"Alice E. Jones - Miss Four" - читать интересную книгу автора (Jones Alice E)Alice E. Jones Elsa Hornos
dijo en el telйfono: - Miriam,
siento tanto que no puedas ir... Sн, serб divertido. Y no te preocupes por
Julia. Miss Four la cuidarб. Espiу hacia
donde la sirvienta estaba sentada, cosiendo con su cabeza doblada sobre el
vestido de la niсa. - їQuй?... ЎOh,
es maravillosa! Maravillosa con Julia, sн. Ha estado con nosotros casi un mes.
Justo despuйs de que te fuiste al bungalow... ЎSн, por supuesto, un nuevo
vestido! Azul... - Le hablу amistosamente a la sirvienta: - La luz no es buena,
miss Four. Se arruinarб los ojos. - La luz es
completamente adecuada, seсora - dijo con precisiуn la seсorita Four, mirando a
Elsa. Era una mujer pequeсa, delgada y pбlida, muy gentil, de ojos y cabello
incoloros. Llevaba un vestido negro con cuello blanco, un broche blanco lechoso
como un ojo ciego, y medias y zapatos negros -. Puedo ir a la otra habitaciуn,
si lo prefiere - dijo cortйsmente, con una voz algo frнa. Elsa enrojeciу. - Oh, no, miss
Four, no quise decir eso... Sн, todavнa estoy aquн, Miriam. Quйdese donde estб,
miss Four. - Sн, seсora. -
La cabeza de la seсorita Four volviу a inclinarse; sus finos dedos remendaban
el vestido con habilidad. - їTe veo el
viernes, Miriam, en lo de Elena?... Bien. Y pienso que es una pena que la
seсora Gуmez no haya podido. - Si me
perdona, seсora - dijo la seсorita Four -, no pude evitar oнr. їLa seсora Gal
tiene dificultades para hallar alguien que se encargue de sus chicos? Sorprendida,
Elsa se dio vuelta, dejando el telйfono. - Un minuto, Miriam...
їQuй dijo, miss Four? - Perdуneme,
seсora - dijo la sirvienta, inclinando la cabeza en una breve imitaciуn de
reverencia -, si le parezco entrometida. Estaba por sugerir que, si la seсora
Gal trae sus chicos esta tarde, me darнa mucho gusto cuidarlos. Podrнan
inclusive quedarse toda la noche, seсora. Elsa sonriу con
deleite. - ЎMiss Four,
quй amabilidad de su parte! La seсora Gal le estarб muy agradecida. їPero no
serб demasiado para usted? - No, seсora,
en absoluto. - Se lo dirй,
entonces... Miriam, la miss Four se ofrece a cuidar de los chicos... sн, aquн.
Podrнan quedarse hasta maсana... їsн, no es cierto? їNo te lo dije?... la
seсora Gal quiere hablar con usted, miss Four. La sirvienta
dejу la costura y caminу hacia el telйfono. Tenнa un andar extraсamente
silencioso y rнgido, sus piernas la cargaban como si fuera un paquete. La
conversaciуn fue breve, consistente mayormente en «sн, seсora», «perfecto,
seсora» y «gracias, seсora». - їCuelgo,
seсora? - preguntу la seсorita Four, girando hacia Elsa. - Sн, por
favor... Miss Four, es realmente una gentileza. - No es nada,
seсora. - Sн, lo es.
Gracias. Muchas gracias... їPodrб tener lista la cena mбs temprano esta noche?
їAlrededor de las ocho? Tengo que vestirme. - Como quiera,
seсora. A las ocho. Durante el
primer intervalo en el baile del country, los Hornos y los Gal se sentaron
juntos en el porche, tomando tragos y charlando. - ЎElsi, esto
es precioso! - dijo Miriam Gal, reclinando hacia atrбs su cabeza oscura y
mirбndola con suavidad -. Tu miss Four es muy fina. Pero tambiйn es... - dudу,
frunciendo el ceсo - No piensas que hay algo... No, voy a parecer
desagradecida, olvнdate. - Es algo rara
- coincidiу Elsa, y sonriу. Se veнa excepcionalmente bonita en su vestido azul
oscuro, que destacaba su pelo rubio -. Es muy eficiente, no obstante, y muy
buena con Julia. - Es realmente
delicado de su parte hacerse cargo de tres chicos desconocidos en tan poco
tiempo - dijo Raъl Gal. - Oh, los
conoce - dijo Miriam -. Volvieron ayer de lo de Julia colmados de la
maravillosa miss Four. - Le gustan los
chicos - dijo Jorge Hornos con su sуlida y confortable voz -. Otra vuelta,
mozo. - Tenemos
suerte en tenerla - le dijo Elsa a Miriam, gravemente -. Y ella me gusta. - No querrбs
decir que tъ, en realidad... - Miriam se detuvo y comenzу de nuevo -. Los
chicos dicen que les cuenta cuentos. - їCuentos,
querida? - No cuentos,
el cuento - dijo Jorge -. Los chicos lo dejaron bien en claro. Les cuenta el
cuento. їSeguro que no estбs cansada, Elsi? Ella sonriу con
afecto. - No, Jorge. Ya no estoy invбlida. - їQuй tipo de
cuento? - preguntу Raъl ociosamente; era morocho y delgado como su mujer, los
Hornos eran rubios. Elsa riу. -
Nunca lo oн - dijo -. Es un secreto entre ella y los chicos. La mъsica vuelve a
empezar. Baila conmigo, Raъl. Los cuatro
chicos estaban sentados en sus camas, en el dormitorio de Julia. La cama de
Julia era doble y la compartнa con Carla Gal. Ambas tenнan siete aсos, una era
rubia y la otra morocha, ojos grandes, el pelo acomodado en trenzas. Lucas y Marcos
Gal, los mellizos de cinco aсos, tenнan catres traнdos del desvбn. Sus cabezas
se movнan arriba y abajo. No podнan soportar estar quietos, sobre todo en el
momento de acostarse. Cuatro pares de
ojos estaban fijos en la seсorita Four, que estaba cerrando ventanas y
persianas. Se movнa con suavidad alrededor del dormitorio, con su raro caminar,
su cara pбlida y sosegada, sus manos expertas. Cuando terminу, se sentу a los
pies de la cama de Julia. - Ahora
cuйntenos el cuento, miss Four - pidiу Julia. - Sн, miss
Four, cuйntenoslo ahora - gritу Carla. - Cuйntelo,
cuйntelo - cantaron los mellizos, saltando en sus catres. - Muy bien,
chicos - dijo la seсorita Four quedamente -. Ahora les contarй el cuento.
Marcos, Lucas, vengan aquн, asн pueden ver. - Estб cansada
- le dijo Elsa gentilmente a la seсorita Four, que estaba sentada a la mesa de
la cocina, puliendo la platerнa -. No haga eso ahora. - Ya casi
termino, seсora - dijo la seсorita Four, atareada con la crema pulidora -. No
estoy cansada. Elsa le sacу la
crema de las manos. - Sн, lo estб -
le dijo -. Se la ve exhausta. La platerнa no importa. Vaya y descanse. La seсorita
Four la mirу. Sorpresivamente, un pбlido color apareciу en sus mejillas. - Muy bien,
seсora, si lo desea. Abandonу la
cocina casi corriendo. - Y todo lo que
escuchй de mis dos chicos - dijo Elena Taglio hacia el final de una tarde de
scrabel - fue «miss Four». їQuй tienes en tu casa, Elsi... un flautista mбgico? Miriam dijo: - ...y uno son
dieciocho - empujando dos fichas -. Elena, por cierto, ha captado algo. - El
scrabel es un juego muy exacto, y Miriam deseaba a medias haber sugerido que
jugaran canasta. - Ha conseguido
la perfecta domйstica y la perfecta niсera - dijo Celia Harris, un poco
envidiosa -. ЎNuestra aristocrбtica amiga! - Tenнa que
hacerlo - dijo Elena en tono de disculpa. La gente siempre se disculpaba con la
pelirroja Celia, de afilados ojos y afilada lengua -. Treinta, Elena... Tenнa
que hacerlo, despuйs de que... despuйs de que perdн el chico. - Cбllate,
Celia - dijo Elena con calma, mientras escribнa «30» en la columna de Elsa.
Firme, brusca Elena... nunca se disculpaba con nadie -. Elsa puede tener
sirvienta si quiere y puede pagarla. ї«Baca», Elsi? No creo que exista. Elsa sonriу. - Es la parte
de atrбs de un carruaje, Elena. їQuieres apostar? - No, te
conozco demasiado, dйjalo. Te digo, Elsi, es un espйcimen raro esta miss Four
tuya. Miriam tuvo un
escalofrнo. - Me da frнo. Lo siento, pero me pasa eso. Celia dijo: - Me sacaste la
palabra de la boca. Oн que trabajaba por la avenida Libertador. їQuй estб
haciendo aquн? - No en la
avenida Libertador - dijo Elsa tнmidamente; Celia siempre la ponнa nerviosa -.
Tenнa un trabajo en la Capital, con una tal seсora Bergйs. Era demasiado para
ella. Necesitaba un lugar mбs chico. Los Bergйs dieron referencias excelentes. - Supongo que
las verificaste - dijo Elena. - Lo iba a
hacer, pero el resto de las que respondieron al aviso eran tan horribles y ella
parecнa tan... tan respetable, y yo me sentнa... Bueno, en cuanto estuvo dos
dнas con nosotros me di cuenta de que no podrнamos estar sin ella. - Mirу
alrededor de la mesa, casi desafiante. - Y de verdad no podemos. - Bueno, es tu
casa, y son tus asuntos - dijo Miriam -. їPiensas jugar, Celia? - No me apuren,
no me apuren. - Estoy
haciendo su cheque, miss Four - dijo Jorge Hornos, levantando la vista de los
papeles sobre el escritorio -, y tengo que llenar estos formularios. їTiene su
nъmero de jubilaciуn? їPuedo ver el carnet? - Lo lamento,
seсor, pero perdн el carnet y no recuerdo el nъmero - dijo la seсorita Four. - Estб bien, miss Four. Cuando tramite el nuevo me lo trae. - Le sonriу -.
No creo que le hayamos dicho cuбnto nos gusta tenerla con nosotros. Elsa dijo: -
Cuбnto apreciamos lo que usted hace. - Aсadiу impulsivamente: - ЎCuбnto nos
agrada usted! La seсorita
Four los mirу con una extraсa expresiуn en sus ojos sin color, pero dijo
solamente: - Gracias, seсor. Gracias, seсora. Y ahora, si me disculpan... - Y la manera
en que habla - dijo Miriam, mientras la llevaba a su casa desde la reuniуn con
las maestras -. ЎNo pierde una s, no dice una palabra fuera de lugar! їSerб
extranjera? Four... suena inglйs, o norteamericano. - No lo sй,
realmente no lo sй, Miriam - dijo Elsa lentamente. Miriam sacу los
ojos del camino el tiempo suficiente como para mirarla con intensidad. - Elsi,
estб viviendo en tu casa. Cuida de tu hija. Yo me ocuparнa de saber algo acerca
de ella. Elsa dijo con
calma: - Yo no. Sabes,
Miriam, algunas veces actъa como si tuviera miedo de nosotros. Miriam alzу las
cejas. - їPero por
quй? - No lo sй -
dijo Elsa pensativamente -. Trabaja demasiado duro. Hace cosas innecesarias. Mi
casa estб tan limpia que es ridнculo. Pero cuando tratamos de agradecerle, o
decirle que no se lo tome tan en serio, ella... huye de nosotros, se
autohumilla, sale de la habitaciуn. їPor quй, Miriam? - Porque es
falsa - dijo la otra con convicciуn. - Sabes -
siguiу Elsa, frunciendo ligeramente el ceсo -, una vez hizo algo, no me acuerdo
bien quй... Oh, ya sй, la mesa para el cumpleaсos de Julia estaba preciosa.
Recuerdo que le dije «puede estar orgullosa», y me mirу de una manera... Te
juro que no quise hacerlo, pero quizб le parecн condescendiente... Realmente no
la entiendo, Miriam. Miriam frenу
bruscamente para evitar un gato que cruzу el camino. - ЎMaldito gato
estъpido!... Te lo repito, Elsi, si fuera tъ me preocuparнa por saber mбs
acerca de ella. Vas de compras a la Capital la semana prуxima, їno? їPor quй no
pasas a ver a esa seсora Bergйs y le preguntas? Elsa dijo
rбpidamente: - Miriam, no
podrнa hacerlo. - Llбmala,
entonces. O escrнbele. - Bueno, quizб
lo haga. Tan solo para probarte que estбs errada. - Riу sъbitamente -. Miss
Four... seсorita Cuatro. El sбbado en
que Elsa iba a la Capital, la seсorita Four llevу a los chicos a un picnic. A
todos los chicos del barrio... una buena cantidad. Caminaron a travйs de los
бrboles hasta la Pradera de Palmer, una enorme pastura que habнa formado parte
de la chacra de Palmer, abandonada desde hacнa mucho tiempo. La Pradera era
usada frecuentemente para picnics. Sobre el final del verano era un lugar
placentero, adormecido por el sol, silencioso y fragante. La seсorita Four era
una flautista formal y remilgada en su vestido negro, con los chicos retozando
tras ella. Jorge se
encontrу con Elsa en la estaciуn, al atardecer. Se la veнa perturbada, y su
rostro estaba mбs pбlido de lo que deberнa. - Jorge - le
dijo mientras entraba al auto -, no hay ninguna seсora Lucнa Bergйs Masur en la
Capital. Jorge estaba
teniendo dificultades para subir la barranca con el Peugeot. Dijo
distraнdamente: - Me temo que estб acabado, Elsi. Vamos a entregarlo como parte
de pago y retiramos otro. - ЎJorge,
escъchame! - la voz de Elsa era tensa -. Te dije que no hay ninguna seсora
Lucнa Bergйs Masur. No estб en la guнa. Preguntй a Informaciones por ese nъmero
de telйfono y no existe. Jorge consiguiу
llegar hasta la cima de la barranca. - Elsi, lo que
dices no tiene sentido. - ЎEscъchame,
Jorge! No podнa creerlo, asн que tomй un taxi, le dije al chofer que me llevara
allн, y el lugar no existe. Jorge la mirу y
frenу. - Elsi, empieza desde el principio. - Bueno, dame
un cigarrillo. - Fumу nerviosamente -. Estaba comprobando lo de miss Four; mбs
que nada para taparle la boca a Miriam... Bueno, de cualquier manera pensй en
verificar las referencias. ЎY son falsificadas, Jorge... Totalmente
falsificadas! La cara de
Jorge estaba seria. - їEstбs
diciendo que no existe ninguna seсora Bergйs? їY que no existe tampoco la
direcciуn de la carta? - No, Jorge. En
toda la Capital. Jorge dijo
lentamente: - No nos
apresuremos, Elsi. - Y el carnet
de jubilaciуn - dijo Elsa sъbitamente -. Nunca nos lo mostrу. ЎJorge, tengo
miedo! - Empezу a llorar. El la rodeу con
el brazo. - De cualquier
manera, lo del carnet no probarнa nada - dijo sensatamente -. Cualquiera puede
sacar uno, y cualquiera puede perderlo. - Deberнa haber
comprobado - sollozу Elsa -. ЎSi sуlo hubiera comprobado! - No te pongas
nerviosa, Elsi - dijo Jorge, palmeбndole el hombro -. La seсorita Four es una
buena sirvienta, їno es cierto? Y no te olvides de que Julia la quiere... todos
los chicos la quieren. Eso es lo principal. No puede ser demasiado malo alguien
a quien los chicos quieren tanto. Probablemente hay una explicaciуn simple para
todo el asunto. No llores, Elsi. Le vamos a preguntar cuando vuelva del picnic. Los chicos
estaban sentados en un estrecho semicнrculo alrededor de la seсorita Four, en
la Pradera de Palmer... tres filas, arrodillados, acuclillados, agachados, con
sus caritas espectantes. - Cuйntenos el
cuento, miss Four... cuйntenos. - Muy bien,
chicos - dijo la seсorita Four calurosamente -. Les contarй el cuento. Mirу alrededor
del cнrculo. Los chicos estaban silenciosos, con sus caritas impacientes y
alborotadas. La seсorita Four se sacу el broche que parecнa un ojo ciego y lo
sostuvo en sus manos. - Miren, chicos
- dijo suavemente -, miren. Comenzу a
hablar y su voz cambiу. Tenнa color ahora, todos los colores del mundo. Sus
ojos cambiaron, y ellos tambiйn tenнan todos los colores del mundo. - Hay un lugar,
chicos - dijo -, distinto a cualquiera que hayan visto. Es una ciudad, una
ciudad de joyas, una ciudad de luz... miren, chicos, miren la ciudad. Moviу el broche
lentamente en semicнrculo, una vez por abajo y otra mбs alto, de manera que hasta
los de la ъltima fila pudieran ver. - Cuйntenos de
las torres, miss Four - dijo soсadoramente Julia Hornos, y su voz se repitiу
como un eco alrededor del cнrculo -. ЎCuйntenos de las torres! - Las torres
son altas y esplendentes - dijo la seсorita Four -. Los esclavos las levantaron
durante mil aсos, y muchos perdieron sus vidas en la construcciуn. Las torres
estбn hechas de уnix y бmbar y calcedonia. De amatista y уpalo y pуrfido y
jade. - Su voz cantaba las palabras que ellos no entendнan -. Y las paredes de
la ciudad son de rubн, rojas como el fuego; y las puertas son de zafiro y
marfil y oro. Hizo una pausa
y moviу nuevamente el broche. - Vean,
chicos... їlo ven? Su voz los
dominaba. No eran las imбgenes, no eran las palabras, era la voz. Sentados en
el soсoliento prado, la voz los encantaba, como lo habнa hecho tantas veces
antes. - ЎLo vemos, lo
vemos, miss Four! - Parte de las
paredes estб cubierta por bajorrelieves tallados en la piedra - dijo la
seсorita Four -. Muchos esclavos quedaron ciegos tallбndolos. - Sonriу
ligeramente -. Nadie le dice a un esclavo: ЎSe arruinarб los ojos! Los chicos
aguardaron, pacientes, espectantes. - El cielo es
de un color que nunca han visto - dijo la seсorita Four -, y las calles estбn
llenas de mъsica. Las flores son de cristal, y brillan como el arcoiris. Los
esclavos las atienden. - Cuйntenos de
la gente, miss Four. ЎCuйntenos de la gente! El broche
relampagueу de nuevo. - La gente es
bella - dijo la seсorita Four -, con los ojos como diamantes y cabellos como oro.
Se mueven al compбs de la mъsica de un millar de flautas, de un millar de
cuerdas. Los esclavos tocan mъsica durante toda la noche. - їToda la
noche, miss Four? їNo se cansan? - Sн, se
cansan. Nadie le dice a un esclavo vaya y descanse. - їPero no
duermen? - Sн, duermen.
Duermen para reponer su cuerpo y poder hacer el trabajo que se les ordena. Asн
es la ley. Ya se los contй, chicos. - A la gente no
le gustan los esclavos - dijo Julia, dudando. La seсorita
Four dijo lentamente: - Nadie le dice
a un esclavo Cuбnto nos agrada usted. La ciudad pertenece a la gente, chicos, y
los esclavos pertenecen a la gente. Estaban
nuevamente impacientes; olvidaron a los esclavos. - ЎCuйntenos
quй feliz es la gente, miss Four! Cuйntenos quй hace. Cuйntenos. La seсorita Four
hizo una larga pausa, y cubriу el broche con sus manos. Un suspiro de decepciуn
surgiу del cнrculo. - ЎMuйstrenos, miss Four... Muйstrenos! - Pronto,
chicos... Chicos, el cuento cambia. Esta parte nunca la han oнdo. Escuchen,
escuchen con atenciуn. Los chicos se
quedaron como piedras, el calor del sol sobre sus cuerpitos, sus caritas en
trance, anhelantes. - La gente estб
triste - dijo la seсorita Four, y su voz plaснa como el doblar de una campana
-. La gente llora en las torres, la gente llora en las calles. Un lamento de
pena desesperanzada recorriу el cнrculo. - їPor quй,
miss Four? - Porque - su
voz temblу y se lamentу -... porque no hay comida. Porque... no... ha...
quedado... comida. - їNo hay
comida? - Es tan poco
lo que hace falta... tan poco, y sin embargo tanto. Y casi no hay tiempo. No
hay comida en la ciudad, chicos. Tampoco fuera de ella. Y la gente muere de
hambre. La... gente se... muere... de... hambre. Los chicos
gimieron. - Pero hay
esperanza. - En la voz habнa esperanza, y la hubo en los chicos. Levantaron sus
caritas al sol, las lбgrimas se secaron. - Los esclavos
estбn rastreando en otros lugares, lejos de la ciudad... ЎLejos, chicos, lejos!
Buscando el alimento, buscando la vida, como se les impuso. Se les impuso
con... hay algo que se les hace a los esclavos. Se detuvo. Los
ojos de los chicos se clavaban en ella, cegados por el amor, la maravilla, el
temor. - Ellos buscan
comida en todos y cada uno de los lugares - dijo la seсorita Four por ъltimo -.
Y uno de ellos la ha hallado. Sуlo uno. Los chicos
gritaron: - ЎMuйstrenos, miss Four, muйstrenos! - Pronto,
chicos... El esclavo ha hallado el alimento que no se compra en los negocios,
que no se toma con las manos, que no se sirve en el plato, que no se come con
la boca. Sуlo queda llevarlo a la ciudad. Rбpido, porque el tiempo se ha
acabado. Humildemente y con temor, pues nadie le dice Gracias a un esclavo...
ЎMiren chicos! La seсorita
Four descubriу el broche y lo mantuvo en alto. Los chicos miraron. Era un
resplandor, era un fuego, eran todos los colores del mundo, colores nunca
vistos. Eran sъbitamente los ojos de la seсorita Four, era una puerta. La seсorita
Four sostuvo el broche y mirу brevemente a los chicos. El sol los baсaba
gentilmente, el pasto se sacudнa bajo la brisa, no habнa ningъn ruido. La seсorita
Four dijo sъbitamente: - ЎNo
regresarй! ЎQue la ciudad perezca! - Y a los chicos: - ЎCubran sus caras! Girу y arrojу
el broche. Hubo un sonido agudo, como el quebrarse de un cristal, y un
relбmpago. La seсorita Four cayу y quedу inmуvil en el piso. Por un minuto
los chicos quedaron conmocionados e inmуviles. Luego empezaron a moverse, a
pararse, y algunos de los mбs pequeсos a llorar. La seсorita Four no se moviу. - Miren... oh
miren - dijo Carla, y corriу hacia ella. Los chicos se
apelotonaron a su alrededor, sollozando. - Miss Four...
Miss Four... Sus voces
agudas se quebraron, mientras tironeaban de su manga. La seсorita
Four abriу brevemente sus ojos sin color, y los volviу a cerrar. Dijo con
suavidad, con voz tambiйn incolora: - Vayan a casa,
chicos. Serбn bondadosos con ustedes, como lo fueron conmigo. No fui esclava
aquн. Un esclavo no tiene orgullo, y yo estoy muy orgullosa ahora. La seсorita
Four agregу quedamente, mientras la vida la abandonaba: - Chicos...
vayan a su hogar. FIN Escaneado por Sadrac 2000 Alice E. Jones Elsa Hornos
dijo en el telйfono: - Miriam,
siento tanto que no puedas ir... Sн, serб divertido. Y no te preocupes por
Julia. Miss Four la cuidarб. Espiу hacia
donde la sirvienta estaba sentada, cosiendo con su cabeza doblada sobre el
vestido de la niсa. - їQuй?... ЎOh,
es maravillosa! Maravillosa con Julia, sн. Ha estado con nosotros casi un mes.
Justo despuйs de que te fuiste al bungalow... ЎSн, por supuesto, un nuevo
vestido! Azul... - Le hablу amistosamente a la sirvienta: - La luz no es buena,
miss Four. Se arruinarб los ojos. - La luz es
completamente adecuada, seсora - dijo con precisiуn la seсorita Four, mirando a
Elsa. Era una mujer pequeсa, delgada y pбlida, muy gentil, de ojos y cabello
incoloros. Llevaba un vestido negro con cuello blanco, un broche blanco lechoso
como un ojo ciego, y medias y zapatos negros -. Puedo ir a la otra habitaciуn,
si lo prefiere - dijo cortйsmente, con una voz algo frнa. Elsa enrojeciу. - Oh, no, miss
Four, no quise decir eso... Sн, todavнa estoy aquн, Miriam. Quйdese donde estб,
miss Four. - Sн, seсora. -
La cabeza de la seсorita Four volviу a inclinarse; sus finos dedos remendaban
el vestido con habilidad. - їTe veo el
viernes, Miriam, en lo de Elena?... Bien. Y pienso que es una pena que la
seсora Gуmez no haya podido. - Si me
perdona, seсora - dijo la seсorita Four -, no pude evitar oнr. їLa seсora Gal
tiene dificultades para hallar alguien que se encargue de sus chicos? Sorprendida,
Elsa se dio vuelta, dejando el telйfono. - Un minuto, Miriam...
їQuй dijo, miss Four? - Perdуneme,
seсora - dijo la sirvienta, inclinando la cabeza en una breve imitaciуn de
reverencia -, si le parezco entrometida. Estaba por sugerir que, si la seсora
Gal trae sus chicos esta tarde, me darнa mucho gusto cuidarlos. Podrнan
inclusive quedarse toda la noche, seсora. Elsa sonriу con
deleite. - ЎMiss Four,
quй amabilidad de su parte! La seсora Gal le estarб muy agradecida. їPero no
serб demasiado para usted? - No, seсora,
en absoluto. - Se lo dirй,
entonces... Miriam, la miss Four se ofrece a cuidar de los chicos... sн, aquн.
Podrнan quedarse hasta maсana... їsн, no es cierto? їNo te lo dije?... la
seсora Gal quiere hablar con usted, miss Four. La sirvienta
dejу la costura y caminу hacia el telйfono. Tenнa un andar extraсamente
silencioso y rнgido, sus piernas la cargaban como si fuera un paquete. La
conversaciуn fue breve, consistente mayormente en «sн, seсora», «perfecto,
seсora» y «gracias, seсora». - їCuelgo,
seсora? - preguntу la seсorita Four, girando hacia Elsa. - Sн, por
favor... Miss Four, es realmente una gentileza. - No es nada,
seсora. - Sн, lo es.
Gracias. Muchas gracias... їPodrб tener lista la cena mбs temprano esta noche?
їAlrededor de las ocho? Tengo que vestirme. - Como quiera,
seсora. A las ocho. Durante el
primer intervalo en el baile del country, los Hornos y los Gal se sentaron
juntos en el porche, tomando tragos y charlando. - ЎElsi, esto
es precioso! - dijo Miriam Gal, reclinando hacia atrбs su cabeza oscura y
mirбndola con suavidad -. Tu miss Four es muy fina. Pero tambiйn es... - dudу,
frunciendo el ceсo - No piensas que hay algo... No, voy a parecer
desagradecida, olvнdate. - Es algo rara
- coincidiу Elsa, y sonriу. Se veнa excepcionalmente bonita en su vestido azul
oscuro, que destacaba su pelo rubio -. Es muy eficiente, no obstante, y muy
buena con Julia. - Es realmente
delicado de su parte hacerse cargo de tres chicos desconocidos en tan poco
tiempo - dijo Raъl Gal. - Oh, los
conoce - dijo Miriam -. Volvieron ayer de lo de Julia colmados de la
maravillosa miss Four. - Le gustan los
chicos - dijo Jorge Hornos con su sуlida y confortable voz -. Otra vuelta,
mozo. - Tenemos
suerte en tenerla - le dijo Elsa a Miriam, gravemente -. Y ella me gusta. - No querrбs
decir que tъ, en realidad... - Miriam se detuvo y comenzу de nuevo -. Los
chicos dicen que les cuenta cuentos. - їCuentos,
querida? - No cuentos,
el cuento - dijo Jorge -. Los chicos lo dejaron bien en claro. Les cuenta el
cuento. їSeguro que no estбs cansada, Elsi? Ella sonriу con
afecto. - No, Jorge. Ya no estoy invбlida. - їQuй tipo de
cuento? - preguntу Raъl ociosamente; era morocho y delgado como su mujer, los
Hornos eran rubios. Elsa riу. -
Nunca lo oн - dijo -. Es un secreto entre ella y los chicos. La mъsica vuelve a
empezar. Baila conmigo, Raъl. Los cuatro
chicos estaban sentados en sus camas, en el dormitorio de Julia. La cama de
Julia era doble y la compartнa con Carla Gal. Ambas tenнan siete aсos, una era
rubia y la otra morocha, ojos grandes, el pelo acomodado en trenzas. Lucas y Marcos
Gal, los mellizos de cinco aсos, tenнan catres traнdos del desvбn. Sus cabezas
se movнan arriba y abajo. No podнan soportar estar quietos, sobre todo en el
momento de acostarse. Cuatro pares de
ojos estaban fijos en la seсorita Four, que estaba cerrando ventanas y
persianas. Se movнa con suavidad alrededor del dormitorio, con su raro caminar,
su cara pбlida y sosegada, sus manos expertas. Cuando terminу, se sentу a los
pies de la cama de Julia. - Ahora
cuйntenos el cuento, miss Four - pidiу Julia. - Sн, miss
Four, cuйntenoslo ahora - gritу Carla. - Cuйntelo,
cuйntelo - cantaron los mellizos, saltando en sus catres. - Muy bien,
chicos - dijo la seсorita Four quedamente -. Ahora les contarй el cuento.
Marcos, Lucas, vengan aquн, asн pueden ver. - Estб cansada
- le dijo Elsa gentilmente a la seсorita Four, que estaba sentada a la mesa de
la cocina, puliendo la platerнa -. No haga eso ahora. - Ya casi
termino, seсora - dijo la seсorita Four, atareada con la crema pulidora -. No
estoy cansada. Elsa le sacу la
crema de las manos. - Sн, lo estб -
le dijo -. Se la ve exhausta. La platerнa no importa. Vaya y descanse. La seсorita
Four la mirу. Sorpresivamente, un pбlido color apareciу en sus mejillas. - Muy bien,
seсora, si lo desea. Abandonу la
cocina casi corriendo. - Y todo lo que
escuchй de mis dos chicos - dijo Elena Taglio hacia el final de una tarde de
scrabel - fue «miss Four». їQuй tienes en tu casa, Elsi... un flautista mбgico? Miriam dijo: - ...y uno son
dieciocho - empujando dos fichas -. Elena, por cierto, ha captado algo. - El
scrabel es un juego muy exacto, y Miriam deseaba a medias haber sugerido que
jugaran canasta. - Ha conseguido
la perfecta domйstica y la perfecta niсera - dijo Celia Harris, un poco
envidiosa -. ЎNuestra aristocrбtica amiga! - Tenнa que
hacerlo - dijo Elena en tono de disculpa. La gente siempre se disculpaba con la
pelirroja Celia, de afilados ojos y afilada lengua -. Treinta, Elena... Tenнa
que hacerlo, despuйs de que... despuйs de que perdн el chico. - Cбllate,
Celia - dijo Elena con calma, mientras escribнa «30» en la columna de Elsa.
Firme, brusca Elena... nunca se disculpaba con nadie -. Elsa puede tener
sirvienta si quiere y puede pagarla. ї«Baca», Elsi? No creo que exista. Elsa sonriу. - Es la parte
de atrбs de un carruaje, Elena. їQuieres apostar? - No, te
conozco demasiado, dйjalo. Te digo, Elsi, es un espйcimen raro esta miss Four
tuya. Miriam tuvo un
escalofrнo. - Me da frнo. Lo siento, pero me pasa eso. Celia dijo: - Me sacaste la
palabra de la boca. Oн que trabajaba por la avenida Libertador. їQuй estб
haciendo aquн? - No en la
avenida Libertador - dijo Elsa tнmidamente; Celia siempre la ponнa nerviosa -.
Tenнa un trabajo en la Capital, con una tal seсora Bergйs. Era demasiado para
ella. Necesitaba un lugar mбs chico. Los Bergйs dieron referencias excelentes. - Supongo que
las verificaste - dijo Elena. - Lo iba a
hacer, pero el resto de las que respondieron al aviso eran tan horribles y ella
parecнa tan... tan respetable, y yo me sentнa... Bueno, en cuanto estuvo dos
dнas con nosotros me di cuenta de que no podrнamos estar sin ella. - Mirу
alrededor de la mesa, casi desafiante. - Y de verdad no podemos. - Bueno, es tu
casa, y son tus asuntos - dijo Miriam -. їPiensas jugar, Celia? - No me apuren,
no me apuren. - Estoy
haciendo su cheque, miss Four - dijo Jorge Hornos, levantando la vista de los
papeles sobre el escritorio -, y tengo que llenar estos formularios. їTiene su
nъmero de jubilaciуn? їPuedo ver el carnet? - Lo lamento,
seсor, pero perdн el carnet y no recuerdo el nъmero - dijo la seсorita Four. - Estб bien, miss Four. Cuando tramite el nuevo me lo trae. - Le sonriу -.
No creo que le hayamos dicho cuбnto nos gusta tenerla con nosotros. Elsa dijo: -
Cuбnto apreciamos lo que usted hace. - Aсadiу impulsivamente: - ЎCuбnto nos
agrada usted! La seсorita
Four los mirу con una extraсa expresiуn en sus ojos sin color, pero dijo
solamente: - Gracias, seсor. Gracias, seсora. Y ahora, si me disculpan... - Y la manera
en que habla - dijo Miriam, mientras la llevaba a su casa desde la reuniуn con
las maestras -. ЎNo pierde una s, no dice una palabra fuera de lugar! їSerб
extranjera? Four... suena inglйs, o norteamericano. - No lo sй,
realmente no lo sй, Miriam - dijo Elsa lentamente. Miriam sacу los
ojos del camino el tiempo suficiente como para mirarla con intensidad. - Elsi,
estб viviendo en tu casa. Cuida de tu hija. Yo me ocuparнa de saber algo acerca
de ella. Elsa dijo con
calma: - Yo no. Sabes,
Miriam, algunas veces actъa como si tuviera miedo de nosotros. Miriam alzу las
cejas. - їPero por
quй? - No lo sй -
dijo Elsa pensativamente -. Trabaja demasiado duro. Hace cosas innecesarias. Mi
casa estб tan limpia que es ridнculo. Pero cuando tratamos de agradecerle, o
decirle que no se lo tome tan en serio, ella... huye de nosotros, se
autohumilla, sale de la habitaciуn. їPor quй, Miriam? - Porque es
falsa - dijo la otra con convicciуn. - Sabes -
siguiу Elsa, frunciendo ligeramente el ceсo -, una vez hizo algo, no me acuerdo
bien quй... Oh, ya sй, la mesa para el cumpleaсos de Julia estaba preciosa.
Recuerdo que le dije «puede estar orgullosa», y me mirу de una manera... Te
juro que no quise hacerlo, pero quizб le parecн condescendiente... Realmente no
la entiendo, Miriam. Miriam frenу
bruscamente para evitar un gato que cruzу el camino. - ЎMaldito gato
estъpido!... Te lo repito, Elsi, si fuera tъ me preocuparнa por saber mбs
acerca de ella. Vas de compras a la Capital la semana prуxima, їno? їPor quй no
pasas a ver a esa seсora Bergйs y le preguntas? Elsa dijo
rбpidamente: - Miriam, no
podrнa hacerlo. - Llбmala,
entonces. O escrнbele. - Bueno, quizб
lo haga. Tan solo para probarte que estбs errada. - Riу sъbitamente -. Miss
Four... seсorita Cuatro. El sбbado en
que Elsa iba a la Capital, la seсorita Four llevу a los chicos a un picnic. A
todos los chicos del barrio... una buena cantidad. Caminaron a travйs de los
бrboles hasta la Pradera de Palmer, una enorme pastura que habнa formado parte
de la chacra de Palmer, abandonada desde hacнa mucho tiempo. La Pradera era
usada frecuentemente para picnics. Sobre el final del verano era un lugar
placentero, adormecido por el sol, silencioso y fragante. La seсorita Four era
una flautista formal y remilgada en su vestido negro, con los chicos retozando
tras ella. Jorge se
encontrу con Elsa en la estaciуn, al atardecer. Se la veнa perturbada, y su
rostro estaba mбs pбlido de lo que deberнa. - Jorge - le
dijo mientras entraba al auto -, no hay ninguna seсora Lucнa Bergйs Masur en la
Capital. Jorge estaba
teniendo dificultades para subir la barranca con el Peugeot. Dijo
distraнdamente: - Me temo que estб acabado, Elsi. Vamos a entregarlo como parte
de pago y retiramos otro. - ЎJorge,
escъchame! - la voz de Elsa era tensa -. Te dije que no hay ninguna seсora
Lucнa Bergйs Masur. No estб en la guнa. Preguntй a Informaciones por ese nъmero
de telйfono y no existe. Jorge consiguiу
llegar hasta la cima de la barranca. - Elsi, lo que
dices no tiene sentido. - ЎEscъchame,
Jorge! No podнa creerlo, asн que tomй un taxi, le dije al chofer que me llevara
allн, y el lugar no existe. Jorge la mirу y
frenу. - Elsi, empieza desde el principio. - Bueno, dame
un cigarrillo. - Fumу nerviosamente -. Estaba comprobando lo de miss Four; mбs
que nada para taparle la boca a Miriam... Bueno, de cualquier manera pensй en
verificar las referencias. ЎY son falsificadas, Jorge... Totalmente
falsificadas! La cara de
Jorge estaba seria. - їEstбs
diciendo que no existe ninguna seсora Bergйs? їY que no existe tampoco la
direcciуn de la carta? - No, Jorge. En
toda la Capital. Jorge dijo
lentamente: - No nos
apresuremos, Elsi. - Y el carnet
de jubilaciуn - dijo Elsa sъbitamente -. Nunca nos lo mostrу. ЎJorge, tengo
miedo! - Empezу a llorar. El la rodeу con
el brazo. - De cualquier
manera, lo del carnet no probarнa nada - dijo sensatamente -. Cualquiera puede
sacar uno, y cualquiera puede perderlo. - Deberнa haber
comprobado - sollozу Elsa -. ЎSi sуlo hubiera comprobado! - No te pongas
nerviosa, Elsi - dijo Jorge, palmeбndole el hombro -. La seсorita Four es una
buena sirvienta, їno es cierto? Y no te olvides de que Julia la quiere... todos
los chicos la quieren. Eso es lo principal. No puede ser demasiado malo alguien
a quien los chicos quieren tanto. Probablemente hay una explicaciуn simple para
todo el asunto. No llores, Elsi. Le vamos a preguntar cuando vuelva del picnic. Los chicos
estaban sentados en un estrecho semicнrculo alrededor de la seсorita Four, en
la Pradera de Palmer... tres filas, arrodillados, acuclillados, agachados, con
sus caritas espectantes. - Cuйntenos el
cuento, miss Four... cuйntenos. - Muy bien,
chicos - dijo la seсorita Four calurosamente -. Les contarй el cuento. Mirу alrededor
del cнrculo. Los chicos estaban silenciosos, con sus caritas impacientes y
alborotadas. La seсorita Four se sacу el broche que parecнa un ojo ciego y lo
sostuvo en sus manos. - Miren, chicos
- dijo suavemente -, miren. Comenzу a
hablar y su voz cambiу. Tenнa color ahora, todos los colores del mundo. Sus
ojos cambiaron, y ellos tambiйn tenнan todos los colores del mundo. - Hay un lugar,
chicos - dijo -, distinto a cualquiera que hayan visto. Es una ciudad, una
ciudad de joyas, una ciudad de luz... miren, chicos, miren la ciudad. Moviу el broche
lentamente en semicнrculo, una vez por abajo y otra mбs alto, de manera que hasta
los de la ъltima fila pudieran ver. - Cuйntenos de
las torres, miss Four - dijo soсadoramente Julia Hornos, y su voz se repitiу
como un eco alrededor del cнrculo -. ЎCuйntenos de las torres! - Las torres
son altas y esplendentes - dijo la seсorita Four -. Los esclavos las levantaron
durante mil aсos, y muchos perdieron sus vidas en la construcciуn. Las torres
estбn hechas de уnix y бmbar y calcedonia. De amatista y уpalo y pуrfido y
jade. - Su voz cantaba las palabras que ellos no entendнan -. Y las paredes de
la ciudad son de rubн, rojas como el fuego; y las puertas son de zafiro y
marfil y oro. Hizo una pausa
y moviу nuevamente el broche. - Vean,
chicos... їlo ven? Su voz los
dominaba. No eran las imбgenes, no eran las palabras, era la voz. Sentados en
el soсoliento prado, la voz los encantaba, como lo habнa hecho tantas veces
antes. - ЎLo vemos, lo
vemos, miss Four! - Parte de las
paredes estб cubierta por bajorrelieves tallados en la piedra - dijo la
seсorita Four -. Muchos esclavos quedaron ciegos tallбndolos. - Sonriу
ligeramente -. Nadie le dice a un esclavo: ЎSe arruinarб los ojos! Los chicos
aguardaron, pacientes, espectantes. - El cielo es
de un color que nunca han visto - dijo la seсorita Four -, y las calles estбn
llenas de mъsica. Las flores son de cristal, y brillan como el arcoiris. Los
esclavos las atienden. - Cuйntenos de
la gente, miss Four. ЎCuйntenos de la gente! El broche
relampagueу de nuevo. - La gente es
bella - dijo la seсorita Four -, con los ojos como diamantes y cabellos como oro.
Se mueven al compбs de la mъsica de un millar de flautas, de un millar de
cuerdas. Los esclavos tocan mъsica durante toda la noche. - їToda la
noche, miss Four? їNo se cansan? - Sн, se
cansan. Nadie le dice a un esclavo vaya y descanse. - їPero no
duermen? - Sн, duermen.
Duermen para reponer su cuerpo y poder hacer el trabajo que se les ordena. Asн
es la ley. Ya se los contй, chicos. - A la gente no
le gustan los esclavos - dijo Julia, dudando. La seсorita
Four dijo lentamente: - Nadie le dice
a un esclavo Cuбnto nos agrada usted. La ciudad pertenece a la gente, chicos, y
los esclavos pertenecen a la gente. Estaban
nuevamente impacientes; olvidaron a los esclavos. - ЎCuйntenos
quй feliz es la gente, miss Four! Cuйntenos quй hace. Cuйntenos. La seсorita Four
hizo una larga pausa, y cubriу el broche con sus manos. Un suspiro de decepciуn
surgiу del cнrculo. - ЎMuйstrenos, miss Four... Muйstrenos! - Pronto,
chicos... Chicos, el cuento cambia. Esta parte nunca la han oнdo. Escuchen,
escuchen con atenciуn. Los chicos se
quedaron como piedras, el calor del sol sobre sus cuerpitos, sus caritas en
trance, anhelantes. - La gente estб
triste - dijo la seсorita Four, y su voz plaснa como el doblar de una campana
-. La gente llora en las torres, la gente llora en las calles. Un lamento de
pena desesperanzada recorriу el cнrculo. - їPor quй,
miss Four? - Porque - su
voz temblу y se lamentу -... porque no hay comida. Porque... no... ha...
quedado... comida. - їNo hay
comida? - Es tan poco
lo que hace falta... tan poco, y sin embargo tanto. Y casi no hay tiempo. No
hay comida en la ciudad, chicos. Tampoco fuera de ella. Y la gente muere de
hambre. La... gente se... muere... de... hambre. Los chicos
gimieron. - Pero hay
esperanza. - En la voz habнa esperanza, y la hubo en los chicos. Levantaron sus
caritas al sol, las lбgrimas se secaron. - Los esclavos
estбn rastreando en otros lugares, lejos de la ciudad... ЎLejos, chicos, lejos!
Buscando el alimento, buscando la vida, como se les impuso. Se les impuso
con... hay algo que se les hace a los esclavos. Se detuvo. Los
ojos de los chicos se clavaban en ella, cegados por el amor, la maravilla, el
temor. - Ellos buscan
comida en todos y cada uno de los lugares - dijo la seсorita Four por ъltimo -.
Y uno de ellos la ha hallado. Sуlo uno. Los chicos
gritaron: - ЎMuйstrenos, miss Four, muйstrenos! - Pronto,
chicos... El esclavo ha hallado el alimento que no se compra en los negocios,
que no se toma con las manos, que no se sirve en el plato, que no se come con
la boca. Sуlo queda llevarlo a la ciudad. Rбpido, porque el tiempo se ha
acabado. Humildemente y con temor, pues nadie le dice Gracias a un esclavo...
ЎMiren chicos! La seсorita
Four descubriу el broche y lo mantuvo en alto. Los chicos miraron. Era un
resplandor, era un fuego, eran todos los colores del mundo, colores nunca
vistos. Eran sъbitamente los ojos de la seсorita Four, era una puerta. La seсorita
Four sostuvo el broche y mirу brevemente a los chicos. El sol los baсaba
gentilmente, el pasto se sacudнa bajo la brisa, no habнa ningъn ruido. La seсorita
Four dijo sъbitamente: - ЎNo
regresarй! ЎQue la ciudad perezca! - Y a los chicos: - ЎCubran sus caras! Girу y arrojу
el broche. Hubo un sonido agudo, como el quebrarse de un cristal, y un
relбmpago. La seсorita Four cayу y quedу inmуvil en el piso. Por un minuto
los chicos quedaron conmocionados e inmуviles. Luego empezaron a moverse, a
pararse, y algunos de los mбs pequeсos a llorar. La seсorita Four no se moviу. - Miren... oh
miren - dijo Carla, y corriу hacia ella. Los chicos se
apelotonaron a su alrededor, sollozando. - Miss Four...
Miss Four... Sus voces
agudas se quebraron, mientras tironeaban de su manga. La seсorita
Four abriу brevemente sus ojos sin color, y los volviу a cerrar. Dijo con
suavidad, con voz tambiйn incolora: - Vayan a casa,
chicos. Serбn bondadosos con ustedes, como lo fueron conmigo. No fui esclava
aquн. Un esclavo no tiene orgullo, y yo estoy muy orgullosa ahora. La seсorita
Four agregу quedamente, mientras la vida la abandonaba: - Chicos...
vayan a su hogar. FIN Escaneado por Sadrac 2000 |
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