"Elizabeth Costello" - читать интересную книгу автора (Coetzee J. M.)

II

Está sentada junto con otros invitados eminentes en la primera fila. Hace años que no estaba en una ceremonia de graduación. El final de un año académico: el verano aquí en África es tan caluroso como en Australia.

A juzgar por el bloque de gente joven vestida de negro que tiene detrás, diría que hay unos doscientos títulos en humanidades que entregar. Pero primero le toca a Blanche, la única que recibe un título honorario. La presentan ante la gente congregada. Ataviada con la toga escarlata de doctora, de profesora, permanece de pie ante el público, con las manos juntas, mientras el orador de la universidad lee el historial de sus logros en la vida. Luego la llevan al asiento del rector. Dobla una rodilla y el asunto queda cerrado. La hermana Bridget Costello, novia de Cristo y doctora en Letras, que con su vida y sus obras le ha vuelto a dar lustre, temporalmente, al oficio de misionero.

Ella ocupa su lugar en el estrado. Es hora de que Bridget, o Blanche, diga lo que tiene que decir.

– Señor rector -dice- y respetados miembros de la universidad:

»Me honran ustedes esta mañana y acepto agradecida este honor, no solamente en mi nombre, sino en el de las docenas de personas que durante el último medio siglo han dedicado su trabajo y su amor a los niños de Marianhill y, a través de esos pequeños, a Nuestro Señor.

»La forma en que han elegido ustedes honrarnos es la forma con que están más familiarizados, el premio de un título académico que llaman doctorado en litterae humaniores, letras humanas, o más coloquialmente, humanidades. Pese al riesgo de contarles cosas que ustedes conocen mejor que yo, me gustaría usar esta oportunidad para decir algo sobre las humanidades, sobre su historia y su situación presente. Confío humildemente en que lo que tengo que decir pueda ser relevante para la situación en que ustedes, como sirvientes de las humanidades, se encuentran, en África pero también en el mundo en general, que es una situación acuciada por problemas.

»A veces tenemos que ser crueles para ser amables, así que déjenme empezar recordando que no fue la universidad la que engendró lo que hoy llamamos humanidades pero que, para ser más precisos históricamente, en adelante llamaré studia humanitatis o estudios humanos, estudios del hombre y de su naturaleza por oposición a los studia divinitatis, estudios relativos a lo divino. La universidad no engendró los estudios humanos, y además, cuando la universidad los aceptó por fin en su ámbito académico, no les concedió un hogar especialmente cómodo. Al contrario, la universidad solamente aceptó una forma árida y estrecha de miras de los estudios humanos. Esa forma estrecha de miras era la erudición textual. La historia de los estudios humanos en la universidad a partir del siglo quince está tan estrechamente ligada a la historia de la erudición textual que bien pueden considerarse la misma cosa.

»Como no tengo toda la mañana (el decano me ha pedido que me limite a quince minutos como máximo, ha dicho textualmente "como máximo"), diré lo que quiero decir sin los razonamientos paso a paso y las pruebas históricas a las que ustedes tienen derecho en tanto que congregación de estudiantes y académicos.

»La erudición textual, me gustaría decir si tuviera más tiempo, fue el aliento de los estudios humanos cuando los estudios humanos eran lo que podemos llamar un movimiento histórico, también conocido como movimiento humanista. Pero ese aliento de erudición textual no tardó en ser sofocado. Desde entonces la historia de la erudición textual ha sido la historia de un esfuerzo tras otro por resucitar, sin éxito, esa vida.

»El texto para el que fue inventada la erudición textual fue la Biblia. Los eruditos del texto se consideraban al servicio de la recuperación del mensaje verdadero de la Biblia, concretamente de las enseñanzas verdaderas de Jesucristo. El lector del Nuevo Testamento se iba a encontrar cara a cara por primera vez con el Cristo renacido y ascendido, el Christus renascens, ya no oculto tras un velo de lustre escolástico y comentarios. Fue con esta meta en mente que los eruditos aprendieron en primer lugar griego, luego hebreo y (más tarde) otros lenguajes de Oriente Próximo. La erudición textual comportaba en primer lugar la recuperación del texto verdadero y luego la traducción fiel de ese texto. Y la traducción fiel resultó ser inseparable de la comprensión verdadera de la matriz cultural e histórica de la que había emergido ese texto. Así es como llegaron a unirse entre sí los estudios de lingüística, los estudios literarios (entendidos como estudios de interpretación), los estudios culturales y los estudios históricos, es decir, los estudios que forman el núcleo de las llamadas humanidades.

»¿Por qué, pueden preguntarse ustedes de forma acertada, llamar studia humanitatis a esta constelación de estudios dedicados a la recuperación de la verdadera palabra del Señor? Resulta que hacer esta pregunta viene a ser lo mismo que preguntar por qué los studia humanitatis florecieron en el decimoquinto siglo de nuestra era y no cientos de años antes.

»La respuesta está muy ligada a un accidente histórico: la decadencia y el saqueo de Constantinopla y la huida de los eruditos de Bizancio a Italia. (Por respeto a la restricción de quince minutos que ha impuesto el decano, pasaré por alto la presencia viva de Aristóteles, Galeno y otros filósofos griegos en la cristiandad occidental del medievo, así como el rol de la España árabe en la transmisión de estas enseñanzas.)

»Timeo Danaos et dona ferentes. Los dones traídos por los hombres de Oriente no fueron solo gramáticas del idioma griego, sino también textos de autores de la antigüedad griega. El dominio del idioma destinado a aplicarse al Nuevo Testamento en griego solamente podía perfeccionarse mediante la inmersión en aquellos seductores textos precristianos. Como era de esperar, en muy poco tiempo el estudio de esos textos, que después se conocerían como los clásicos, se convirtió en un fin en sí mismo.

»Y más que eso: el estudio de los textos de la Antigüedad llegó a justificarse no solamente por razones idiomáticas, sino también filosóficas. Jesucristo fue enviado para redimir a la humanidad, seguía diciendo el argumento. Para redimir a la humanidad ¿de qué? De un estado de irredención, por supuesto. Pero ¿qué sabemos de la humanidad en su estado de irredención? El único registro sustancial que abarca todos los aspectos de la vida es el registro de la Antigüedad. Así que para entender el propósito de la Encarnación, es decir, para entender el significado de la redención, hubo que embarcarse, a través de los clásicos, en los studia humanitatis.

»Así pues, en el breve y tosco resumen que les he hecho, se explica cómo la erudición bíblica y los estudios de la Antigüedad griega y romana llegaron a unirse en una relación nunca exenta de antagonismo, y por tanto cómo fue que la erudición textual y sus disciplinas afluentes llegaron a entrar bajo la rúbrica "humanidades".

»Y así es la historia. Y así es como ustedes, por muy diversos y abigarrados que puedan verse a ustedes mismos en privado, se encuentran reunidos esta mañana bajo un mismo techo en tanto que inminentes graduados en humanidades. Ahora, en los pocos minutos que me quedan, voy a contarles por qué no pertenezco al grupo de ustedes y por qué no les traigo ningún mensaje de aliento, a pesar de la generosidad del gesto que me han prodigado.

»El mensaje que les traigo es que hace tiempo que perdieron ustedes el norte, tal vez hace ya cinco siglos. El puñado de hombres entre quienes se originó el movimiento del que ustedes representan, me temo, el triste colofón… a esos hombres los animaba, al menos inicialmente, el propósito de encontrar la Palabra Verdadera, por lo cual ellos entendían, y yo sigo entendiendo, la palabra redentora.

»Esa palabra no se encuentra en los clásicos, ya entienda uno ese término como referido a Homero y Sófocles o la entienda como referida a Homero, Shakespeare y Dostoievski. En una época más feliz que la nuestra era posible que la gente se engañara a sí misma y creyera que los clásicos de la Antigüedad ofrecían una enseñanza y una forma de vida. En nuestra época nos hemos conformado, de forma más bien desesperada, con la idea de que el estudio de los clásicos en sí mismo puede ofrecer una forma de vida, o si no una forma de vida, por lo menos una forma de ganarse la vida que, si bien no se puede demostrar que haga ningún bien, por lo menos nadie dice que haga daño.

»Pero el impulso que movió a aquella primera generación de eruditos textuales no puede ser desviado tan fácilmente de su meta apropiada. Yo soy hija de la Iglesia católica y no de la Iglesia reformada, pero aplaudo a Martín Lutero cuando le da la espalda a Desiderio Erasmo y juzga que su colega, a pesar de su enorme talento, ha sido seducido por disciplinas de estudio que en última instancia carecen de relevancia. Los studia humanitatis han tardado mucho en morir, pero ahora, al final del segundo milenio de nuestra era, están realmente en su lecho de muerte. Y su muerte debería ser más amarga todavía, diría yo, porque ha tenido lugar a manos del monstruo entronado inicialmente por esos mismos estudios y el principio motor del universo: el monstruo de la razón, la razón mecánica. Pero esa es otra historia, para ser contada otro día.