"La Exhalación" - читать интересную книгу автора (Gary Romain)7En medio de los vericuetos del tráfico de París, el Citroen azul se movía lentamente. La máquina del auto constituía el más perfecto esfuerzo logrado por el Círculo de Erasmo hasta ese momento, después que el combustible común había sido reemplazado por la exhalación. Sin embargo no faltaron algunos problemas con la prensa. La noticia de que un grupo de científicos franceses estaban experimentando un concepto completamente nuevo de un automóvil "a propulsión atómica" había llegado hasta los diarios, lo que culminó con una visita de los periodistas al garaje. Se les dieron las respuestas usuales de "costos prohibitivos", y perdieron rápidamente el interés. En la misma época ocurrió el desgraciado incidente de Albert, el chofer de taxi. Después de la filtración en la prensa, decidieron guardar el Citroen fuera de la ciudad, en el garaje de la casa de Valenti en Fontainebleau, donde tenían una sucursal del laboratorio y un taller escondido al resguardo de la – Mm… Los otros esperaron nerviosamente. – Mm… – Allí tienes mil años de cultura, -murmuró enojado Mathieu, agachándose junto al viejo conductor de taxi-. Voltaire, el racionalismo, el ateísmo, el marxismo, y luego Consiguieron que volviera en sí; pero los ojos seguían dilatados, helados y tenían una expresión de horror. Tal vez el síntoma peor fue que lo hicieron beber media botella de coñac sin que se emborrachara. La idea era dejarlo completamente borracho y luego convencerlo de que nunca había oído lo que creía haber escuchado. – El alcohol es la maldición de Francia -lo amonestaba severamente Mathieu, apretándole la botella de coñac contra los labios-. Se empieza por escuchar voces, como Juana de Arco, no es que Juana de Arco bebiera ni nada por el estilo. Lo que quiero decir es que se oyen cosas, o se ven culebras o ratas… Por las miradas que les dirigía era evidente que Albert no estaba viendo nada de eso. – Tranquilo, ahora, tranquilo… -le decía Mathieu para calmarlo. Luego saltó del sofá dirigiéndose hacia la puerta. Mathieu visitó al conductor de taxi todos los días, y lo tranquilizó el hecho de que tanto la esposa de éste como el médico consideraban que estaba en trance de delirium tremens. Tenía muchísima fiebre y deliraba. El médico sacudía la cabeza cuando escuchaba la delirante narración de Albert respecto del automóvil que funcionaba mediante la "fuerza del alma humana". Pocos días después, la esposa de Albert llamó a Mathieu por teléfono y le dijo que el viejo se estaba muriendo y que "yo le cuento esto porque usted ha demostrado ser una persona tan gentil". Mathieu en ese momento estaba trabajando en el garaje de Fontainebleau, donde no había ningún otro auto disponible más que el Citroen. Lo tomó y se dirigió hacia la casa donde vivía el viejo matrimonio, cerca de Villette. El auto tenía una capacidad de cuatro exhalaciones, pero funcionaba con una sola, y la aguja en el contador Por un momento Mathieu le dirigió una mirada seria y enseguida se dio cuenta de lo que sucedía. Ni siquiera se tomó el trabajo de subir. Albert había muerto y ahora, por así decirlo, se había sentado dentro del motor del Citroen. Mathieu regresó a su casa y se emborrachó. De alguna manera se sentía responsable de la muerte del viejo. Cuando discutían temas científicos debían ser más precavidos, aunque, ¿cómo podían haberse enterado de que un profano los estaba escuchando? Odiaba la expresión "mártir de la ciencia", pero, en cierto modo, era el caso del Se sintió triste, furioso y apenado. Era imposible hacer que la gente se beneficiara ampliamente de la ciencia y de los progresos ideológicos sin haber elevado, previamente, el nivel cultural de las masas. Tenían que descartar todos los moldes que aún comprimían las mentes. En realidad, lo que se necesitaba antes de que la exhalación fuese utilizada masivamente era despertar un renacimiento cultural. Rió y después se emborrachó de tal manera que casi llega hasta el dormitorio para despertar a May y contarle el chiste, la forma en que el auto estaba estacionado a menos de cincuenta metros del exhalador, y de cómo ahora tenían la exhalación de Albert haciendo funcionar al Citroen. Recordó, sin embargo, y a tiempo, que ella carecía de sentido del humor y también que era religiosa, por lo que no había nadie para compartir la broma. Se dirigió al baño y metió su cabeza culpable dentro del lavatorio dejando que le cayera agua fría para desembriagarse y poder embriagarse nuevamente. Si había algo que odiaba era tener inconvenientes mecánicos. Además, le había tomado afecto al viejo chofer de taxi; le gustaba el acento |
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