"Leyendas de Guatemala" - читать интересную книгу автора (Asturias Miguel Ángel)6 La vegetación avanzaba. No se sentía su movimiento. Rumoroso y caliente andar de los frijolares, de los ayotales [16], de las plantas rastreadoras, de las filas de chinches doradas, de las hormigas arrieras, de los saltamontes con alas de agua. La vegetación avanzaba. Los animales ahogados por su presencia compacta, saltaban de árbol en árbol, sin alcanzar a ver en el horizonte un sitio en que la tierra se deshiciera de aquella oscuridad verde, caliente, pegajosa. Llovía torrencialmente. Una vegetación de árboles de cabelleras líquidas sembrados en el cielo. Aturdimiento mortal de cuanta criatura quedaba viva, de las nubes panzonas sobre las ceibas echadas a dormir en forma de sombra sobre el suelo. Los peces engordaban el mar. La luz de la lluvia les salía a los ojos. Algunos de barba helada y caliente. Algunos manchados por círculos que giraban como encajes de fiebre alrededor de ellos mismos. Algunos sin movimiento, como manchas de sangre en los profundos cartílagos subacuáticos. Otros y otros. Las medusas y los infusorios combatían con las pestañas. Peso de la vegetación hundiéndose en el tacto de la tierra en agua, en la tiniebla de un lodo fino, en la respiración helada de los monstruos lechosos, con la mitad del cuerpo mineralizado, la cabeza de carbón vegetal y las enredaderas de las extremidades destilando polen líquido. Noticias vagas de las primitivas ciudades. La vegetación había recubierto las ruinas y sonaba a barranco bajo las hojas, como si todo fuera tronco podrido, a barranco y charca, a barrancos poblados por unos seres con viveza de cogollos, que hablaban en voz baja y que en vuelta de bejucos milenarios envolvieron a los dioses para acortar sus alcances mágicos, como la vegetación había envuelto a la tierra, como la ropa había envuelto a la mujer. Y así fue como perdieron los pueblos su contacto intimo con los dioses, la tierra y la mujer, según. |
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