"Leyendas de Guatemala" - читать интересную книгу автора (Asturias Miguel Ángel)

Primera Cortina Negra

Cortina negra, color de la noche, magia del color negro de la noche. Cuculcán va desvistiéndose. Deja caer la máscara, el carcaj, las calzas y los atavíos rojos. Parecen a sus pies manchas de sangre, salpicaduras de crepúsculo. Manos de mujeres que se agitan con movimiento de llamas, al compás de lejanas melodías de cañas y ocarinas de barro, le visten de negro en medio de una danza de reverencias ligeras. Otras que entran de rodillas, se levantan a pintarle la cara con puntos y líneas, la cara, el pecho, los brazos, las piernas, hasta dejarlo como un bucul tatuado. Y otras de cabellos sueltos, con estrellas en la noche de sus cabelleras, le atavían con brazaletes, sartales y aretes de piedra de tiniebla, calzas de piel oscura y plumajes negros ceñidos a su frente. Cesa la música. Las de los vestidos, las de los atavíos, las de los tatuajes se retiran danzando y pasándose unas a otras las ropas rojas y los rojos objetos que Cuculcán dejó a sus pies. Al desaparecer aquéllas, Cuculcán se tiende junto a la cortina de la noche sobre un lecho de penumbras apaciguadas.

CUCULCÁN. (Con la voz nasal y entre dientes habla dormido.) La sombra, hierba de la noche, fresco vegetal sin espinas. Juegan las tortugas de obsidiana en forma de corazón. Han jugado tanto que algunas ya no saben cómo se juega ni a qué juegan…

TORTUGA BARBADA. ¿Cómo se juega, hermanas?

TORTUGAS. ¿Cómo, cómo se juega, si estamos jugando? Esa pregunta es de Bárbara Barbada y por eso no juega. Pero nosotras, hermanas, estamos jugando, chapoteamos el agua, chocamos nuestras conchas…

TORTUGA CON FLECOS. Hermana, ¿has olvidado la mecánica de nuestros juegos?…

TORTUGAS. ¡A… já, Bárbara Barbada!

TORTUGA CON FLECOS…Y por eso preguntas cómo se juega..

TORTUGA BARBADA. ¿Y a qué estamos jugando?… ¿Cuál es el sentido de nuestros juegos nocturnos? ¡No sé cómo podéis vivir sin más actividad que jugar de noche y dormir de día!

TORTUGA CON FLECOS. LO sabes, pero lo has olvidado…

TORTUGAS. ¡A… já, já, Bárbara Barbada!

TORTUGA BARBADA. ¡En la otra orilla no hay olas!

TORTUGA CON FLECOS, ¡A… já, já, Bárbara Barbada!

TORTUGAS. ¡A… já, já!…

TORTUGA CON FLECOS. Jugar es la única actividad noble de una tortuga. Pesa sobre nosotras…

TORTUGAS. ¡A… já, já!…

TORTUGA CON FLECOS. Escuchen, no, escuchen… La rebelión de la tortuga es gastar energías en algo más alegre que cargar la concha, lo de todos los días, lo de todas las horas, la concha, encima de una, cargándola una…

TORTUGA BARBADA. Lo has dicho, hermana con flecos, Tortuga con Flecos y burbujas de agua sonora en los flecos. ¡Juguemos!

TORTUGAS. ¡A… já, Bárbara Barbada, ahora dices juguemos, pero cuando entraste preguntabas, impertinentemente, cómo se juega!…

Vuelve la música de cañas y ocarinas cortada por gritos de fiesta. Grupos de ancianas vestidas de. negro, descalzas, con los cabellos plateados pespuntan pasitos para acercarse a Cuculcán y ofrecerle en tablas de madera negra: atoles endulzados con miel, atoles ácidos, tamales negros humeantes, carnes sazonadas con sal gruesa y chile y vino de jocote. Otras más ancianas traen braseros de barro vidriado con pequeños fuegos palpitantes para quemar las ofrendas de póm. Una de ellas le acerca a los labios una caña con tabaco. Estas nanas se pierden en el agua sin fondo de las edades. Nubes blancas del póm y nubes del humo del tabaco que fuma el poderoso Cuculcán. De un lado y otro aparecen, la música toma empuje, jóvenes indias de cinco en cinco llevando como barandales movibles sobre sus pies, en la danza de las cercas, escaleritas de caña simulando cercas adornadas con hojas de siempreviva, flores amarillas, y cuerpos de muertos pajaritos de color rojo. Avanzan y retroceden, siguiendo el compás melodioso de la música que picotea a sus pies, al ir acercándose al lecho de Cuculcán. De pronto, lo dejan rodeado de sus cercos floridos y echan a correr en desbandada.


Oscuridad completa. La música de flautas y ocarinas baja de tono, desaparece. Se oye en el vacío que va dejando la música, el estruendo de las conchas de las tortugas al chocar unas con otras, y sobre el estruendo, la voz de Huvaravix.

HUVARAVIX. (Invisible.) Yo, Huvaravix, Maestro de los Cantos de Vigilia, oigo que en el silencio de la playa sigue el juego de las tortugas, las conchas contra las conchas, olas de carey chocando. Tortuga con flecos se retira del grupo de Bárbara Barbada para dar ligero alcance a otras bañistas. Tortuga con flecos de rayo. De su caparazón de oro dormido y despierto, sin embargo, porque el oro es sonámbulo, saltan chispas que mar adentro se convierten en peces luminosos. El agua saca sus labios en el oleaje para lamer la tierra. Y Tortuga con flecos, dorada, sacerdotal, ve jugar desde su concha a las pequeñas tortugas, a las grandes tortugas, a las tortugas gigantes que en filas inacabables chocan, chocan, chocan. El ambiente es como un pecho que respira.

TORTUGAS. ¡A… já, Bárbara Barbada! ¡Tortuga gemidora de la medianoche!

TORTUGA BARBADA. ¡Dejadme pasar, quiero ver a la doncella, vosotras sois ciegas para el amor porque sois viejas! ¡Su cara es un esplendor, así debe ser el día!

TORTUGA CON FLECOS. ¡Sólo yo sé cómo es el día! (En la oscuridad, Tortuga con flecos se ve iluminada como un pequeño volcancito de arenas de oro.) El día se hizo para el hombre.

TORTUGA BARBADA. ¿Qué es eso que has mencionado?

TORTUGA CON FLECOS. Es… el hombre es… Es una mujer, sólo que en hombre…

TORTUGA BARBADA. Una divinidad, porque si yo fuera así me sentiría una divinidad.

HUVARAVIX. (Invisible.) Yo, Maestro de los Cantos de Vigilia, he visto el día y he visto al hombre.

TORTUGAS. ¡A… já, Bárbara Barbada, quieres saber cómo es el hombre!

TORTUGA CON FLECOS. Pero si ya lo he explicado. El hombre es la mujer con todas las actividades del día… No hay otra diferencia

TORTUGAS. Repetiremos lo que dicen las olas: ¡Alguna debe haber!

TORTUGAS CON FLECOS. Huvaravix, Maestro de los Cantos de Vigilia, permite que mis hermanas de concha repitan lo que dicen las corazonadas del mar, esas azules corazonadas del mar…

HUVARAVIX. (Invisible.) Bárbara Barbada no lo ha repetido…

TORTUGA BARBADA. Pero yo también creo que alguna debe haber. Es una esperanza que haya alguna diferencia entre el hombre y la mujer.

TORTUGA. ¡Alguna debe haber!

TORTUGA BARBADA. Pero, dejadme, por fin, pasar, quiero ver a la doncella. Las mujeres son metales que se hallan en estado de algodón.

HUVARAVIX. (Invisible.) ¡Muy bello lo que has dicho Bárbara Barbada! (Palabra por palabra.) Las mujeres son metales que se hallan en estado de algodón.

TORTUGAS. ¡Juguemos! ¡Salgamos de lo que tenemos que hace; cargar la concha, jugando a la olas!

TORTUGA CON FLECOS. ¡Se me cierran los ojos y es mejor dormir! Bárbara Barbada quiere ver a la doncella que yace con Cuculcán. Yo no, mucho trabajo tuve para que se me borrara la dolorosa escena del amor arrancado como se arranca un árbol.

TORTUGA BARBADA. Una separación imposible. En las raíces del árbol arrancado a la viva lucha, van pedazos de tierra, terrones de corazón palpitante de humedad y brisa verde o hierba brisa que llora; y en el terreno algunas raíces quedan destrozadas.

HUVARAVIX. (Invisible.) La conversación es muy interesante, pero yo debo empezar mi oficio. Bárbara Barbada se desliza chorreando agua salobre para ver a los dichosos amantes ya dormidos

TORTUGAS. Y cuál es tu oficio, Huvaravix…

HUVARAVIX. (Invisible.) Cantar…

TORTUGAS. Y nosotras, el nuestro… El oficio de las tortugas es jugar… Pero ahora no podremos ir al juego de pelota…

HUVARAVIX. (Invisible.) Me haré visible para cantar entre vosotras.

La tiniebla suavemente teñida de luz de luciérnaga, luz anterior a la luz de la luna, por el resplandor de la concha dorada de Tortuga con Flecos, deja entrever, al fondo, los cuerpos de los amantes felices, al pie de la cortina negra, sobre un lecho de pieles de fieras, pumas y jaguares que de vez en vez braman. Bárbara Barbada, tortuga con bigotes y barba, se desliza hacia el lecho amoroso de Cuculcán. Huvaravix (visible) entona cantos de vigilia dichosa, entre las tortugas que se golpean unas con otras, al jugar entre las olas.

HUVARAVIX. ¡El Cerbatanero de la Cerbatana de Sauco ha salido del Baúl de los Gigantes que en el fondo tiene arena y sobre la arena, aguarena y el aguarena, agua honda y sobre el agua honda, agua queda, y sobre el agua queda, agua verde y sobre el agua verde, agua azul y sobre el agua azul, aguasol y sobre el aguasol, aguacielo!

¡El Cerbatanero de la Cerbatana de Sauco ha salido del Baúl de los Gigantes con la boca llena de burbujas para dispararlas en los caminos, ahora que reviven los chupamieles que duran el verano clavados por el pico a los árboles, e inmóviles! ¡Así pasan el verano los chupamieles, secos y sin plumas en los árboles secos y sin hojas!

¡El Cerbatanero de la Cerbatana de Sauco ha salido del Baúl de los Gigantes al reverdecer los árboles y tronar la tempestad que es cuando despiertan los chupamieles, que es cuando vuelan los chupamieles, cuando vuelan y vuelan los chupamieles!

¡El Cerbatanero de la Cerbatana de Sauco ha salido del Baúl de los Gigantes con la boca llena de burbujas para disparar en los caminos a esos mínimos pajarillos que se alimentan de miel y de rocío, rojos, verdes, azules, amarillos, morados, negros; pero no sabe si gozar o espantarse con la cerbatana, la dicha del rumor que canta en sus oídos!

CHUPAMIELES. (Verdes.) ¡Chupamiel! ¡Chupamiel! ¡Chupamiel! ¡Chupamiel! ¡Chupamiel!

HUVARAVIX. ¡El Cerbatanero y los chupamieles qué ajenos a Cuculcán que no se palpa por fuera y a la doncella que con el aliento pegado al de él…

CHUPAMIELES. (Verdes.) ¡Chupamiel! ¡Chupamiel! ¡Chupamiel! ¡Chupamiel!

HUVARAVIX…Que con el aliento pegado al de él…

CHUPAMIELES. (Rojos.) ¡Chupa-chupamiel! ¡Chupa-chupamiel! ¡Chupa-chupamiel!

HUVARAVIX…Que con el aliento pegado al de él, se ha quedado sin sus graciosos movimientos!

TORTUGA BARBADA. ¡Aop! ¡Aop! Pero despertará, al tronar la tempestad, como los chupamieles…

HUVARAVIX. Algún día, no… Algún día, sí…

CHUPAMIELES. (Rojos.) ¡Chupa-chupamiel! ¡Chupa-chupamiel! ¡Chupa-chupamiel!

CHUPAMIELES. (Amarillos.) ¡Miel de chupamiel! ¡Miel de chupamiel! ¡Miel de chupamiel! ¡Miel de chupamiel!

CHUPAMIELES. (Morados.) ¡Miel de chupa-chupamiel! ¡Miel de chupa-chupamiel! ¡Miel de chupa-chupamiel! ¡Miel de chupa-chupamiel!

CHUPAMIELES. (Negros.) ¡Miel chupamiel y chupa-chupamiel! ¡Miel chupamiel y chupa-chupamiel! ¡Miel chupamiel y chupa-chupamiel!

HUVARAVIX. ¡Así pasan la primavera los chupamieles vivos y con plumas entre los árboles vivos y con flores!

CHUPAMIELES. (Morados.) ¡Miel de chupa-chupamiel! ¡Miel de chupa-chupamiel! ¡Miel de chupa-chupamiel!

TORTUGA BARBADA. ¡Aop! ¡Aop! ¿Por qué no despertarla entonces? ¿Por qué dejar que pierda para siempre sus graciosos movimientos? Si la pones sobre mi concha escaparé con ella al país en que reviven las doncellas que se duermen como los chupamieles…

CHUPAMIELES. (Negros.) ¡Miel chupamiel y chupa-chupamiel! ¡Miel chupamiel y chupa-chupamiel!

HUVARAVIX. ¡No despertará más, Bárbara Barbada!

TORTUGAS BARBADAS. ¡Aop… aop… aop… aop… aop… aop…!

HUVARAVIX. ¡Y para qué despertarla si se ha dormido oliendo al que creía para siempre suyo!

TORTUGA BARBADA. ¡Aop… aop… aop… aop… aop…!

HUVARAVIX. ¡El humito que se levanta de los terrenos donde hay piedras preciosas veremos alzarse todas las mañanas del lugar en que ha perdido sus graciosos movimientos!

TORTUGA BARBADA. ¡Aop! ¡Aop! ¿Algún día despertarán las doncellas que se vuelven chupamieles?

HUVARAVIX. Algún día, sí… Algún día, no…

TORTUGA BARBADA. ¡Aop! ¡Aop!… En el Árbol Cuculcán se ha dormido la Doncella Chupamiel, pero algún día tronará en sus oídos la primera tempestad de invierno…

HUVARAVIX. Algún día, no… Algún día, sí…

TORTUGA BARBADA. ¡Aop!… Aop! ¡Huvaravix, Maestro de los Cantos de Vigilia, el estiércol de murciélago raspa mis pupilas!

HUVARAVIX. ¡Cuculcán se ha dormido después de frotar su cuerpo de fuego a la mazorca que trajeron del maizal y nadie viene a ver la pluma que muestra el sexo tibio entre los pinos del escudo!

TORTUGA BARBADA, ¡Aop! Aop! ¡Aop! ¡Huvaravix, el estiércol de murciélago raspa mis pupilas!

HUVARAVIX. Cuculcán se ha dormido donde la vida nace, no se palpa por fuera ni él ni su collar de cabezas de guerreros!

TORTUGA BARBADA. ¡Aop! ¡Aop! ¡Huvaravix, el estiércol de los murciélagos raspa mis pupilas, hiéreme de sueño Maestro de los Cantos de Vigilia, que ya siento los ojos en agua, como se nubla el cuerpo del chupamiel cuando vuela!

HUVARAVIX. ¡Cuculcán no se palpa y mi canto golpea sus alas en la cara del Señor de la Hora en que todavía es de noche, porque es el canto de lo mejor de la doncella convertido en mariposa!

TORTUGA BARBADA. ¡Aop! ¡Aop! ¡Huvaravix, el estiércol de murciélago raspa mis pupilas!

HUVARAVIX. ¡Cuculcán no se palpa, se ha dormido, y mi canto es golondrina de fuego que no vuela superficialmente, sino va quemando el cielo sobre los árboles vestidos de graciosos movimientos, en el lugar en que se anudan los caminos, en que se anudan los destinos, en que se anudan los ombligos!

TORTUGA BARBADA. ¡Aop! j Aop! ¡Huvaravix!

HUVARAVIX. ¡Las rosas se han levantado, sin las espinas en los pies de las hojas, vuelan los chupamieles sin sus picos de espina,…!

CHUPAMIELES. (Verdes.) ¡Chupamiel! ¡Chupamiel! ¡Chupamiel! ¡Chupamiel!

CHUPAMIELES. (Morados.) ¡Miel de chupa-chupamiel! ¡Miel de chupa-chupamiel!

TORTUGA BARBADA. ¡Aop! Aop! Sin su pico de espina el chupamiel con qué probará la

CHUPAMIELES. (Amarillos.) ¡Miel de chupamiel! ¡Miel de chupamiel! ¡Miel de chupamiel!

TORTUGA BARBADA…Y con el pico de espina, qué doloroso dulce el de esa miel…

CHUPAMIELES. (Rojos.) ¡Chupa-chupamiel! ¡Chupa-chupamiel!

TORTUGA BARBADA. ¡Sin espina no hay miel y con espina qué dolorosa es la miel!

Dos sombras color de agua asoman por detrás de la cortina negra y arrebatan a la doncella que duerme en brazos de Cuculcán. Se oye en el fondo el golpearse de las tortugas, atormentadas, retumbantes.

HUVARAVIX. ¡Se la han llevado! ¡Se la han llevado! ¡Se la han llevado y Cuculcán no se palpa! ¡Se la han llevado al Baúl de los Gigantes! ¡Se le han llevado a la ciudad donde todas las puertas están cerradas, atrancadas por dentro, para que nadie penetre a las habitaciones del templo en que se guardan el gusano y el oscuro plumón! ¡Se le han llevado, aop… aop… se la han llevado y no despertará como los chupamieles… se la han llevado… se la han llevado! ¡Por él se pintaba su carita de jícara alargada hasta el peinado puntiagudo y su corazón de semilla de cacao tenía el tueste del escudo de los guerreros, el calor redondo de los comales! ¡Por él se había ataviado las muñecas de frágil caña morada con sartales de piedras y su cuello con nueve hilos de oro y plata avellanada! ¡Y hasta muy lejos se derramaba su olor de jardín con sobacos y sexo! ¡Se la han llevado… se la han llevado… en el lecho olvidó un zarcillo de cobre reluciente y florecillas de turquesa…!

Se oye un trueno de tempestad. Los chupamieles que han permanecido inmóviles, se ponen en movimiento, vuelan enloquecidos de alegría.