"Tuya" - читать интересную книгу автора (Piñeiro Claudia)3.De camino a casa empezó a llover. Más que eso, diluviaba. Las escobillas del limpiaparabrisas iban y venían pero no daban abasto para desagotar tanta agua. Para colmo la izquierda barría mal. Tenía que hacer demasiado esfuerzo para poder ver. Maldije la lluvia. Pero enseguida le encontré el lado positivo. A mí siempre me gusta buscarle el lado positivo a las cosas. Si llovía, las huellas del accidente se iban a borrar, y eso sería de gran ayuda para Ernesto. Para todos. Miré por el espejito retrovisor. La ruta estaba vacía. Me preguntaba qué estaría haciendo Ernesto. No se me ocurría que hubiera ido a la policía a contar lo que había pasado. Para qué andar ventilando trapitos al sol. El accidente fue un accidente. Si Ernesto iba a la policía, le harían demasiadas preguntas incómodas. Por qué se citaron en los bosques de Palermo. Por qué discutían. Qué tipo de relación los unía. Incómodas y, sobre todo, inútiles. Si Tuya ya estaba muerta. En los accidentes no hay culpables sino víctimas. Y en este accidente las víctimas eran dos. Una, la muerta, por la que preocuparse, a esa altura, no conducía a nada. Y la otra, Ernesto, que se vio involucrado en un hecho lamentable. No, seguro que no había ido a la policía. La realidad era la realidad, y los únicos testigos, vivos, de lo que pasó esa noche fuimos Ernesto y yo. Los dos sabíamos que en el episodio en cuestión, nadie tenía la culpa de nada. La culpa es "guacha" como decía mi papá. Y mi mamá le contestaba: "El guacho sos vos". Lo que Ernesto y yo teníamos que hacer era tratar de olvidar ese episodio, y tirar para adelante. En cuanto Ernesto me contara todo, yo se lo diría. Estaba preparada, hasta lo había ensayado. Y él se debía morir de ganas de contarme todo. ¡Lo conocía tanto! Nosotros siempre nos contamos todo. Estábamos juntos desde los diecinueve años. Alguna que otra cosa, tal vez. Cosas sin importancia. O cosas que mejor no decir para cuidar al otro. Porque en la pareja hay que cuidarse todos los días; si no, la convivencia te mata. De hecho él, hasta ese momento, nunca me había contado de Tuya, lo cual se entiende y le agradezco. Lo que decía, me cuidó. Y lo que también me daba la pauta de que no era un asunto importante. Si hubiera sido importante Ernesto habría venido de frente, me habría dicho las cosas como eran, y me habría dejado. Ernesto no sirve para andar ocultando cosas. Yo tampoco. Llegué a casa, estacioné el auto en el garaje y lo sequé. Era difícil justificar que estuviera mojado. No quería andar inventando algo. Que una farmacia, que un dolor de muelas, no iba a tener el mal gusto de inventar un velorio justo esa noche. Además, a mí no me gusta andar inventando. Cuando invento algo me vende la cara. Subí a la planta alta. Lali dormía. Eso era importante, cuanto menos supiera del movimiento de la casa esa noche, mejor. |
||
|