años por esos caminos de Dios, pero yo le aseguro que soy un hombre limpio. Me cuido. Por eso abandoné a mi mujer. Quince días después de casados, no, ni siquiera los hacía; a la semana de casados, levanté la tapa de una olla, ¿y sabe usted lo que había dentro? Un montón de su ropa interior, sin lavar. Era la olla de las verduras. La olla de la verdura. Por eso la dejé y no he vuelto a verla desde entonces. (Davies Aston.-Solo vi el final. Davies.-Se me acerca, me pone delante un cubo de basura y me dice que lo eche fuera, en la parte de atrás. ¡Yo no estoy para sacar basura! Tienen un chico para eso. No me contrataron para sacar la basura. Lo mío es limpiar los suelos, quitar las mesas, fregar alguna que otra vez los cacharros de la cocina… y no sacar la basura. ¡A mí qué me cuentan! Aston.-¡Ah!… Davies.- Aston.-¿Qué era? ¿Griego? Davies.-No, no, escocés. Un escocés. (Aston Aston.-Sí. Davies.-Le he dicho dónde debía meterse el cubo. ¿No? Usted lo ha oído. «Mira-le he dicho-, soy un viejo -he dicho-; cuando era joven teníamos alguna idea de cómo tratar a los viejos, con respeto; nos educaron como es debido; si tuviera unos cuantos años menos te…, te partiría la cara.» Fue cuando el dueño me dijo que me diera el piro. «Metes demasiada bulla», me dijo. ¡Yo, bulla! «Mire usted-le dije-, yo tengo mis derechos.» Se lo he dicho. Aunque haya sido un vagabundo, nadie tiene más derechos que yo. «Vamos a jugar limpio», le he dicho; pero no ha habido tu tía; me ha dicho que me diera el piro. Aston.-Me dejaré caer por allí algún día y lo recogeré todo. (Aston Davies.-De todas maneras, le estoy agradecido por haberme dejado…, por haberme dejado descansar un poquito, eso es…, unos minutos. Aston.-Sí. Davies.-Tiene usted una buena cantidad de cosas, ¿eh? Aston.-Sí. Davies.-Debe de valer sus buenos chelines esto…, todo junto. Aston.-Hay una buena cantidad de cosas, sí, señor. Davies.-¿Duerme usted aquí? Aston.-Sí. Davies.-¿Dónde? ¿Ahí? Aston.-Sí. Davies.-Estará usted bien resguardado de las corrientes aquí, ya lo creo. Aston.-No, no hace mucho viento. Davies.-Debe de estar bien resguardado. Otra cosa es cuando hay que dormir al relente. Aston.-Claro. Davies.-Nada más que viento en el relente. Aston.-Sí, cuando el viento se levanta… Davies.-Sí… Aston.-¡Hummmm!… Davies.-Corrientes por todas partes. Aston.-¡Ah! Davies.-Yo soy muy sensible a las corrientes. Aston.-¿De veras? Davies.-Lo he sido siempre. Aston.-¿Dónde? Davies.-Quiero decir ahí, en el rellano…, en el rellano ese… Aston.-Están inservibles. Davies.-No me diga. Aston.-Hay que hacer muchas cosas en ellos. Davies.-Y abajo, ¿qué? Aston.-Eso está condenado. Hay que mirarlo… Los suelos… Davies.-Tuve suerte que entrara usted en aquel café. A estas horas aquel cabrito de escocés ya habría dado cuenta de mí. Más de una vez se me ha dejado por muerto. Aston.-¿Qué? Davies.- Aston.-Sí. En toda la calle vive gente. Davies.-Sí. Al venir noté que las cortinas de la casa de al lado estaban corridas. Aston.-Son los vecinos. Davies.-Entonces esta casa es de usted, ¿no? Aston.-La tengo a mi cargo. Davies.-Es usted el propietario, ¿no? Aston.-Ahí vive una familia de indios. Davies.-¿Negros? Aston.-Apenas los veo. Davies.-Conque negros, ¿eh? Aston.-¿Zapatos? (Aston Davies.-Esos cabritos del convento me han dejado en la estacada otra vez. Aston.- Davies.-Allá abajo, en Luton. El convento de Luton… Tengo un compadre en Shepherd's Bush, sabe usted… Aston.- Davies.-Tengo un compadre en Shepherd's Bush. En los urinarios. Bueno, estaba en los urinarios. Estaba encargado de los mejores urinarios del distrito. Aston.- Davies.-Ahora ya no está. Se marchó. Fue el que me llevó al convento. Exactamente al otro lado de Luton. Había oído decir que daban zapatos. Aston.-Tiene usted que tener un buen par de zapatos. Davies.-¿Zapatos, dice? Cuestión de vida o muerte para mí. Tuve que ir todo el camino hasta Luton con estos que llevo. Aston.-¿Qué pasó, pues, cuando llegó allí? Davies.-En Acton conocí una vez a un zapatero. Era un buen compadre. Aston.-¿Qué? Davies.-¿Tiene usted más negros por los alrededores? Aston.- Davies.-¿Sabe lo que me dijo aquel cabrito de fraile? Aston.-¿Usted cree? Davies.-No, no parece que sean de mi medida. Aston.-Ya irán cediendo. Davies.-No puedo soportar los zapatos que no me sientan bien. No hay nada peor. Le dije a aquel fraile: «¡Eh!, oiga-le dije-, oiga usted, señor-abrió la puerta, una puerta grande, la abrió y…-, oiga usted, señor-le dije-, he venido todo el camino hasta aquí, mire-le dije, y le enseñé estos; le dije-, no tiene usted un par de zapatos, ¿no?, un par de zapatos-dije-, sólo para poder seguir andando. Mire estos, están casi liquidados-le dije-; ya no me sirven para nada. He oído decir que ustedes tienen aquí una partida de zapatos.» «Váyase a hacer puñetas», me dijo. «¡Eh!, oiga, oiga-le dije-, que soy un viejo; no tiene derecho a hablarme así; no me importa quien sea usted.» «Si no se va usted a hacer puñetas-me dijo-, le voy a dar de patadas hasta la puerta.» «¡Eh!, oiga, oiga-le dije-, un momento; todo lo que le pido es un par de zapatos; no sé por qué ha de tomarse libertades conmigo; me ha costado tres días venir hasta aquí-le dije-, tres días sin probar bocado, y me parece que tengo derecho a comer algo, ¿no?» «A la vuelta de la esquina están las cocinas-me dijo-, ahí a la vuelta; y cuando le hayan dado la comida, largo de aquí, a hacer puñetas.» Fui a la cocina, ¿sabe usted? ¡Menuda comida me dieron! Un pájaro, puede usted creerme, un pajarillo chiquitín podía habérselo comido en menos de dos minutos. «Hala-me dijeron-, ya le hemos dado su comida; conque largo de aquí.» «¿Comida?-dije-. ¿Quién cree que soy? ¿Un perro? ¿Nada más que un perro? ¿Quién cree que soy? ¿Una alimaña? Y qué hay de los zapatos que he venido a buscar desde tan lejos, que me han dicho que ustedes daban, ¿eh? Lo que voy a hacer es denunciarles a la madre superiora.» Uno de ellos, un gamberro irlandés, vino derecho hacia mí. Me di el bote. Atajé hacia Watford y allí pesqué un par. En la North Circular, apenas pasado Hendon, se me cayeron las suelas mientras iba andando. Menos mal que me había llevado envueltos los viejos, que si no, allí termino, muchacho. Así es que he tenido que seguir con estos, ¿sabe usted?, pero están acabados, no sirven para nada; todo lo bueno que tenían, ya nada. Aston.-Pruébese estos. (Davies Davies.-No están mal este par de zapatos. Aston.-Estupendo. Davies.-Pero no me sientan bien. Aston.-¿No? Davies.-No. Yo tengo un pie muy ancho. Aston.-¡Hummmm!… Davies.-Estos son demasiado puntiagudos, ¿sabe usted? Aston.-¡Ah! Davies.-Me dejarían tullido en una semana. Quiero decir, los que llevo no son buenos, pero al menos son confortables. No son de buen ver, pero lo que quiero decir es que no me hacen daño. Aston.-Voy a ver si puedo encontrar algo para usted. Davies.-Santa palabra. Así no puedo seguir. No puedo ir de un sitio a otro. Y yo he de estar siempre en movimiento, ¿sabe usted?, a ver si encuentro algo. Aston.-¿Adónde va a ir? Davies.-¡Oh!, tengo pensadas dos o tres cosas. Espero que aclare el tiempo. Aston.- Davies.-¿Aquí? Aston.-Puede usted dormir aquí, si quiere. Davies.-¿Aquí? ¡Oh!, pues no sé qué decirle. Aston.-Hasta que… encuentre algo definitivo. Davies.- Aston.-Hasta que salga de apuros. Davies.-¡Oh!, ya me las compondré… Y bien pronto, ahora… Aston.-Aquí. Los otros cuartos no… estarían bien para usted. Davies.- Aston. Davies.-¡Oh!, ya veo. Vaya, pues ya ve, de perilla. Vaya… ¿Sabe qué? Podría quedarme… sólo hasta que salga de apuros. Tiene usted aquí muebles de sobra. Aston.-Sí, unos cuantos. Solo están aquí de momento. Pensé que podrían venir bien. Davies.-Esta cocina de gas funciona, ¿no? Aston.-No. Davies.-¿Qué hace usted para una taza de té? Aston.-Nada. Davies.-Hombre… Aston.-Quizá un cobertizo en la parte de atrás. Davies.-Conque carpintero, ¿eh? Aston.-Eche una mirada. (Aston Davies.-Un poco espeso, ¿eh? Aston.-Demasiado crecido. Davies.-¿Qué es eso? ¿Un estanque? Aston.-Sí. Davies.-¿Qué tiene usted ahí? ¿Peces? Aston.-No, ahí no hay nada. Davies.-¿Dónde va a poner el cobertizo? Aston.- Davies.-Necesitará un tractor, muchacho. Aston.-Ya me las arreglaré. Davies.-Conque carpintería, ¿eh? Aston.- Davies.-¿Qué es esto? Aston.- Davies.-No me diga. Aston.-Sí. Me gusta mucho. La compré en…, en una tienda. Me pareció bonita. No sé por qué. ¿Qué opina usted de estos budas? Davies.-¡Oh!, están…, están muy bien, ¿no le parece? Aston.-Sí. A mí me alegró poder conseguir este. Está muy bien hecho. (Davies Davies.-Es esta la cama, ¿no? Aston.-Todo esto lo sacaremos de aquí. Davies.- Aston.-Yo creo que también cabrá ahí debajo. Davies.-Le echo una mano. Aston.-Ahí debajo. Davies.-¿No la utiliza nunca entonces? Aston.-No. Voy a ver si me la quito de encima. Ahí. Davies.- Aston.-¿Qué? Davies.-Quiero decir que no comparte usted el wáter con esos negros. ¿O sí? Aston.-Viven ahí al lado. Davies.-No vienen aquí, ¿eh? (Aston Aston.-¿Ve usted una maleta azul? Davies.-¿Maleta azul? Ahí debajo. Mire. Junto a la alfombra. (Aston Aston.-La manta tiene un poco de polvo. Davies.-No se preocupe por eso. (Aston Aston.-¿Cómo está usted de dinero? Davies.-¡Ah!, bueno, pues… Pues, mire usted, si quiere que le diga la verdad… Un poco escaso. (Aston Aston.-Ahí tiene unas leandras. Davies.- Aston.-El otro día fui a una cervecería. Pedí una Guinness. Me la dieron en un «bok» grueso. Me senté, pero no pude bebería. No puedo beber la Guinness en un «bok» grueso. Solo me gusta en un vaso delgado. Tomé unos sorbos, pero no pude terminarla. (Aston Davies.-¡Si al menos aclarara el tiempo! ¡Podría ir a Sidcup! Aston.-¿Sidcup? Davies.-Hace un tiempo tan asqueroso… ¿Cómo voy a ir a Sidcup con estos zapatos? Aston.-¿Por qué quiere ir a Sidcup? Davies.-Mis papeles están allí. Aston.-Sus ¿qué? Davies.-Mis papeles están allí. Aston.-¿Qué hacen sus papeles en Sidcup? Davies.-Un compadre los tiene. Se los dejé a él. ¿No se da cuenta? ¡Prueban quién soy yo! No puedo dar un paso sin ellos. Le dicen quién soy yo. ¿Se da cuenta? Estoy pegado sin ellos. Aston.-¿Por qué? Davies.-Pues verá usted, verá usted: ¡cambio de nombre! Hace años. ¡He estado andando por ahí con un nombre supuesto! Este no es mi nombre verdadero. Aston.-¿Cuál es su nombre supuesto? Davies.-Jenkins. Bernard Jenkins. Ese es mi nombre. Es el nombre por el que se me conoce, al menos. Pero no me sirve de nada seguir utilizando ese nombre. No tengo derechos. Aquí tengo una cédula de seguros. Aston.-Debían haberle puesto los sellos. Davies.-No habría servido de nada. ¿Para qué? Si este no es mi nombre verdadero. Si les llevo la cédula me echan mano. Aston.-Entonces, ¿cuál es su nombre verdadero? Davies.-Davies. Mac Davies. Eso era antes que cambiara mi nombre. Aston.-Parece como si quisiera usted arreglar todo esto. Davies.-¡Si al menos pudiera ir a Sidcup! He estado esperando que aclarara el tiempo. Tiene todos mis papeles ese compadre a quien se los dejé, todos los tiene allí. Podría probarlo todo. Aston.-¿Cuánto tiempo los ha tenido? Davies.-¿Qué? Aston.-¿Cuánto tiempo los ha tenido? Davies.-¡Oh!, pues debe de hacer…, era antes de la guerra…, debe de hacer… pues cerca de quince años. Aston.-¿Los tendrá todavía? Davies.-Ha de tenerlos. Aston.-Puede haberse mudado. Davies.-Conozco la casa donde vive, puede usted creerme. Una vez en Sidcup, podría ir allí con los ojos vendados. Aunque no recuerdo el número. Tengo buena memoria para… Tengo buena memoria… Aston.-Debería hacer todo lo posible para ir allí. Davies.-¿Cómo quiere que vaya con estos zapatos? Es el tiempo, ¿sabe usted? Si al menos aclarase el tiempo. Aston.-Estaré al tanto del boletín meteorológico. Davies.-Una vez en la calle, llegaré en un santiamén. Aston.-Cuando usted quiera… puede acostarse. Va y se acuesta. No se preocupe por mí. Davies.- Aston.-Sí. (Davies Davies.-Veo que ahí arriba tiene un balde. Aston.-Goteras. (Davies Davies.-Bueno, pues voy a probar su cama. ¿No se acuesta usted? Aston.-Estoy reparando este enchufe. Davies.-¿Qué le pasa? Aston.-No funciona. Davies.-Está llegando hasta la raíz del mal, ¿eh? Aston.-Barrunto que sí. Davies.-Tiene suerte. Aston.-Un poco pesado. Davies.-Sí. (Davies Aston.-Tendré que ponerle una pantalla a esa bombilla. La luz es un poco deslumbrante. Davies.-No se preocupe por eso, señor, no se preocupe por eso. Aston.-Nada. Davies.-¿Qué pasa? Aston.-Nada. (Davies Davies.-¡Ah!, sí. (Aston Aston.-¿Ha dormido bien? Davies.-Sí. Estaba como muerto. Debía de estar como muerto. (Aston Aston.-Usted…, ¿eh?… Davies.-¿Eh? Aston.-¿Ha estado usted soñando o algo así? Davies.-¿Soñando? Aston.-Sí. Davies.-Yo no sueño. En mi vida he soñado. Aston.-No, yo tampoco. Davies.-Yo no. Aston.-Hacía ruidos. Davies.-¿Quién? Aston.-Usted. (Davies Davies.-Espere, espere, vamos a ver. ¿Qué quiere usted decir? ¿Qué clase de ruidos? Aston.-Gruñidos. Farfullaba algo. Davies.-¿Que yo…? ¿Yo? Aston.-Sí. Davies.-¡Yo qué voy a farfullar, hombre! Nadie me ha dicho nunca nada de eso. Aston.-No sé. Davies.-Quiero decir, ¿a qué viene eso? Aston.- Davies.-Pues no soñaba. No he tenido ni un solo sueño en mi vida. Aston.-Quizá fuera la cama. Davies.-Esta cama no tiene nada de malo. Aston.-La falta de costumbre, a lo mejor. Davies.-Estoy acostumbrado a toda clase de camas. Duermo en camas. Yo no hago ruidos por el solo hecho de dormir en una cama. He dormido en muchas camas. Aston.-¿Qué? Davies.-Quienes han hecho el ruido. Aston.-¿Qué negros? Davies.-Los que tiene usted ahí al lado. Quizá han sido los negros los que han hecho el ruido, subiéndose por las paredes. Aston.-¡Hummmm! Davies.-Esa es mi opinión. (Aston Aston.-Sí. Davies.- Aston.-¿Qué piensa usted hacer? Davies.- Aston.-¿Por qué? Davies.-Quiero decir que será mejor que salga con usted. Aston.-¿Por qué? Davies.-Bueno…, ¿es que no quiere que salga? Aston.-¿Para qué? Davies.-Quiero decir…, si usted sale. ¿No quiere usted que me vaya… si usted sale? Aston.-No tiene usted por qué salir. Davies.-¿Quiere usted decir que…, que puedo quedarme aquí? Aston.-Haga lo que quiera. No tiene por qué salir sólo porque yo lo hago. Davies.-¿No le importa que me quede aquí? Aston.-Tengo un par de llaves. Davies.-Gracias, muchas gracias; que tenga suerte. Aston.-Creo que voy a darme un paseo calle abajo. Una pequeña…, una especie de tienda. El dueño tenía una sierra de vaivén el otro día. Me gustó su aspecto. Davies.-¿Una sierra de vaivén, compadre? Aston.-Sí. Podría serme muy útil. Davies.-Sí. Aston.-¿Una sierra de vaivén? Pues procede de la misma familia que la sierra de calados. Pero es un accesorio, ¿comprende? Tiene que unirse a un taladro portátil. Davies.-¡Ah!, eso es. Son muy útiles. Aston.-Lo son, sí. Davies.-¿Y qué me dice usted de una sierra para metales? Aston.-Bueno, la verdad es que ya tengo una. Davies.-Son útiles. Aston.-Sí. Davies.-¡Ah! Aston.- Davies.-Quiero decir, lo digo solo por…, por la experiencia que tengo de ellas, ¿sabe usted? Aston.-Son útiles. Davies.-Ya lo sé que son útiles. Aston.-Pero limitadas. Con una sierra de vaivén pueden hacerse muchas cosas, ¿comprende? Una vez unida a… ese taladro portátil se pueden hacer muchas cosas con ella. Y aprisa. Davies.-Sí. Aston.-¿Eh? Davies.-Sí, escuche, mire. A lo mejor era usted quien estaba soñando. Aston.-¿Qué? Davies.-Sí, quiero decir, a lo mejor estaba usted soñando que oía ruidos. Mucha gente, ¿sabe?, sueña. ¿Comprende lo que quiero decir? Oye toda clase de ruidos. A lo mejor era usted quien hacía todos esos ruidos de que me ha estado hablando. Sin saberlo. Aston.-Yo no sueño. Davies.-Pero ¡si es eso lo que quiero decir, lo que trato de decirle! ¡Yo tampoco sueño! Por eso pensaba que a lo mejor había sido usted. Aston.-¿Cómo ha dicho que se llamaba? Davies.-Jenkins. Bernard Jenkins es mi nombre supuesto. Aston.-¿Sabe? El otro día estaba sentado en un café. Dio la casualidad de que me senté en la misma mesa en que había una mujer. Bueno, empezamos a…, a cambiar unas frases. No sé de qué hablamos…, sobre sus vacaciones, eso es, donde había estado. Las había pasado en la costa, en el Sur. Pero no recuerdo el nombre… En fin, estábamos allí sentados, charlando un poquito…, y de pronto puso su mano sobre la mía… y me dijo: «¿Le gustaría que le echara un vistazo a su cuerpo?» Davies.-No me diga. Aston.-Sí. Salirme con esa, así, sin más ni más, en mitad de aquella conversación. Me pareció bastante raro. Davies.-A mí me han dicho lo mismo. Aston.-¿También? Davies.-¿Mujeres? Muchas veces se me han acercado y me han hecho poco más o menos la misma pregunta. Aston.-No, su nombre, su nombre verdadero, ¿cuál es? Davies.-Davies. Mac Davies. Este es mi nombre de verdad. Aston.-¿Es usted galés? Davies.-¿Eh? Aston.-¿Es galés? Davies.-Pues sí, he dado muchas vueltas, ¿sabe?… Quiero decir…, he corrido mucho mundo… Aston.-Pero, bueno, ¿dónde nació usted? Davies.- Aston.-¿Dónde nació? Davies.-Nací…, ¡uh!…, ¡oh!, es difícil recordar una cosa de hace tantos años…; comprende, ¿no?… Hace tiempo…, tanto tiempo…; la memoria falla…, usted ya sabe… Aston.- Davies.-De acuerdo, señor. Aston.-Solo con enchufarlo aquí, basta. Davies.-De acuerdo, señor. (Aston Aston.-Sólo tiene que enchufarlo, eso es todo. La estufa se irá calentando. Davies.-¿Sabe qué le digo? Que no lo toco y ya está. Aston.-Pero si no cuesta nada. Davies.-No, esta clase de chismes no me gustan mucho. Aston.-Tiene que funcionar. Davies.-¡Eh! Iba a preguntarle si la cocina, si la cocina puede tener algún escape… ¿Qué cree usted? Aston.-No está conectada. Davies.-Verá usted, lo que me preocupa es que está precisamente en la cabecera de mi cama, ¿ve? Tengo que tener cuidado en no darle codazos…; podría tocar una de estas llaves con el codo al levantarme, ¿me entiende? Aston.-No se preocupe usted. Davies.-Bueno, mire: usted no se preocupe por esto. Lo que voy a hacer es echar de cuando en cuando un vistazo a estas llaves, así, ¿ve? Eso, ahora están cerradas. Descuide, yo me encargo de esto. Aston.-No creo que… Davies.- Aston.-Anoche le di unos cuantos. Davies.-¿Eh? Sí, claro. Es verdad. Lo había olvidado. Se me había ido completamente de la memoria. Tiene razón. Gracias, señor. Escuche. ¿Está seguro, está usted completamente seguro de que no le importa que me quede a vivir aquí? Verá, yo no soy de esa clase de tipos que se toman ciertas libertades. Aston.-No; puede usted quedarse. Davies.-Algo más tarde quizá me llegue a Wembley. Aston.-¡Hummmm! Davies.-Por allí hay un cafetín, ¿sabe? Quizá me den algún trabajillo. Estuve allí, ¿sabe usted? Sé que les falta gente. Quizá necesiten personal. Aston.-¿Cuándo fue eso? Davies.-¿Eh? ¡Oh!, bueno, eso fue…, por allí…; de esto hará…, de esto hará ya algún tiempo. Pero, claro, lo difícil en estos lugares es que encuentren la gente fetén. Lo que hacen es salirse del paso con esos extranjeros; los hoteleros y cafeteros, ¿sabe?, quiero decir, eso es lo que buscan. Se lo aseguro. Aston.-¡Hummmm! Davies.-¿Sabe?, estaba pensando que, una vez allí, quizá eche un vistazo al estadio, al estadio de Wembley. Para todos los grandes partidos, ¿comprende?, necesitan gente para cuidar del terreno. También podría hacer otra cosa, podría llegarme hasta Kennington Oval. Todos esos grandes campos de deportes, es de sentido común, necesitan gente para cuidarse del terreno, eso es lo que quieren, lo que piden a gritos. Es cosa que salta a la vista, ¿no? ¡Oh!, lo tengo todo planeado…; eso es…, ¡uh!…, eso es…, eso es lo que voy a hacer. Aston.-¡Hummmm! (Aston Davies.-Sí. Eso es. (Aston Mick.-Vamos a ver: ¿qué te traes entre manos? TELÓN |
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