"Ovnis: S.O.S. A La Humanidad" - читать интересную книгу автора (Benítez J.J.)

III. NADA HA SIDO CASUAL

– Nada de esto ha sido casual. Nuestro contacto telepático con los seres del planeta «Apu» o con los de las colonias levantadas en los tres grandes satélites de Júpiter fue previsto y programado por los mismos seres del espacio…

Aquel frío de perros nos había obligado a estrecharnos al máximo en torno a los leños chisporroteantes. El desierto de Ocucaje -a unos 300 km al sur de Lima- se convierte en un arenal helado cuando llega la noche.

Creo que tuve mucha suerte. Porque a las pocas horas de celebrar mi primera entrevista con el presidente y algunos de los socios del «IPRI», dos de éstos -Ernesto Aisa y Tiberio Petro León-, pertenecientes a la Sección o Departamento de Arqueología, me invitaron a conocer otro de los sobrecogedores misterios con que uno puede tropezarse en Perú: las famosas piedras grabadas de lea. Y con tal intención viajé con ellos hasta la zona de Ocucaje, donde actualmente se están extrayendo dichos cantos rodados. Pero digo que tuve mucha suerte porque los hermanos Paz Wells -Sixto y Carlos-, a quienes yo acababa casi de conocer en la sede del «IPRI»,

decidieron también enrolarse en la pequeña expedición, con el fin de conocer las célebres piedras grabadas.

Esto me iba a permitir conocer, a lo largo de dos días a través del citado desierto, de un buen número de detalles relativos a la misión que me había llevado hasta Perú.

Y aquella primera noche, mientras apurábamos en silencio un hirviente revuelto de café y pisco, Sixto y Charlie respondieron a varias de las muchas preguntas que se atropellaban en mi cerebro. Y todos, durante horas, permanecimos mudos, escuchando lo que -a primera vista- tenía más de fantástico y misterioso que de real…

– No, nada de esto ha sido casual -prosiguió Sixto-. Esa pregunta nos la hace mucha gente. ¿Por qué precisamente nosotros? ¿Por qué los extraterrestres se han puesto en contacto con nosotros? Sólo podríamos darte una respuesta: todo estaba previsto y programado. Nada ha obedecido al azar.

– Pero, ¿cómo es posible…? -interrumpí.

– El «IPRI» -y creo que nuestro padre ya te lo ha detallado- nació hace años. Y siempre ha permanecido en una línea de constante investigación de los «objetos voladores no identificados». El «IPRI», en definitiva, mantiene contactos con otras asociaciones y sociedades del mundo entero, que también se dedican al estudio de los ovnis. Por eso, a principios de año no tuvo nada de particular que varios miembros de otra asociación colombiana llegaran hasta la sede del «IPRI» y se interesaran por nuestros objetivos. Pero aquellos amigos eran portadores de algo mucho más valioso…

Sixto removió los troncos y después de avivar las llamas ocultó de nuevo los brazos bajo su gran poncho.

Y continuó:

– …Aquellos colombianos estaban ya en comunicación con los extraterrestres y quisieron mostramos el «sistema», la «técnica», para que nosotros -si así lo deseábamos- entráramos a formar parte también de los numerosos grupos que, al igual que ellos, se mueven ya por todo el mundo.

– Pero, vayamos por partes. ¿Cómo sabían los colombianos…?

Charlie se adelantó:

– Es que, como te decimos, ya existen muchos grupos similares por todo el mundo. Nosotros no somos los primeros. Tenemos conocimiento de la existencia de otros grupos idénticos en Europa, Asia, Estados Unidos y, por supuesto, nuestro continente.

Había algo que me tenía perplejo. La naturalidad, la pasmosa naturalidad con que aquellos universitarios -al igual que el resto de los miembros del «IPRI» con los que había conversado y conversaría días después- me relataban sus experiencias y conocimientos relativos a estas comunicaciones con los extraterrestres.

– Estos grupos -añadió Sixto- forman como una formidable cadena… Todos tienen la misma misión, aunque, como sucede en casi todos los casos, no se conozcan entre sí. Todos, sin embargo, sostienen comunicación telepática con ellos…

Seguí pensando.

«¿Qué era en realidad la "comunicación telepática"?» Por más que le daba vueltas en mi cabeza no lograba siquiera aproximarme a la idea. No entendía y así se lo hice ver a los hermanos Paz Wells.

– Nosotros tampoco sabíamos nada sobre telepatía… En el «IPRI» comenzaron a dar algunas clases y nociones sobre Parapsicología, pero cuando llegaron los del grupo de Colombia, nosotros ni siquiera sospechábamos que fuera posible semejante comunicación telepática. Es más. Si antes de todo esto nos hubieran pedido que nos pusiéramos en contacto telepático con otra persona, no habríamos sabido cómo…

»Todo el esfuerzo, todo lo necesario para que esta comunicación telepática entre los seres de «Ganimedes» o «Apu» y nosotros prospere corre por cuenta de los extraterrestres. Nosotros, por nuestros propios medios, no podríamos soñar jamás con lograrlo.

– Son ellos -subrayó Carlos Paz-. Ellos hacen el esfuerzo. Ellos nos motivan.

– Entonces, ¿cualquiera puede entablar esa comunicación…?

Sixto y Carlos me observaron unos segundos. No comprendí entonces su recelo, su prudencia…

– Cualquiera no -respondieron con firmeza-. Siempre se debe poseer una condición básica. Elemental. Es precisa una fe, un convencimiento total de que ellos existen… Es necesario partir de una creencia absoluta en la vida inteligente y desarrollada fuera de nuestro planeta. Es preciso admitir que no estamos solos en el Universo…

Una nueva ronda de café hirviente nos dio tiempo a reflexionar sobre aquellas hermosas palabras de los hermanos Paz Wells. Creo que pasaron algunos minutos en los que sólo el paso del viento sobre las aristas afiladas de las dunas se mezcló con el chisporroteo rojo de las llamas.

«El Universo -pensé-, ¡qué profundo misterio…!»

Pero aquella noche iba a ser larga y pródiga en revelaciones. Sixto y Carlos se sentían felices. Su misión -según me explicarían después- era precisamente ésta: difundir al máximo la noticia. Hablar con el mayor número posible de personas sobre la existencia de los extraterrestres…

Y las preguntas volvieron a llenar el desierto peruano. Porque, ¿cómo habían logrado ellos su comunicación con los seres del espacio? ¿Cuál era la «técnica» -si es que podemos emplear esta palabra- para conseguir dicho contacto?