"Cristianismo Místico – Las Enseñanzas Internas del Maestro" - читать интересную книгу автора (Ramacharaka Yogi, Atkinson William Walker)

Los Magos o Sabios

Los traductores del Nuevo Testamento designaron con la frase «sabios de Oriente» a aquellos visitantes de lejos llegados; pero en el texto original griego, san Mateo los llama magos, según puede verse en las traducciones directas del original griego y en la versión revisada que cita la palabra griega en una nota al pie. Cualquiera enciclopedia de primer orden corroborará esta afirmación. La palabra magos es exactamente la empleada por san Mateo en el original griego en que escribió su evangelio, y la palabra «sabios» fue cosa de los traductores ingleses. Sobre este punto están de acuerdo todos los exégetas bíblicos, aunque el vulgo desconoce la relación y no identifica a los sabios con los magos orientales.

La palabra mago deriva literalmente del griego, que a su vez la tomó por sucesivas derivaciones de las lenguas de Persia, Media, Caldea y Asiria. Significa «el que hace prodigios» y se aplicó a los miembros de las ocultas órdenes sacerdotales de Persia, Media y Caldea, que fueron adeptos místicos y ocultos maestros. La historia antigua rebosa de referencias a estas corporaciones cuyos individuos fueron los seculares custodios del oculto conocimiento del mundo y los inestimables tesoros de enseñanzas esotéricas que hoy posee la humanidad proceden de las manos de los magos, quienes guardaron los sagrados fuegos del misticismo y mantuvieron viva la llama. Al pensar en la tarea de los magos acuden a la memoria los versos de Eduard Carpenter, que dicen:


«¡Oh!, no dejéis extinguir la llama. Cuidadla siglo tras siglo en las oscuras criptas y en sus sagrados templos. Que alimentada por puros místicos de amor, no se extinga la llama.»


El título de mago tenía muy alta estima en aquellos días, pero cayó más tarde en descrédito por su creciente aplicación a los hechiceros u operantes de obras malignas o de «magia negra». Sin embargo, la Nueva Enciclopedia Internacional dice acertadamente:'

«El término está empleado por Mateo en su verdadero sentido aplicado a los sabios que de Oriente vinieron a Jerusalén para adorar a Cristo. Este suceso es muy significativo porque la doctrina mesiánica estaba desde muy antiguo establecida en el zoroastrismo.»

La misma Enciclopedia dice de los Magos que «creían en la resurrección, en la vida futura y en la venida de un Salvador».

Para comprender la índole de los magos en relación con su oculta taumaturgia, conviene estudiar la siguiente definición que Webster da de la palabra magia:

«La oculta sabiduría atribuida a los magos, respecto a las fuerzas ocultas de la naturaleza cuyos secretos poseían y dominaban.»

Así se ve fácilmente con cuánta razón afirmamos que los sabios o magos que vinieron a adorar al niño Jesús eran en realidad representantes de las grandes fraternidades místicas y órdenes ocultas de Oriente, es decir, adeptos, maestros y hierofantes. Por lo tanto, tenemos en ellos los ocultos y místicos taumaturgos, los hermanos de alto grado de las grandes logias orientales de oculto misticismo, que aparecen en los albores de la historia de la cristiandad y denotan vivísimo interés por el mortal nacimiento del egregio Maestro, del Maestro de Maestros, cuya venida habían esperado por tanto tiempo. Y todos los místicos y ocultistas se complacen y justamente se enorgullecen de que los magos de Oriente, los enviados desde el centro de los místicos círculos esotéricos fuesen los primeros en reconocer la divina naturaleza de aquel humano infante. A los sedicentes cristianos, para quienes todo cuanto atañe al misticismo y ocultismo del cristianismo les duele, les llamamos la atención hacia este íntimo enlace entre los Maestros y el MAESTRO.