"La Exhalación" - читать интересную книгу автора (Gary Romain)

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Al menos había una cosa muy notable respecto al joven. Estaba completamente exento de lo que De Gaulle llamaba, en el latín de entrecasa de Moliere, paralysus respectas, la clase de reverente rigidez que parecía apoderarse de todos los franceses en presencia del general. Por lo demás, tenía aspecto de ser bastante distinto de los productos usuales de la École Nórmale Supérieure; de hecho, se aproximaba más a lo que uno espera de un egresado de la École de Beaux Arts. Una cierta aureola de temeridad, o de arrogancia, y la expresión, los rasgos -la agresiva nariz grande, la línea fina y sardónica de los labios- por alguna razón le recordaban a Francois Villon, aunque nadie verdaderamente conocía la apariencia física del poeta presidiario del siglo XV. De repente el general se sintió disgustado por la dirección que estaban tomando sus pensamientos: si había alguien allí que tenía que impresionarse, debía ser a la inversa. Pero este joven había sido elegido en el College de France a la edad de veintinueve años, y esto había encendido en el francés más excelso de este siglo, una chispa de interés y un sentimiento amistoso.

Los dos hombres se miraban ahora de manera extrañamente personal, casi abstracta, como si su encuentro constituyese un rito en beneficio de los biógrafos y de la posteridad, como si no tuviesen en común nada más que la historia.

En la breve nota que le preparara el consejero científico, el profesor Menard, la última frase expresaba: "Mathieu es un hombre muy difícil, insólito e irritante. En su carácter hay una vena fuertemente anarquista de bohéme; su vida, sus costumbres y su conducta son a menudo extremadamente desordenadas. En sus relaciones personales se ha mostrado totalmente exento de principios y de escrúpulos". Sin embargo, a De Gaulle se le había explicado que Mathieu le había quitado la mujer al profesor Menard, la cual, dos semanas después, había regresado sollozando al lado de su marido, por lo que el general sospechó que el juicio del consejero no era enteramente imparcial.

Mathieu miraba la cara de De Gaulle con franca curiosidad, pero por su expresión era imposible enterarse de nada. Una doble catarata, extraída demasiado tarde, había provocado la inescrutabilidad más famosa del mundo, la más llamativa aunque menos deliberada. Erguido y dominante, gótico en cada línea y rasgo del rostro, cada año parecía más medieval, como si el correr del tiempo lo hiciera retroceder hacia su fuente, el siglo de Saint-Louis. Una estatua de un rey o de un caballero gisant, que de alguna manera había sido erigida con anterioridad a la catedral que la rodeaba. Lo único que faltaba en la mano del gigante era la empuñadura de un pesado sable.

– Mi gobierno está muy interesado… en su notable descubrimiento, señor Mathieu, -dijo el general-. ¿Podría usted explicarme algo más, sin la jerga científica acostumbrada? Todo este palabrerío sobre "antigravedad" y "antimateria" suena como si los científicos estuvieran encubriendo una enorme, obscura e incómoda brecha de la sabiduría y de la inteligencia. Me recuerda a Leprince-Ringuet cuando usaba el término "onda de probabilidades" para descubrir el extraño y errante comportamiento de las moléculas en el átomo…

Mathieu estaba sentado y tenía las piernas cruzadas, gesto que nadie se atrevía a adoptar en ese despacho.

– En realidad, mon general, aún nos queda mucho trabajo por delante. Sabemos exactamente cómo apresar la energía, pero todavía se nos escapa la definición científica de su verdadera naturaleza. Necesitamos investigar más. La entidad de que disponemos es el Centre National de Recherche Scientifique, lastimosamente inadecuado… y es por eso que estoy aquí. Necesitamos más fondos. Por supuesto, podríamos recurrir a la industria privada. Nos darían todo lo que necesitamos… y nos amarían por ello.

Había algo definidamente desagradable respecto del joven, comentaría De Gaulle tiempo después a Burin des Roziers. Era muy descarado.

– ¿Entonces, ¿qué es lo que sabemos sobre esta energía? -preguntó el general amablemente, como para recordar a Mathieu que el tiempo era breve.

Mathieu prosiguió con toda calma. Aunque tenía puesta una corbata, la boheme era ostensible: un traje de corderoy, camisa verde y roja y la cabellera salvaje, larga y descuidada. Parecía tener mucho menos de treinta y dos años. Infatigablemente, en cualquier manifestación en el barrio Latino, la policía lo hubiese hecho arrestar sin tardanza tomándolo por un agitador.

– En una escala modesta y práctica, hemos conseguido hacer dos cosas. En 1893, en el Instituto Real de Ciencias de Wurttemberg, Klaus constató que toda desintegración genera energía. En un lapso de cien años, el uranio pierde la mitad de su volumen… El plutonio 293 también. Por supuesto que Klaus no sabía nada de esto. Se limitó a demostrar que toda materia con vida genera o si usted prefiere, pierde una cierta cantidad de energía en "el momento cero de la desintegración", como lo llamó en forma bastante poética, y que es la muerte fisiológica. Por supuesto, pensó en términos de calor, de una pérdida de calor. No se le ocurrió que el calor del cuerpo humano es apenas una señal de otra cosa, y de algo más. Dentro de nosotros hay una partícula de una fuerza fantástica. Hemos conseguido calcularla y apresarla. Luego llegamos a un fenómeno notable. De toda materia viviente, el cuerpo humano, en el instante que Klaus llamó "el momento cero de la desintegración", genera una gran cantidad de energía, una fabulosa cantidad, de un poder diez veces mayor que el del rayo laser, el que, como usted sabe, alcanza a un millón de kilovatios y tiene las mejores perspectivas por delante. Permítame decirlo de otra manera, mon general. Una fuerza fantástica ascendente comparable, si usted quiere, a los rayos cósmicos, surge de nuestro interior en el momento de la muerte fisiológica, como si fuese arrastrada por alguna fuerza cósmica infinitamente poderosa. Lo realmente interesante desde el punto de vista social, es que no cuesta nada. Es ciertamente, para definirlo, -ya que la muerte significa un suceso común- la fuente de energía disponible más barata de la tierra, mientras existan los seres humanos. Un verdadero presente divino para la ciencia. Como usted sabe, hemos conseguido apresarla por métodos bastante simples, gracias a la brillantez tecnológica de mi colega el profesor Chávez.

Se notaba que el general estaba extrañamente molesto, e incluso irritado.

– Ya entiendo, pero aún no alcanzo a comprender su…

Era obvio que estaba buscando otra palabra que no fuese la que automáticamente había pensado. Mathieu sacudió la cabeza. La educación religiosa, pensó. Nunca se consigue superarla.

– …su "su velocidad de ascenso". ¿Cómo puede ser apresada?… Contenida dentro de algo. Ya que es tan poderosa, ¿cómo es posible que no se abra paso nuevamente y consiga liberarse…?

Mathieu disfrutaba con el vocabulario. Se sintió satisfecho al darse cuenta de que en la voz de De Gaulle se notaba un tono de irritación diferente. Era evidente que el general sentía que, de ser esta energía la propia conseguiría liberarse, fuese quien fuese el que se interpusiera en su camino: Roosevelt, Churchill, Stalin, o algún mecanismo técnico.

– Hemos conseguido controlarlo completamente -respondió Mathieu con satisfacción.

Ahora De Gaulle estaba francamente furioso. Que algún cachorro científico cualquiera se proclamara capaz de haber conseguido un "control total" de sus fuerzas íntimas, era ultrajante, un insulto personal.

– Hemos conseguido un control total sobre la energía individual creando lo que Fermi llama las condiciones "desagradables" para ella. En este caso, la aleación de pascalita del recipiente. Trata de escapar girando constantemente a una velocidad fantástica. A este fenómeno nosotros lo llamamos "morder la cola". El otro factor que contribuye a este "girar" dentro del captador es un desequilibrio de gravitación elemental, o "estremecimiento", y nuevamente, una aleación especial, la pascalita. Hasta ahora esfa fuerza colosal ha sido desperdiciada completamente. Presumimos que se pierde en el espacio.

– O tal vez regrese al lugar de donde emanó -agregó el general. Mathieu asintió cortésmente.

– Por supuesto. No hay ninguna prueba de que no sea apresada en algún otro lugar y allí se la haga trabajar eternamente.

El tono de Mathieu era enteramente objetivo y desprovisto de ironía, pero el general lo miró con evidente desagrado. Más tarde le contaría a André Malraux: "Clemenceau decía: la guerra es un negocio demasiado serio para dejarlo en manos de los militares. Y mira lo que sucede con el comunismo, ahora que los comunistas se apoderaron de él, o con la Iglesia Católica en manos del clero. Estamos acercándonos rápidamente a un punto en que no podremos seguir confiando la ciencia a los científicos".

– Usted nos está presentando un problema complicado -respondió el general.

Tomó un cigarrillo de una caja de malaquita del escritorio y lo dejó colgando del costado de la boca. Era un gesto completamente insólito que lo hizo parecer más joven. Mathieu pudo casi advertir la cara del oficial cadete de Saint-Cyr que irrumpía en la máscara de la vejez. Del bolsillo extrajo un encendedor, se levantó y se apoyó en el escritorio y le ofreció fuego.

– Merci.

– Por favor, mon general, quédese con el encendedor. Seguirá encendiéndose para siempre.

El cigarillo aún pendía de los labios del general. Lo sacó rápidamente y lo posó sobre el cenicero. Sus ojos miraban la cara de Mathieu y su rostro se había petrificado, lo que en De Gaulle significaba una gran emoción.

– Sabrá usted, Monsieur le professeur, que si no conociese a conciencia todos sus antecedentes científicos, lo hubiese considerado como una especie de bromista…, o más bien un provocateur. Sin embargo, sus colegas más serenos y responsables me han asegurado que su… que lo que usted ha logrado no es el vuelo de una fantasía poética, una… métaphore, sino que, por encima de toda duda, es una realidad.

– Mon general, -dijo Mathieu tranquilamente-, desde la mitología griega, Prometeo, Sísifo, después Fausto, y todo el resto -sin olvidar, por supuesto, al Aprendiz de Brujo y a otras fábulas- todos, incluyendo a Edipo y al átomo, han empezado como una licencia poética, como una… metáfora, para luego convertirse invariablemente en una realidad terrena. Ciertamente, el propósito de la ciencia parece dar validez a las metáforas. Sodoma y Gomorra, el Occidente materialista y el Oriente materialista, las parábolas y las fábulas… todas las metáforas apuntan hacia alguna verdad histórica y científica. La humanidad, desde el principio se ha relatado a sí misma todo sobre sí misma, pero nunca lo ha creído. Si algún día llegase a perecer, será por puro descreimiento… Sin embargo, ni realizando esfuerzo alguno de la imaginación, un hombre moderno y cuerdo consideraría que la palabra "alma" entra dentro de la exhalación. Lo mismo que no cree en un edificio de armas nucleares, o en lo que llamo el síndrome de Calcuta, aquel de los millones de hombres a quienes se deja morir de hambre, de ignorancia, de mugre… Esto, mon general, en cuanto a la metáfora. Lo que mis colegas y yo estamos tratando desesperadamente de averiguar es qué clase de decisión tomará Francia al respecto. No existe absolutamente ninguna duda de que todas las fuerzas más importantes ya están preparadas para volcarse hacia el nuevo campo de la energía. Les hemos presentado todos los hechos. Los chinos ya están construyendo las nuevas plantas de fuerza. Y Francia, ¿qué es lo que hará?

Por un momento, De Gaulle permaneció en silencio, y perfectamente; luego sonrió, y en esa sonrisa había más que un rastro de astucia.

– A usted le interesará saber que desde la muerte del Papa Juan, en el Vaticano ha tenido lugar un debate teológico. La iglesia está atravesando por una gran crisis, motivada por los… nuevos tiempos. No han llegado a una conclusión final, no obstante el punto de vista de la mayoría parece ser ya muy claro. Si en esto estuviese involucrado nuestro espíritu eterno, dudo mucho -sí, en realidad, la idea es- que nuestro Creador permita que nosotros capturemos, esclavicemos y usemos como base de necesidades materiales algo que le pertenece a Él, y nada más que a Él. Como le dije, el debate aún continúa, mas hasta ahora parece que éste es el punto de vista que prevalece en el más alto nivel teológico, exceptuando a los cardenales Bea y Suytens. Su Santidad Pablo VI, el nuevo Papa, aún no se ha definido. Pienso que usted, como muchos jóvenes de hoy en día no será una persona religiosa, pero para un creyente, no es claro que nuestra alma no esté involucrada, y no veo la razón por la que su notable contribución científica no pueda ser empleada con un buen fin para el beneficio de la humanidad.

– Por supuesto que no -afirmó Mathieu.

Estaba profunda y respetuosamente impresionado. La facilidad dialéctica que el viejo zorro estaba utilizando para desenredarse y evitar la trampa bajo sus pies cristianos, era realmente admirable.

"Un espíritu indomable -pensó-, no desprovisto de cierta cantidad de anhelo profesional"… Tenía una clase de energía que le hubiera gustado utilizar con sus propias manos.

– Y ahora, señor Mathieu, antes de separarnos, ¿puedo preguntarle por qué usted y sus colegas han comunicado con una velocidad tan notable su invento a todas las otras… grandes potencias?

– Pensamos que lo merecían -manifestó Mathieu con una sonrisa simpática-. Además, ya estaban haciendo gigantescos esfuerzos en la misma dirección. Hombres como Perrin, Teller, o Kapitza en Rusia -y no olvidemos a los chinos- tienen la necesaria capacidad intelectual y moral para llegar sin la ayuda del Círculo de Erasmo. Les hemos dado un pequeño empujón, solamente para acelerar el proceso. Es todo.

Dos días después, en un aparente non sequitur, y sin dar ninguna importancia al asunto que estaban discutiendo, De Gaulle le dijo de pronto a Malraux:

– ¿Sabes cómo llama este joven interesante a este… combustible, o energía? Lo llama el "rendimiento". Lo que significa que ambos, Stalin y Hitler, han ganado una guerra diferente de aquella por la que lucharon. Ganaron, y su victoria está allí para siempre. En 1914 y luego en los años treinta, tuvimos que elegir entre la cultura y la civilización, y elegimos mal.

Luego le mostró a Malraux el encendedor. El escritor lo encendió y miró la llama color naranja brillante.

Era el día de la prueba nuclear francesa en Polinesia. La llamita continuaba ardiendo firmemente. Malraux, a quien la señora de De Gaulle a veces llamaba el "demonio", rió. Y aseveró: -En momentos en que todos piensan en las vacaciones y en estar ociosos, la idea de trabajar horas extra, por así decirlo, será recibida con puños apretados y rechinar de dientes. Pero no hay sublevamiento.

De Gaulle se había apartado del escritorio. Acompañó a Mathieu hasta la puerta.

– Espero que usted tendrá la protección policial adecuada, -le dijo con un poco de jocosidad-. Si alguna vez lo secuestran y piden un rescate, para pagar lo que usted vale no habrá oro suficiente dans nos coffres, "en nuestras arcas".

– Estoy sobreprotegido, mon general. Y nuestros policías no están solos. Casi nunca salgo del laboratorio sin advertir por lo menos tres personas bien intencionadas. Los rusos y los norteamericanos me han contado que me protegen contra algún secuestro. No he visto a ningún chino. Mes respects, mon general.

De Gaulle se acercó a la ventana paseando la mirada por los canteros verdes de los Champs Ely sees. Trataba de controlar la furia. En todos sus años de actividad, esto era lo más ofensivo, la cosa más insultante e inaceptable que jamás había oído. Inmediatamente pondría un punto final a la infamia. Llamó al edecán, el coronel Berthier, que de una sola mirada supo que el presidente estaba de un humor detestable.

– Haga el favor de llamar a Frey y a Papon, y pregúnteles cómo es posible que se les permita a los norteamericanos y a los rusos otorgar "protección policial" a un ciudadano francés, dentro de los límites de Francia. Quiero que esto cese inmediatamente. Inmediatamente, ¿entiende?

– Oui, mon general.

El embajador norteamericano y el ruso tendrían que oír hablar de esto.