"Historias De Los Señores Moc Y Poc" - читать интересную книгу автора (Pescetti Luis María)Las enemigas naturales de la Luna – Perdón, Poc, ¿puedo hacerle una pregunta? – Sí. – ¿A cuánto queda la Luna? – ¿De ahí donde está parado usted o de donde estoy yo? – A ver, déjeme pensar. – De donde estoy yo. – ¿Quiere saber en horas o en libras esterlinas? – Bueno, había pensado en kilos, pero me da lo mismo. – Yo calculo que a unos quince litros. – ¿Litros por segundo o por minuto? – Por kilo, ¿por qué? – Estaba tratando de calcular el tamaño en relación con el Sol. – ¿Por qué le preocupa eso? – Si la Luna se cayera, quisiera estar seguro de que lo haría en dirección al Sol y no en dirección a mi casa. – Podríamos pensar que es la Tierra la que se va a caer encima de la Luna. – Perdón, no entiendo el vuelco de su razonamiento. – Siendo la Tierra más grande que la Luna, la que saldrá lastimada será ella y no la Tierra. – Sí, pero… ¿qué pasa si yo me caigo encima de la Luna? Al ser más pequeño, ¿no seré yo el más lastimado? – En ese caso, sí. ¿Ha notado alguna tendencia a caerse hacia arriba? – Bueno, no es exactamente eso, pero la semana pasada me cansaba al subir tres pisos por escalera… y, ayer, subí seis pisos como si nada. – Caramba… – Incluso llevaba una bolsa cargada de naranjas, quizás unos tres kilos. – ¿No serán las naranjas las causantes de su ingravidez… o las que lo vuelven atractivo para la Luna? – No lo había pensado… déjeme ir por un par y hacemos un experimento – – Prefiero no hacerlo hasta no estar seguro de que ellas no son las causantes. – Lo comprendo. Las dejaré en el suelo – – Normal, diría que un salto común y corriente. – De acuerdo, ahora veamos con una naranja – – Bueno, no quiero asustarlo, pero casi le podría asegurar que fue un poco más alto. – Qué terrible. Y yo, cargando naranjas como nada. Sigamos con la que falta – … – ¡No puedo creerlo! Fue evidentemente más alto. Se confirma mi hipótesis. – – ¿Usted cree que a la Luna le gustan las naranjas? – Quizás no le gusten, pero tiene poder sobre ellas. – Tal vez las naranjas son a nosotros lo que los anzuelos a los peces. – ¡Qué horror! Si no hubiera sido por su oportuna intervención quién sabe, quizás en un par de meses, o días, ya estaría flotando, elevándome irremediablemente. – No quiero alarmarlo, pero… ¿ha comido mucha naranja últimamente? – Tiene razón. Sí, como postre, en jugo, en ensaladas de frutas, en mermelada, pato a la naranja, lomo de cerdo a la naranja… estoy en peligro. – No desespere, debemos pensar algo. Tiene que haber alguna solución. – ¿Ponerme pesas en los pies? No, sería peor; por un lado, me atraería la Luna y por otro, me sostendrían las pesas. Moriría descuartizado. – No, estaba pensando en otra cosa, debemos contrarrestar el efecto de las naranjas. Las naranjas, el color naranja en sí, usted sabe, está formado por… – La combinación de rojo y amarillo. – Que son colores cálidos, ¿cuál es el color frío opuesto? – El azul. – ¡Perfecto! ¡Debe comer cosas azules! – Nuevamente me sorprende, es brillante. Veamos, debo comer cosas azules, pero no cualquier cosa, sino frutas azules. Eso es, frutas azules… ¡Las uvas! – Exacto. Las uvas son las enemigas naturales de la Luna. – Por favor, acompáñeme al mercado a comprar naranj… perdón, quise decir uvas, fue un lapsus. – No. Aún está bajo su poder y lo estará por un tiempo. Las naranjas lo tentarán de manera irresistible y sentirá que las uvas son feas o malintencionadas, sucias. Debe cuidarse. – Tiene razón, le juro que comeré uvas aunque muera aplastado contra la Tierra. – No, las uvas son buenas. Ellas nunca le harían eso. No permita que se filtren pensamientos negativos, ¿quiere flotar disparado hacia la Luna? – Por supuesto que no. – Entonces recuerde que las uvas son las enemigas naturales de la Luna. Dígalo. – Las naranj… ¡Caramba! ¡De nuevo! – ¡Inténtelo! ¡Usted es más fuerte que las naranjas! – – ¡Siga! ¡No se rinda! – … Ssoonnnn lass ennemmmigggass… natturales… dddee la Luuunnaa. – ¡Bravo! Vayamos al mercado. – ¡Quiero una naranja! ¡Por favor! ¡Quiero ir a la Luna! – No se rinda, amigo, vamos al mercado por uvas. – ¡Agh! ¡Qué asco! Pero tiene razón, vamos por uvas antes de que sea demasiado tarde. |
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