"Los Pájaros De Bangkok" - читать интересную книгу автора (Montalban Manuel Vázquez)

Viajes profesionales

La primera noticia que los lectores tuvieron de la vuelta de Carvalho a España data de 1974. Vázquez Montalbán retrató en "Tatuaje" -segunda aventura de la serie del detective- a un Pepe carvalho entrado ya en la treintena e instalado en su hasta hoy centro habitual de operaciones: el despacho de las Ramblas de Barcelona. La etapa de la CIA ha quedado atrás pero Carvalho sabe que un agente nunca está de paso en la Compañía aunque se retire totalmente del servicio. En su caso, además, dando portazos.

Un asunto en apariencia de poca monta -la investigación sobre la identidad de un cadáver tatuado que apareció en la playa de Vilassar de Marlleva al detective de regreso a Holanda. Un nuevo salto atrás en el tiempo como le sucede siempre a Carvalho, imposibilitado también para librarse de su pasado aunque pone la vida en el empeño. Carvalho se reencontró con viejos colegas de la CIA en Amsterdam, donde durante dos años -presumiblemente entre 1966 y 1968 actuó como especialista en seguridad. Amsterdam y La Haya, como Madrid en su día, son un reclamo gastronómico para Carvalho. El nombre de un hotel, el Schiller. El sabor de un restaurante, The House of the Lords.

La vuelta a Barcelona supuso un cambio radical en el modo de vida del detective. Se acabó el ir constantemente de aquí para allá. Carvalho se convirtió prácticamente en un sedentario. Mucho menos trasiego, muchos menos viajes. Pero antes de poner fin a esta etapa, el detective se dio una última recompensa.

De vuelta en Europa, tras enterrar a su padre como acto final de un agotador viaje desde San Francisco, después de quemar un álbum familiar de fotos perteneciente a tres generaciones, después de decidirse por el trabajo de detective y de arrinconar en el olvido a Laura Buscató, Carvalho viajó a Córcega. Casi con toda seguridad fue en 1970, aunque Manuel Vázquez Montalbán no lo precisa. También Córcega es un recuerdo placentero de licor de castañas olvidado hacía mucho tiempo en el interior de una botella de cerámica: "Las carreteras de Córcega están llenas de cerdos oscuros. Parecen salvajes, pero al atardecer vuelven a casa hartos de castañas. Estuve allí hace demasiados años. Cuando quise despedirme de mi libertad de viajar. Un día volveré. He de empezar a seleccionar los lugares adonde quiero volver", le confesó Carvalho a Fuster veinte años después, durante una de sus cenas en Vallvidrera, en octubre de 1990 ("El laberinto griego").

Además del absurdo viaje a Bangkok ya referido, otro de los desplazamientos más exóticos del detective tuvo lugar durante los primeros días del año 1984. Carvalho buscaba indicios que le pudieran aportar datos sobre el asesinato de Encarnación Abellán ("La rosa de Alejandría"). El detective acabó en un escenario sorprendente, desconocido, inapropiado para un entorno tan poca cosa como era aquél, el nacimiento del río Mundo, en la provincia de Albacete. "Es como si el paisaje se hubiera inspirado en Calderón. Un río que se llama Mundo". Paradoja definitiva de un viaje a priori poco prometedor que acaba por revelar al detective escenarios sorprendentes: "Era imposible no escuchar el canto propicio del centro de la tierra enviando a la superficie sus aguas preferidas para formar un río que nadie sabía ni cómo ni por qué, pero se llamaba Mundo, había adquirido la responsabilidad de llamarse Mundo en un rincón de la sierra de Albacete". Viaje a Albacete que consolida la aseveración carvalhiana de que los paisajes más exóticos y más ricos son a menudo los más próximos.

El destino más habitual de Carvalho fuera de Barcelona durante su carrera como detective ha sido Madrid. Se desplazó por primera vez en octubre de 1980. El PCE le confió la investigación paralela de la muerte de su secretario general, Fernando Garrido, encargo muy mal digerido aún hoy por muchos de los máximos dirigentes comunistas de la época, que quisieron ver en la investigación de Carvalho una burla del destino y una irónica advertencia del veterano apóstata.

Años después, en los días previos al referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, en marzo de 1986, Carvalho investigó en Madrid el asesinato del realizador de Televisión Española Arturo Araquistain ("Asesinato en Prado del Rey y otras historias sórdidas"). En ese intervalo de seis años, el detective fue una más de las muchas víctimas del puente aéreo, y hasta Madrid siguió en viaje relámpago de ida y vuelta a un joven implicado en el caso del asesinato de Montse Gispert ("Jordi Anfruns, sociólogo sexual", en "Asesinato en Prado del Rey y otras historias sórdidas"). Por ahora, los dos últimos desplazamientos de Carvalho a Madrid tuvieron lugar en 1994 ("Roldán ni vivo ni muerto") y 1995 ("El premio"). El primero, un viaje a la capital de las cloacas del Estado con parada surrealista en Damasco; el segundo, desplazamiento con todas las comodidades posibles -nada que ver con aquel trayecto en tren a finales de los años 50- por cuenta del magnate Lázaro Conesal.

El Valle del Sangre en el Sur de España en 1985 ("El Balneario"); Santa Cruz de Tenerife y Lanzarote ("El barco fantasma") probablemente el mismo año; un pueblecito inexistente pero muy parecido a cualquier otro de Ciudad Real ("La Guerra Civil no ha terminado"); Marbella o Ceuta ("Buscando a Sherezade") han sido otros de los destinos profesionales de Carvalho a lo largo de sus 25 años como detective.

En la primavera de 1990 Carvalho se concedió un respiro a sí mismo y, dejándose llevar por la mala conciencia y el sentimentalismo, dio una alegría a Charo. La pareja se fue a París durante una semana como si la ciudad fuese el único lugar inocente en el que curar las heridas de veinte años de relación. Charo se lo volvió a agradecer en carta de despedida poco tiempo después ("El laberinto griego"). En su esquizofrenia, casi en el límite del mal gusto, Carvalho se instaló con Charo en el Lutétia, en el bulevar Raspail, en uno de los corazones de la "rive gauche". Los fantasmas de Gide, Rilke, Joyce, Cohen, Beckett, libros y más libros por quemar a su vuelta a Barcelona, los acompañaron durante buena parte de aquel viaje. Carvalho dejaba hablar a Charo y de vez en cuando la ilustraba sobre este o aquel rincón de la ciudad: la place de la Contrescarpe, la rue Poulletier, la rue des Francs Bourgeois, comentarios sin pretensiones de guía turístico que la muchacha acogía con entusiasmo. París, visita inevitable a la Tour d.Argent, ausencia injustificable a la meca de la cocina de Jo6l Robochon.