"La Provincia Del Hombre" - читать интересную книгу автора (Canetti Elías)1956Cada año debería tener un día más que el anterior: un día distinto en el que aún no ha ocurrido nada, un día en el que no se muere nadie. Sobre Son sólo nombres poderosos, los otros mueren. En los nombres, pues, se puede medir la capacidad de supervivencia. Hasta hoy es la única forma real de supervivencia. ¿Pero cómo sobrevive el nombre? La peculiar voracidad del nombre: el nombre es Hay nombres que comen cada vez más, pero con un aumento regular de su dieta: nombres sólidos, nombres aburridos. El carácter racional de su higiene no les promete una larga vida. Hay nombres que sólo se alimentan de colegas, nombres corporativos por así decirlo, y otros que sólo medran entre forasteros. Algunos echan Nombres que viven porque quieren vivir. Nombres que mueren porque sólo quieren vivir. Nombres que viven porque se han abstenido de comer. Tal vez no estaría mal del todo que muriéramos contentos, con tal de que jamás nos hubiéramos alegrado de la muerte de otro. Desde que está muerta aparta la vista de todos los brotes. Voces: las que tienen un efecto evidente, como si fueran siempre idénticas a sí mismas. Voces que pinchan. Voces que acarician. Voces heridas. Mientras siga habiendo algún hombre en el mundo que no tenga La fría Arqueología: las cosas, sin los hombres, no me hacen realmente feliz. Resentimiento contra las cosas que han sobrevivido a los hombres. El objeto de la Arqueología es una forma de futuro completamente nueva. Es un futuro que avanza hacia atrás; cada nuevo paso que da hacia el pasado, cada tumba antigua que encuentra se convierte en un fragmento de nuestro futuro. Lo siempre-más-antiguo se convierte en lo que nos espera. Un descubrimiento inesperado podría cambiar nuestro destino, un destino todavía indeterminado. Podían meter la cabeza y espiaban por un pequeño agujerito que tenían en el pecho. Parálisis. Hay parálisis benéficas que proceden del sentimiento de la propia insuficiencia. Pero hay también parálisis terribles que provienen del sentimiento de la insuficiencia de otro al que estamos encadenados; porque somos exactamente la persona que jamás le podrá cambiar. Estar encadenado al cadáver de otro hasta que uno mismo muera. Cada palabra que pronunciamos es falsa. Cada palabra que escribirnos es falsa. Todas las palabras son falsas. Pero ¿qué hay sin palabras? Los pensamientos que se refieren a los muertos son intentos de reanimación. Nos importa más reanimar seres humanos que Una obra de teatro en la que aparecen todos los muertos que tienen que ver con uno. De entre ellos algunos vuelven a encontrarse, otros se conocen por primera vez. No hay tristeza alguna entre ellos, es tan inmensa la felicidad que tienen que salir a escena… (¿Y qué decir de la felicidad del que les hace salir a escena?) Pero cuando los dioses se postraron de hinojos ante él, se asustó y les pidió que se levantaran. Ellos no se atrevían y querían permanecer de rodillas ante él hasta que les perdonara. El no les perdonó. Eran demasiados los hombres a los que ellos habían sobrevivido; se habían hecho demasiado viejos y, no obstante, habían seguido siendo demasiado jóvenes. Les dejó así, de rodillas, y con un gesto violento, se volvió para otro lado. La soledad es algo tan importante que hay que estar encontrando siempre sitios nuevos para poder disfrutar de ella. Porque en todas partes y con demasiada rapidez acaba uno sintiéndose en casa. Lo más peligroso de todo, sin embargo, es el poder que tienen todos los libros juntos. El sol le lleva siempre a todo lo feo ¡La esperanza de que ahora, las cosas, al sol, pudieran tener Los pies, solos, serían suficientes para toda una vida, los pies de los desconocidos. Desde que vi cómo andaba un gatopardo, el susurro de su caminar me ha invadido. Todo lo que es corporalmente bello lo experimentamos por primera vez en animales. Si no hubiera animales, ya no habría nadie que fuera bello. El resto de la vida pasarlo únicamente en lugares completamente nuevos. Abandonar los libros. Quemar todo lo empezado. Ir a países cuyas lenguas uno jamás podrá aprender. Protegerse de toda palabra explicada. Callar, callar y respirar, respirar lo no comprendido. No es lo aprendido lo que yo odio, lo que odio es el hecho de vivir en lo aprendido. Ha sucumbido a los observadores. Cuando siente sus ojos sobre sí mismo se convierte en todo lo que ellos ven. Allí los perros se aman de otra manera, corriendo. Lo ridículo del orden es que dependa de tan pocas cosas. Un cabello – un cabello, literalmente – que esté donde no debe, puede separar el orden del desorden. Todo lo que está donde no debiera es un enemigo. Hasta lo más diminuto molesta: el hombre del orden total tendría que estar examinando con un microscopio el lugar en el que se mueve, y aún así le quedaría una cierta propensión a la inquietud. En este sentido, las mujeres tendrían que ser muy felices, porque casi siempre están poniendo orden, y siempre en el mismo sitio. Hay algo de criminal en el orden: a nada se le permite vivir en un sitio que no sea el suyo. El orden es un pequeño desierto, un desierto que se ha creado a sí mismo. Es importante que esté limitado, de este modo sus ocupantes pueden atender con toda escrupulosidad al orden. El hombre que no posee ninguno de estos imperios – desierto en el que tenga derecho a asfixiarlo todo de un modo ciego y desaforado – se siente pobre. Como no puedo vivir sin palabras, tengo que conservar la confianza en ellas, y esto sólo puedo lograrlo si no las disfrazo. De ahí que cualquier pretensión externa que se apoye en palabras es algo que yo considero imposible. No puedo ponerlas en un papel y guardarlas en un sitio u otro. No puedo tirarlas a la cabeza de nadie ni puedo comerciar con ellas. Me repugna incluso cambiarles algo una vez las he escrito. Cualquier chismorreo sobre arte, sobre todo si lo oigo en boca de personas que se dedican a algún arte, me resulta insoportable. Siento vergüenza por ellos como por los charlatanes, sólo que éstos son más interesantes. Bien es verdad que para mí los libros son sagrados, pero esto no tiene nada que ver con la literatura, y menos con la mía. Miles y miles de libros son para mí más importantes que los pocos que he escrito. Para mí, en una dimensión física que me resulta difícil de explicar, Música, la medida de capacidad del ser humano. Es maravilloso Estaba perdido en todos aquellos a los que dio buenas palabras. En la En esta transmisión «secreta» de los mongoles, lo que encontramos en primer lugar son todos los Es cierto que el poder de Dios empieza con la creación misma, y la historia de las exigencias de este Creador es lo que da a la Biblia su carácter único. Pero Gengis Kan no es mucho más modesto. También él, como Dios, opera con la muerte. Su trato con ella es tan generoso como el de Dios; todavía deja menos cosas en vida. Pero se distingue también por un marcado sentimiento de familia, cosa que no ocurre con Dios en cuanto que ser único. Ahora vuelvo a estar realmente en el mundo, en el mundo de mis enemigos. Gengis Kan me ha agarrado por los pelos y me ha vuelto a poner en mi sitio. Puedo provocarlo, observarlo y pensarlo en el sitio en el que mejor se escapa, en su propia leyenda. Esta semana he vivido en una especie de sortilegio, he estado bajo el hechizo de Gengis Kan. Durante todos estos años lo he estado rehuyendo. Lo que había leído sobre él o bien era árido y sin jugo o era superficial, y siempre lo dejaba a medias sin haber sacado ningún provecho. jamás intenté sacar de él alguna conclusión; no servía como ejemplo de nada. Luego lo volvía a encontrar en el sistema psicopatológico de Schreber, el presidente del senado, quien se sentía ser la reencarnación de Gengis Kan, entre otras reencarnaciones. Ahora ha llegado a mis manos la Cuánto más leo este libro – y las últimas semanas apenas he hecho otra cosa – más me convenzo de que de esta «Historia secreta» se pueden sacar todas las leyes del poder. Esta misma impresión tuve otra vez con otro libro, la Biblia. Pero el contenido de la Biblia es muy amplio; contiene tantos elementos que luego han sido más importantes, que interpretarla como una serie de acontecimientos de poder podría parecer una deformación de esta obra. En la «Historia secreta» no hay nada más que esto. Es la historia de un poder veloz e irresistible, el poder más grande y más estable que haya existido nunca en el ámbito de Desde que me he convertido en un mongol, que día y noche no pienso en otra cosa, siento muy pocas veces la necesidad de tomar notas. En estos momentos estoy leyendo además todo lo que hay sobre este mismo tema, horas y horas, y cuando dejo de leer, siento algo así como un ligero sopor. Ya no es la fascinación que me producen los enemigos, como pensaba a veces antes, es simplemente, el esfuerzo por lo que no comprendo: la sangre de la que vivimos y que continuamente se está derramando en todas partes. Yo mismo no puedo verla; mis manos, horrorizadas y asqueadas, se han mantenido siempre lejos de la sangre. Pero ¡qué pena me dan aquellos a quienes les basta que a su alrededor todo siga el mismo camino de siempre, cuando ellos mismos se alimentan de los crímenes que los otros cometen diariamente para ellos! Dormir y aceptar esto es algo que no voy a hacer nunca. Pero intentaré estudiar todo lo que tiene que ver con este tema y, con un esfuerzo modesto, pero a la vez constante, intentaré acercarme a aquello que no va a explicar ningún destello repentino de la intuición. La historia de los mongoles la vivo personalmente como la historia de una expansión y aunque todo lo que ha ocurrido en ella lo desapruebo y lo detesto, no obstante, se me comunica algo de esta atmósfera. El falso conquistador me incita a su vez a la conquista de mí mismo. No tiene sentido vivir sólo rechazando. Aun en el caso de que no pudiéramos ver ni una sola acción que mereciera nuestro Todos los rasgos de la dispendiosidad del segundo Chan Ogotai de los mongoles me llenan de satisfacción. Su aversión por los tesoros es tan grande que continuamente tiene que estar peleando contra los que le rodean, que le amonestan para que sea más prudente. La El poder de matar desaparece ante el poder de conjurar. ¿Qué es el más grande y más terrible de los homicidas comparado con un hombre que, con un conjuro, devuelve la vida a un solo muerto? Qué ridículos aparecen los esfuerzos de los poderosos por escapar de la muerte y qué grandiosos los esfuerzos de los chamanes por conjurar la presencia de los muertos. Mientras creen en lo que hacen, mientras no se limitan a simularlo, son dignos de veneración. Me resultan despreciables los sacerdotes de todas las religiones que no pueden hacer volver a los muertos. Se limitan a afianzar una frontera que nadie puede traspasar. Administran lo perdido de tal manera que siga siendo perdido. Prometen un viaje a no se sabe dónde con el fin de esconder su impotencia. Están contentos de que los muertos no vuelvan. Mantienen a los muertos al otro lado. A menudo hay algo de angustiante y penoso en el culto funerario a otros. Un volver la espalda al mundo de los vivos; y como unos pertenece a este mundo, dedicado a otro Habría que tener mucho cuidado para no encerrarse a uno mismo con el muerto; hay que dejarle a la intemperie y a muchos otros brindarles una relación con el muerto. Sin ser molestos deberíamos hablar de él a la gente y no deformarlo dejándolo en el aislamiento. Las interrupciones son buenas para aquel a quien le crecen muros por todas partes. Felices aquellos que saltan por encima de estos muros antes de que sean demasiado altos. Es vergonzoso cómo uno, a pesar de todas las convicciones contradictorias, es más práctico que la mayoría de los hombres. De cada experiencia he aprendido tanto y de un modo tan radical que no voy a consistir más que en un conjunto de moralejas válidas, aunque espirituales. Del Allí se encuentra la doble generosidad, la de Hay una tremenda desnudez en el dominio que se ejerce en el Islam, una religión, por otra parte, que con la ley lo viste y lo cubre todo con varios velos. Es únicamente un dominio sobre hombres, un dominio que llega a su máximo esplendor en las grandes ciudades, en las ciudades cosmopolitas. La época del sometimiento del animal pasó hace tiempo, ya no se discute; éste es solamente víctima. El tono de Nietzsche tiene algo del Corán. ¡Jamás se lo hubiera ¡ido imaginar! En el fondo, para mí ahora sólo cuentan los días en los que me dedico a alguno de los libros sagrados. Del mismo modo como antes había gente que tenía que rezar todos los días, yo tengo que meditar sobre alguno u otro de los viejos temas sagrados, como si allí tuviera que encontrar el mal que alguna vez podríamos hacernos. Pero no quiero prevenir. Tampoco quiero prever el futuro. Odio a los profetas. Quiero sólo sostener lo que somos. No creo que esto se pueda encontrar ni en argumentos ni en discusiones. Pero quiero conocer todas las ¿Pero quién eres tú para examinar? ¿Qué te has creído? La sola inquietud no te da derecho a examinar. Tu única justificación es tu inconmovible odio a la muerte. Es la muerte de todos y por esto examinas por todos. Con la idea cada vez más clara de que estamos sobre un montón de muertos – hombres y animales – de que el sentimiento que tenemos de nosotros mismos saca su verdadero alimento de la suma de aquellos a quienes hemos sobrevivido, con esta intuición rápida y expansiva difícilmente va a ser posible llegar a una solución de la que no nos avergoncemos. Es imposible volver la espalda a la vida, cuyo valor y cuya esperanza estamos sintiendo continuamente. Pero también es imposible no vivir de la muerte de otras criaturas, cuyo valor y cuya esperanza no son menores que los nuestros. La felicidad de referirse a una lejanía de la que todas las religiones del pasado se nutren tampoco puede ser ya nuestra felicidad. El más allá está en nosotros: una grave constatación, pero está prisionero en nosotros. Esta es la gran escisión, la insalvable escisión del hombre moderno. Porque en nosotros está también la fosa común de las criaturas. |
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