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Capítulo II LA REUNIÓN DE MOSCÚ

El 2 de enero de 1914, a las 12 del día, el profesor Kashtánov llegó en automóvil al Hotel Metropol y llamó al cuarto 133, que le había indicado el conserje. Abierta la puerta, el profesor se encontró en una vasta habitación luminosa donde había ya unas cuantas personas. Uno de los presentes se levantó al encuentro de Kashtánov y, tendiéndole la mano, exclamó:

— Tiene usted la puntualidad de un reloj, Piotr Ivánovich, a pesar de este tiempo, que es una verdadera nevasca siberiana. Esta circunstancia me parece de perfecto augurio para nuestra empresa. Me alegro mucho de que haya venido usted y de tener el honor de saludarle. Soy Trujánov, y permítame usted que le presente a las demás personas aquí reunidas.

Uno a uno se levantaron y fueron presentados a Kashtánov:

— El privado docente Sermón Semiónovich Pápochkin, zoólogo.

— Iván Andréievich Borovói, meteorólogo del Observatorio Físico Central.

— Mijaíl Ignátievich Gromeko, botánico y médico.

En medio de la habitación estaba extendido sobre una mesa redonda un gran mapa de la región ártica donde habían sido trazados en gruesas líneas de color los itinerarios de las expediciones de los últimos cincuenta años. Al norte de la península de Taimir figuraba ya la tierra que sólo en el verano de 1913 había descubierto Vilkitski*.

Cuando todos tomaron asiento en torno a la mesa, Trujánov comenzó a hablar así:

— Según les demuestra a ustedes este mapa, las cinco sextas partes de la región ártica comprendida entre Siberia, Europa Septentrional, Groenlandia y América del Norte se hallan surcadas por los itinerarios de numerosas expediciones. Sin embargo, el sorprendente descubrimiento de una tierra hecho hace poco tiempo por Vilkitski ha demostrado que en este aspecto todavía son posibles para la ciencia grandes conquistas. Tan sólo hace falta encauzar los esfuerzos debidamente, utilizando la experiencia de todos los predecesores.

— Las gloriosas expediciones de los siglos XVII y XVIII de Pronchischev, de Láptiev, de Dezhniov, de Bering y las investigaciones de Wrángel y de Middendorf en la primera mitad del siglo XIX en el extremo norte de Siberia son continuadas actualmente por las expediciones de Sedov, de Brusílov y de Rusánov, dedicados la exploraciones en los mares de Kara y de Barents. En esta misma región ha penetrado también Vilkitski que, naturalmente, proseguirá sus investigaciones. Yo no quiero hacerles competencia.

— Mis planes — continuó Trujánov después de una breve pausa— se refieren a otra parte de la región ártica.

— Miren ustedes esta gran mancha blanca al Norte de la península de Chukotka y de Alaska; ¡no la atraviesa ni una sola línea de color! El desventurado Jeannette, atenazado por los hielos, pasó al Sur de esta mancha. Las últimas expediciones de Sverdrup y de Amundsen actuaron más al Este, entre las islas del archipiélago norteamericano.

— Sin embargo, en los límites de esta mancha debe haber una tierra desconocida de todo el mundo o bien una gran isla de área igual, por lo menos, a la mitad de Groenlandia. También es posible que haya aquí todo un archipiélago. Vean ustedes que en el extremo oriental de esta mancha está señalada una tierra problemática vista desde lejos por Crooker y, en el extremo meridional, la Tierra de Kinan. Nansen piensa que en esta parte del Océano Glacial no hay ninguna tierra grande. Peary, por el contrario, está convencido de que, desde el cabo de Thomas Hobbard, vió al noroeste el extremo de un gran continente.

— Harris, que participó en el trazado costero y geodésico de los Estados Unidos de América, está seguro que existe ese continente, basándose en el estudio de las mareas en las orillas septentrionales de Alaska. Según sus palabras, todo el curso de estas oscilaciones del nivel del mar de Beaufort demuestra que no vienen del Pacífico a través del estrecho de Bering, angosto y poco profundo, sino del Océano Atlántico por un intersticio profundo comprendido entre Noruega y Groenlandia y que luego, entre el supuesto continente y las orillas Alaska y de Siberia, estas oscilaciones van debilitándose más y más. Si no existiera ese continente, la ola de marea alta iría desde el mar de Groenlandia, a traves del Polo Norte, directamente a las costas de Alaska y de Chukotka sin retrasarse ni debilitarse. La existencia del continente es demostrada, además, por el hecho de que el mar de Beaufort, abierto al poniente, los vientos occidentales acentúan la ola de la marea alta, mientras los vientos orientales la debilitan, llegando hasta dos metros la diferencia de altura de las olas. Este hecho sólo es posible en un brazo de mar aprisionado entre dos continentes. El supuesto continente sólo está separado por un angosto estrecho de las islas del archipiélago norteamericano. Si este estrecho no fuera angosto, la ola de la marea creciente del Océano Atlántico podría llegar a las orillas de la isla de Banks, encontrándose aquí con el flujo que hubiera contorneado dicho continente por el Oeste y el Sur, y ambas mareas habrían de exterminarse la una a la otra.

Pero las observaciones de MacClure en la orilla occidental de la isla de Banks han demostrado que aquí domina todavía el flujo que viene de occidente, del mar de Beaufort.

— Así pues — concluyó Trujánov su informe —, puede considerarse casi indudable la existencia de un continente o de un apretado grupo de grandes islas en esta parte de la región ártica y sólo queda hacer su descubrimiento y declararlas propiedad de Rusia. Me he enterado de que el gobierno del Canadá prepara una expedición para que penetre este verano en la mancha blanca por el Este. No se puede esperar más tiempo: debemos penetrar en ésa misma región por el Sur y el Sudoeste, por lo parte del estrecho de Bering.

— Por eso he decidido organizar y dirigir allá una expedición y les invito a ustedes a tomar parte en ella.

— Y ahora, permítanme ustedes comunicarles los planes más inmediatos. Desde este otoño está en los astilleros un barco del tipo del Fram, aunque más perfeccionado gracias ala experiencia de las últimas navegaciones. Dentro de unos días será botado y el capitán se hará cargo — de él para equiparlo definitivamente, Según el contrato, el barco debe estar listo a fines de abril y el 1 de mayo atracará en Vladivostok para recoger a los miembros de la expedición. A principios de mayo leva— anclas y tomaremos rumbo a Kamchatka, donde cargaremos en Petropávlosk una partida de perros de tiro y uno o dos hombres expertos en el manejo de estos animales. Si no logramos hacerlo en Kamchatka, podremos adquirir los perros en la península de Chukotka, en el estrecho de Bering, donde habremos de atracar a fin de aprovisionarnos de yukola** para los perros y de trajes de pieles para los hombres. Pasado el estrecho de Bering, no nos dirigiremos hacia el Noroeste como elJeannette, sino hacia el Nordeste, directamente a la tierra que buscamos. Está claro que pronto tropezaremos con los hielos y, a través de ellos, avanzaremos lo más posible; pero es muy probable que no lleguemos en el barco hasta las orillas de esa tierra y, entonces, desembarcaremos una expedición de trineos a fin de adentrarnos cuanto podamos hacia el Norte. La expedición llevará provisiones pana un año por si hace falta invernar o por si no consigue regresar para el otoño o por si el barco, que cursará a lo largo del extremo meridional de la tierra o de los hielos, no puede recoger a la expedición antes de que llegue la noche polar invernal. En el extremo de la tierra el barco irá dejando, a determinada distancia los unos de los otros, depósitos de provisiones a fin de que la expedición de trineos pueda completar las suyas también otro año en caso de ocurrir alguna desgracia. Pero si a fines del verano que viene no ha regresado el barco a algún puerto que tenga comunicación telegráfica con Europa, en la primavera del año siguiente saldrá una expedición de salvamento para buscar al barco y recoger a la expedición de trineos.

— Como ven ustedes — concluyó Trujánov —, aunque la expedición no se propone llegar al Polo Norte, sino únicamente investigar un supuesto continente al Norte del estrecho de Bering, también esta misión es bastante difícil. En el mejor de los casos, volveremos a Rusia muy entrado el otoño de este año, posiblemente sin haber visto siquiera la tierra que buscamos; pero lo más probable es que hayamos de invernar en los hielos, en el barco o en el continente, y volver dentro de un año o dos.. En el peor de los casos, podemos perecer, cosa que cada uno de nosotros debe tener en cuenta pana dejar sus asuntos en la debida forma.

Después de una pausa, durante la cual cada uno de los oyentes pudo reflexionar en el asunto, Trujánov añadió:

— Si cualquiera de ustedes, una vez explicado ahora el plan de la expedición, considera imposible tomar parte en ella, le ruego de todas formas que no hable con nadie de nuestros propósitos hasta principios de mayo.

— Si no me equivoco — observó Kashtánov— ha dicho usted al hablar de la expedición de los trineos: «La desembarcaremos en la orilla o en el hielo». Acaso no piensa usted participar en la exploración del continente desconocido, Nikolái Innokéntievich?

— Desgraciadamente, no, Piotr Ivánovich. Iré con ustedes en — el barco y en él me quedaré, porque apenas puedo caminar. Tengo una pierna amputada por debajo de la rodilla: me la rompí con tan mala suerte durante una ascensión por los Sayán que he quedado inválido y sólo sirvo para un régimen sedentario de vida.

— Entonces, ¿quién irá en la expedición de los trineos?

— Todos los presentes menos el capitán y yo, y también uno o dos hombres de Kamchatka o de Chukotka, es decir, de cinco a seis personas. La investigación de los tres reinos de la naturaleza estará asegurada y, aparte de estudiar los fenómenos atmosféricos, el meteorólogo se encarga de determinar las longitudes y las latitudes. ¿No es cierto, Iván Andréievich?

— Muy justo. Tengo bastante — experiencia — en este apecto— contestó Borovói.

— No pido una respuesta inmediata en lo que se refiere a tomar parte en la expedición — prosiguió Trujánov-. Que cada cual reflexione tranquilamente a solas en mi propuesta.

— Cuándo debemos dar la contestación definitiva? — preguntó Pápochkin.

— Dentro de una semana a esta misma hora. Desgraciadamente no puedo concederles un plazo más largo pana reflexionar, ya que, en caso de que alguno de ustedes no acceda, habré de buscar otro especialista que le sustituya y afines de enero debo volver a Siberia para dejar arreglados los asuntos de mi observatorio, que abandono por largo plazo.

Al cabo de una semana, las mismas personas se reunieron a la misma hora en la habitación de Trujánov. Faltaba el capitán, que había salido ya a hacerse cargo del barco. Ninguno de los hombres de ciencia renunció a tomar parte en la expedición, demasiado seductora a pesar de las privaciones y los peligros que auguraba. Trujánov estaba entusiasmado y observó que aquella unanimidad y aquella ausencia de vacilaciones garantizaba de anternano el buen éxito de la empresa. El plan volvió a ser debatido, y cada uno de los participantes hizo las observaciones de su especialidad acerca de los equipos científicos y personales necesarios.

Al día siguiente, todos regresaron a sus lugares de residencia para prepararse y poner en regla sus asuntos.



* Ahora se llama Tierra del Norte.


** En el Norte de Siberia se llama así el pescado seco, fundamentalmente del género de los salmónidos, que los habitantes preparan de antemano para alimentarse en invierno, ellos y sus perros.