"Leyendas de Guatemala" - читать интересную книгу автора (Asturias Miguel Ángel)Segunda Cortina Negra Cortina negra, color de la noche, magia de color negro de la noche: Al píe de la cortina negra, el techo de Cuculcán vacío, tendido sobre pieles de pumas y jaguares que parecen dormir amenazantes, TORTUGA BARBADA, ¡Savia que pulsas en Io hondo la reja de raíces en que vela el amor! ¡Lentitud de ave que pasea en hermoso vuelo! ¡No me déis la sabiduría, sino el hechizo! ¡No las alas, sino lo que resulta de su movimiento! TORTUGAS. ¡No me deis el amor, sino el hechizo! ¡No la savia, sino lo que resulta de su movimiento! TORTUGA CON FLECOS. ¡Detrás de sus heridas vela el amor y los dioses velan detrás de la reja de las estrellas! ¡No me deis la sabiduría, sino el hechizo! ¡No la sangre, sino lo que resulta de su movimiento! TORTUGAS. ¡No me deis el amor sino el hechizo! ¡No la sangre, sino lo que resulta de su movimiento! TORTUGA BARBADA: ¡Detrás de las rejas de sus pestañas vela el amor! ¡Humo de cola de estrellas! ¡Langosta con saeta que ilumina el cielo! ¡No me deis la sabiduría sino el hechizo! ¡No el sueño, sino lo que resulta de su movimiento! Se oye la risa de Yaí, f estiva, incontenible, y la voz de Guacamayo que no puede ocultar su enojo. Las tortugas desaparecen, se escabullen antes que aquéllos entren. Yaí aparece vestida de tiniebla detrás de Guacamayo que trae el plumaje destilando agua. YAÍ. ¡Já, já, já, já!… ¡Já, já, já, já!… GUACAMAYO. YAÍ. ¡Já, já, já, já! ¡Já, já, já, já!… ¡Já, já, já, já! GUACAMAYO. ¡Has hecho mal en echarme agua! YAÍ, ¡Vi un fogarón de plumas rojas. já, já, já, já… una bola de fuego que me perseguía… já, já, já, já!… GUACAMAYO, A veces parece que me quemo, pero nunununnunca me quemo. Ya hasta tartajo estoy… YAÍ. Yo qué sabía. Pasó por mi cabeza la idea de que al apagar el principal incendio apagaba los espejos de mis manos y… GUACAMAYO. Creí recibir en la cara las palmas de tus manos fragmentadas en pequeñas luces… YAÍ. ¡Já, já, já, já!… GUACAMAYO. Pero al oír rasgaduras de chayes en el aire, algo que no podía ser reflejo… YAÍ. Era el agua, já, já, já. GUACAMAYO. Ya estaba bañado… YAÍ. Perdona, pero no vi más que lo que vi: un incendio, llamas, llamas… llamas amarillas, llamas rojas… otras azules y en medio tú, como en la humazón de un respiradero volcánico… GUACAMAYO. YAÍ. ¡Já, já, já… yo, desde que te salga el primer gusano de la nariz! GUACAMAYO. Acucuác quiere adornar su vestido con alas de mariposas. Adornar es adorar. Las narices de los Guacamayos con moquillo dan gusanos que pasado un tiempo se convierten en mariposas. YAÍ. Y la ceguera relampagueante de las luciérnagas, también nace de los mocos de los Guacamayos. GUACAMAYO. También. Pero los espejos de tus manos no son engrudo, de luciérnaga, sino aliento de fuego y servirán para salvar tu ilusión, tu mundo, tu pradera, tu sudor de planta nerviosa. Yaí se contempla las manos largamente. El Guacamayo sigue destilando agua. Por detrás asoman las tortugas. TORTUGA BARBADA. ¡Espinas y temores acompañan a los que se dejan arrancar de su destino! ¡Embarrados de tuétano de huesos, dormilones, dispersos, sus oídos se mojan de llanto al oír el chi, chi, chí de esos pequeños borrachos de inmensidad negra, llamados pájaros del guiso de los ojos que se pasó de sal! YAÍ. ¿Dónde, pero dónde pondré mis manos que me arden como quemadas de chichicaste? ¡Me veo en ésta y me veo en ésta, aquí me veo, y aquí, y aquí en esta otra, y aquí también me veo! Y sólo cuando me veo en ellas siento alivio. TORTUGA CON FLECOS. ¡Agüeros y piedras tiradas con honda acompañan a los que se dejan arrancar de su destino! ¡Yo, padre, yo, madre, dejé que me arrancaran a mi hijo! ¡Dejé que me arrancaran de mi tierra! ¡El cocodrilo, vegetal del agua, se agarró del lodo para que no lo despegaran de su casa de esmeraldas! ¡Y no cerró los ojos para recibir el golpe de la sombra! YAÍ: ¡Haré tortillas de maíz negro con mis manos de espejo que son llanto de mi llamo, pata alimentar a los que como yo se prestan al juego del engaño en los espejos! TORTUGAS., ¡Yo, padre, yo, madre, dejé que me arrancaran a mi hijo! ¡Dejé que me arrancaran de mi tierra! ¡De mi sangre fui separado! ¡De mi raíz fui separado porque presté oídos al engaño! ¡Me emborraché para contar los pies del cientopié de oro y acabé sin poder contar mis lágrimas! TORTUGA BARBADA. ¡Mi oído se riega como el calor en la arena, el gozo de la espuma con orejas de caracoles espumantes, y donde lo pongo está su seno de negra punta cortada, y donde está su seno está tu pecho moreno naranja y donde está tu pecho está tu corazón, y donde está tu corazón, la casa de mi hijo! ¡Y así te habló mi hijo: yo soy tu gorgojo, por mí se doblará tu cintura de árbol y tus senos colgarán como frutos de leche, por mi reirás dormida, llorarás despierta, se te irán los pensamientos a las nubes, y tu vida será liviana, rodadita necesidad de estar conmigo siempre será ni vida! GUACAMAYO, Desesperas con ese juego de manos, ponlas bajo la neblina caliente de tu aliento. YAÍ. Sólo se me alivian cuando me veo en ellas… GUACAMAYO, Son como tu ausencia… YAÍ. ¡Es la única verdad que has dicho, loro despenicado! GUACAMAYO. Son como tu ausencia… YAÍ. ¡Es la única verdad que has dicho, loro despenicado! GUACAMAYO. ¡No me digas loro! YAÍ. ¡Te he querido comparar al pino que se riega en las fiestas, verde y despenicado! GUACAMAYO. ¡Fiesta estamos volviendo el tiempo y una noche no dura más que una, noche! YAÍ. Mis manos son como mi ausencia. Por ellas me voy de mí, escapo de mi, de lo que son, de lo que pienso, de lo que siento, de lo que hago, para multiplicarme en vanas otras yo misma, que son igual a mí y que no son sino una imagen de mí misma que no soy yo… ¡Muchas otras! ¡Tantas otras! GUACAMAYO. ¡Haz caso porque te vas a volver local ¡Pon esos espejos que te servirán de mucho bajo la neblina de amanecer que hay en tus pulmones! RALABAL. YAÍ. ¿Qué soy sino la mueca de la que ríe, de la que llora, de la que piensa? ¡Ya no seré más que mis muecas! ¡Muecas en el espejo de mis manos! ¡Muecas de una mujer que fue dichosa antes de aprender las muecas de engañarse y engañar! ¡Tu hilera de colores perforó mis orejas para engusanarme por dentro igual que el moco de donde salen mariposas! GUACAMAYO. ¡Una noche no dura más que una noche, debes cubrir los espejos de tus manos con la piel de tu aliento y saber, antes que pase más tiempo, lo que tienes que hacer para salvarte; pero si no oyes explicación, si estás en esa locura… YAÍ. ¡Háblame en jerigonza de ausencia, ya sólo soy un espejismo! HUVARAVIX. YAÍ. ¡Háblame en jerigonza de Saliva, el llanto de las tribus espejea en mis manos! GUACAMAYO. ¡Tierra de espejos, sopla tus lagos para empañarlos de neblina! YAÍ. Soplo así como lamiéndolas… GUACAMAYO. ¡La finísima piel del engaño ha salido de tu boca de mujer! YAÍ. Después de todo, eres bueno… GUACAMAYO. Y ahora que acultas bajo tu aliento de mujer, mi saliva y mi palabra… YAÍ. Ya puedes irte… GUACAMAYO. No, Flor Amarilla, sin decirte antes lo que tienes que hacer para salvar al mundo de esta ficticia cadena de días noches que a nada conduce… YAÍ. ¿Tú crees? GUACAMAYO. ¡A nada conducen los días y las noches, los días y las noches, los días y las noches! Tropelía de dioses indigestos de sangre hedionda de pájaros, dioses sin habla que se cortan las uñas para botar a los brujos medias lunas con filo, instrumentos de arañar, de tatuar, para envolver a los hombres en raíces inarrancables, viejas heridas cicatrizadas… YAÍ. Y ahora recuerdo que lo oí pasar por mi suelo. Decía: «… yo te conocí, cuando no eras mujer, en el Lugar de la Abundancia, cuando eras agua y contigo mitigué mi sed, cuando eras sombra de pinal y yo el dormido, cuando eras barro de comal para cocer tortillas titilantes…» GUACAMAYO. YAÍ. Y ahora recuerdo que lo oí pasar por mi sueño. «… Mi madre era ciega, decía, pero ella te veía pasar por mi júbilo y yo te vela pasar por los ojos de ella que no te veía…» GUACAMAYO. Recuerdas al Guerrero Amarillo… YAÍ. A Cuculcán, seré su esposa hasta la aurora… GUACAMAYO. No. YAÍ. Las mujeres somos de día flores y elle noche mujeres, por eso el Guerrero Amarillo me debe haber visto como una flor amarilla GUACAMAYO. Y todo lo que está pasando… YAÍ. ¡Hasta tu moquillo! GUACAMAYO. ¡Mi moquillo, todo es bastimento del destino, para que esta noche escalpes a Cuculcán y sigas al Guerrero Amarillo que te lleva en el corazón! El te vio pasar cuando su madre que era ciega te vio pasar par su júbilo. ¿Por quién sino por ti se llama él mismo el Guerrero Amarillo? YAÍ. ¿Es fuerte? GUACAMAYO. Una vez puso su espalda en el río para que cien mujeres en cien días distintos lavaran su ropa, y no tembló un solo día, salvo, el día en que llegaste tú a lavar tu huipil de flores de trueno. YAÍ. Habría jurado, y ahora me explico, que ese día sentí que las piernas se me iban en el río alargando en carne de burbujas, y que de la cintura para abajo me habían acariciado dos manos grandes de piedra, agua, aire y hierbas de quemado perfume. GUACAMAYO, ¡El Guerrero Amarillo te lleva en el tarazón! YAÍ. Tuve que dejar el trapo que lavaba, no recuerdo bien si era el huipil de flores de trueno, y sentarme a la orilla del río temblando de una angustia placentera que nunca sentí antes en los senos duros, en las piernas flojas, en los cabellos sudorosos, en los labios… ¿Quién sabe cuál es el verdadero amor?… GUACAMAYO, ¡Acucuác, el tiempo acorta! YAÍ. ¿El Guerrero Amarillo me lleva en el corazón? GUACAMAYO. Si, Flor Amarilla, el Guerrero Amarillo te lleva en el corazón. YAÍ. Ahora dime lo que tengo que hacer. ¿Cómo dices que se llama? GUACAMAYO. Chinchibirín… YAÍ. Bajo la piel de mi aliento, se disimula en las palmas de mis manes, el espejo de tu voz. GUACAMAYO. Y así debes mantener mis espejos, bajo la piel caliente y perfumada de tu aliento de mujer… YAÍ. La piel del engaño, acucuác… GUACAMAYO. Eres mujer, palabra envuelta en palabras, engaño envuelto en engaño y como mujer quieres salvar tu ilusión. YAÍ. Piensa tú por mí que yo ya no pienso más que en lo que debo hacer con el Poderoso del Cielo y de la Tierra, cuyo amor sólo dura una noche, el que se hará el dormido cuando vengan a arrancarme de su lecho, para ser arrojada al Baúl de los Gigantes. GUACAMAYO. Conseguí comunicarte mi odio pata ese Gran Señor, tirano y egoísta, dueño del Palacio de los Tres Colores, en el que pasamos de la mañana a la tarde, de la tarde a la noche, de la noche a la mañana, por pasar el tiempo. YAÍ. ¡Dime ya lo que debo hacer! El Guerrero Amarillo me lleva en el corazón. GUACAMAYO. Al venir Cuculcán, que ya no tarda, a oler a Flor Amarilla graciosamente inclinada para que la huela bien, el olor de la mujer emborracha al hombre, tomarla por el tallo para llevarla al lecho nupcial y decirle palabra de amor, Flor Amarilla frotará sus manos acariciantes en los cabellos del Poderoso Cuculcán, hasta que le brille la cabeza como un espejo. Se oye lejana melodía de flautas de caña y ocarinas. Yaí y el Guacamayo empiezan a retirarse La música se acerca, cortada por gritos de fiesta. YAÍ. Debo embadurnarle tu saliva de espejo en los cabellos. GUACAMAYO. Salen Yaí y el Guacamayo. Cuculcán aparece desvistiéndose. Deja caer la máscara, el carcaj, las calzas y los atavíos rojos. Se repiten escenas rituales de la primera cortina negra: mujeres que le visten y atavían y las ancianas que le ofrecen bebidas, hacen las quemas del póm, y las que traen danzando los barandales floridos. Después de estas ceremonias, al quedar solo Cuculcán, entra Yaí y se arrodilla. YAÍ. ¡Señor, mi Señor, mi Gran Señor! CUCULCÁN. ¡Hueles a los encajes que el agua de la dicha riega en las orillas de mis dientes! ¡De la punta de mis pies a mi cabeza tengo una escalera de latidos para que subas conmigo a las ramas en que se reparten los frutos, las flores, las semillas, las cinco semillas de los cinco sentidos! YAÍ. ¡Tu palabra y tus dientes de pedernal son de anciano! ¡Ay de la mujer que al que quiere no lo encuentre mil años anterior a ella, como un roble hermoso! ¡No nacían mis antepasados y ya. tú dabas sombra! ¡Debes quererme como el agua quedamente, profundamente, claramente, en doble concepto de sentirme fuera y dentro de ti! CUCULCÁN. ¡Eres mía en persona y en imagen! YAÍ. CUCULCÁN. ¡Eres mía en persona y en imagen y yo soy tuyo en imagen y en persona! YAÍ La imagen de mi Señor con mi persona, eso me entristece, el verdadero amor no es así CUCULCÁN Pero Sudor de Espinas Amarillas, no sabe que su luz me llega de tan suave lejos, que me recuerda el comal del cielo que se quebró en pedazos. YAÍ. Mi Señor está contento entonces de mi suave lejos de punta de espina, y cuando vuelva la Luna… CUCULCÁN. Sus pedazos cayeron en el corazón orgulloso de un Guerrero. YAÍ. ¿Aparecerá redonda, con su misma forma? CUCULCÁN. Hasta donde el Guerrero sea hábil redondeador de escudos. Tendrá que esforzarse por hacer casar los pedazos de la Luna uno con otro, para que le quede lo más redonda posible. Es una fábula… YAÍ. ¿No es cierto entonces que el Guerrero Amarillo…? CUCULCÁN. ¡Yaí corazón visible de tan bueno! YAÍ. ¿No es cierto entonces que el Guerrero Amarillo tiene la Luna en su corazón? CUCULCÁN. Es una fábula… YAÍ. CUCULCÁN. ¡Amor que hablas en mis brazos, yo te estoy soñando a YAÍ. ¡Quién sea que me esté soñando que despierte, yo me quiero borrar en seguida de la existencia, del engaño de los sentidos! CUCULCÁN. ¡Amor que hablas en mis brazos, si yo no te estoy soñando, que no despierte el que te está soñando, que dure’ su, sueño mientras estés conmigo! YAÍ. ¡Ah, Señor el que me tiene viva en él y viva en mí, porque me sueña, despertará antes de la albada! CUCULCÁN. ¡Yo soy el que te tengo viva en mis brazos y viva en mi sueño! YAÍ. Pues despertarás de tu sueño de amor, en el que soy tu creatura, creada por ti, tu creatura de sueño, antes de la aurora y entonces un velo de sombra cubrirá el recuerdo de tu Sudor de Espinas Amarillas. CUCULCÁN… No agarro bien el sabor de lo que me dices; pero sabe a reproche de piedras preciosas que se han vuelto mieles de colores, y estoy pegado a tu costado como un mosco a una pálida dulzura de esmeralda y malva, y tus espaldas me dan Oriente de perlas de azúcar, y tus muslos me hacen subir por los rubíes de los guerreros a la alcoba de las constelaciones, bajo los verdes campos de jade tas de tus manos, que tienen en sus cuencos de nido, la forma de tus senos casi azules… YAÍ. ¡Me quiero borrar de la existencia, antes de la aurora, y si estás soñando que me amas, despierta, no quiero ser un engaño entre tus brazos! CUCULCÁN. YAÍ. CUCULCÁN. ¡Otra vez girasol de sol a sol! ¿Quien fue primero, el sol o el girasol? YAÍ. ( ¡Cuculcán en el día y en la noche girapicina azul de ápices de oro! CUCULCÁN. ¡Girasol, sol de gira, girasol, ilusión de un sol y de otro sol! YAÍ. ¡Estrellita de mar nacida flor, alfiletero de la puercoespín! CUCULCÁN. YAÍ. CUCULCÁN. ¡Y otra vez girasol de sol a sol, sol, girasol y gira, girasol! YAÍ. CUCULCÁN. ¡Otra vez picaflor de flor en flor! Recuerdo de la flor ¿qué fue la flor? YAÍ. ¡Calcomanía que era sin ser flor, jardín de aerolitos en semilla! CUCULCÁN. ¡Picaflor, flor de pica, picaflor, ilusión de una flor y de otra flor, molinito de luz que muele miel y en volando hacia atrás, pájaro-flor! YAÍ. ¡Estalactitas del sonido amor en las antenas de las mariposas que se nutren de estambres y pistilos para captar la voz del picaflor! CUCULCÁN. ¡Y otra vez picaflor de flor en flor, flor, picaflor y pica, picaflor! YAÍ. CUCULCÁN. ¡Toda sangre gime como tórtola! ¡Mis ojos al Norte, al Norte el sentido de mi vista, para que entre las pestañas de los pinos vea el agua dormida, vea el agua y despierta! YAÍ. ¡Sol, girasol y gira, girasol! CUCULCÁN. ¡Mi sangre es el ave que me sostiene azul! ¡Mis orejas al Sur, al Sur el sentido de mi oído, para que entre los peñascos de los huesos: de la tierra, cara aporreada, haya quien recoja los ecos de la ‘tormenta primaveral! YAÍ. ¡Ilusión de un sol y de otro sol! CUCULCÁN. ¡Mis narices al Oriente, al Oriente el sentido de mi olfato, para que entre los cabellos de la lluvia vaya mi aguja con dos ojos enhebrada a un solo aliento! YAÍ. ¿Quién fue primero, el Sol o el girasol? CUCULCÁN. ¡Mi lengua al Poniente, al Poniente mi sentido del gusto, labios, dientes, saliva, palabra, paladar, fruto y canto, inseparable todo el cielo de mi boca! YAÍ. ¿Y el tacto? CUCULCÁN. ¡Mi tacto a la Primavera! ¡A la Primavera mi sentido de sentir las cosas! ¡Granada de rubíes en cáscara de oro, soy. y mi tacto verde, es la esmeralda de la Primavera! ¡Oro y cielo, eso es la Primavera! Un trueno, al tiempo de hacerse noche profunda, ahoga todos los sonidos. La luz vuelve paulatinamente, después de la tempestad. Han desaparecido Yaí y Cuculcán. Blanco Aporreador, rodeado de los Chupamieles y las Tortugas, toca sus tambores. Baja la nube en que se había ido la Abuela de los Remiendos. Todos corren a desanudarla. Tortuga Barbada la saca y la tiene en brazos. Todos se muestran jubilosos de volver a verla. BLANCO APORREADOR DE TAMBORES. ¡Tuya la sabiduría, Abuela de los Remiendos! ¡Tus uñas de pedernal anciano cicatrizaron la locura de Cuculcán, cuando sólo le andaba en el pelo! ¡Sólo en el pelo le andaba la locura, el fuego de la quema, y ya las nubes vagaban como locas! Blanco Aporreador de Tambores toca sus tambores, rodeado de los chupamieles que bailan y giran diciendo los versos del girasol y el picaflor, combinados al capricho. BLANCO APORREADOR DE TAMBORES. ¡Tuya la sabiduría, Abuela de los Remiendos! ¡De la noche a la mañana habría acabado el mundo, sin tu aguja de imán verde cuyo ojo es el espacio! El hilo de tu costura es el hilo de tu cabello, pero corta como el más afilado pedernal cuando con él te armas en defensa de las cosas buenas, Abuelita de las Abuelas. De nuevo suena el tambor y bailan las chupamieles bailan o giran, repitiendo los versos al capricho. BLANCO APORREADOR DE TAMBORES. ¡Tuya la sabiduría, Abuela de los Remiendos! Y el mundo por tu aguja seguirá la realidad y en los espejos, en los hombres, en las mujeres y en los guacamayos. Cada uno en su mundo, afuera, y todos reunidos en el espejo sonámbulo del sueño. Pero la mujer no volverá a amar como el hombre. La mujer amaba como el hombre antes de oír al Guacamayo. Ceniza de pelo de Cuculcán cayó en su corazón. Amará con locura. Sin saber cómo amará. Un amor que no alcanzará a recibir una sola puntada de tu aguja, nacido de su instinto, crecido de su instinto, envenenado de su instinto. Y con sus manos enloquecerá a los hombres, como habría enloquecido a Cuculcán, si no lo salva tu sabiduría TORTUGA BARBADA. ¡Abuela de los Remiendos Blanco Aporreador toca sus tambores alegremente. Los chupa mieles bailan y giran y dicen los versos de picaflor y girasol. |
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