"Mas Oscuro Que La Noche" - читать интересную книгу автора (Connelly Michael)

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Bosch ahuecó las manos y las mantuvo apoyadas en la ventana situada junto a la puerta del apartamento. Estaba mirando la cocina. La encimera estaba impecable. No había nada por lavar, ni cafetera, ni siquiera una tostadora. Le invadió un mal presentimiento. Se acercó a la puerta y golpeó una vez más. Luego caminó adelante y atrás, esperando. Al bajar la mirada vio en el suelo la marca dejada por una alfombrilla de bienvenida que ya no estaba.

– Maldición -dijo.

Buscó en su bolsillo y sacó una bolsita de cuero. Abrió la cremallera y extrajo dos ganzúas de acero que se había fabricado a partir de sierras de arco. Miró en torno para asegurarse de que nadie lo veía. Estaba en un rellano protegido de un gran complejo de apartamentos, en Westwood. Probablemente, la mayoría de los residentes todavía estaban trabajando. Se puso a trabajar en la cerradura con las ganzúas, Al cabo de noventa segundos, había abierto la puerta. Entró.

Supo al momento que el apartamento estaba desocupado, pero de todos modos revisó las habitaciones. Todas estaban vacías. Incluso abrió el botiquín del baño. Había una cuchilla de afeitar de plástico rosa. Nada más.

Retrocedió hasta la sala y sacó el teléfono. El día anterior había puesto el número de móvil de Janis Langwiser en las teclas de marcado rápido. Ella era una de las fiscales del caso y habían estado preparando el testimonio de Bosch durante el fin de semana anterior. La llamada encontró a Langwiser en el despacho provisional del juzgado de Van Nuys.

– Escucha, no quiero aguar la fiesta, pero Annabelle Crowe se ha ido.

– ¿Qué quiere decir que se ha ido?

– Eso, quiere decir que se ha ido. Estoy en su apartamento ahora, y está vacío.

– ¡Mierda! La necesitábamos de verdad, Harry. ¿ Cuándo se ha largado?

– No lo sé, acabo de descubrirlo.

– ¿Has hablado con el conserje?

– Todavía no. Pero no va a saber mucho más, aparte de cuánto hace que se fue. Si está huyendo del juicio, no habrá dejado ninguna dirección al conserje.

– Bueno, ¿cuándo fue la última vez que hablaste con ella?

– El jueves. La llame aquí. Pero hoy la línea está desconectada y no hay ningún desvío de llamada.

– ¡Mierda!

– Sí, ya lo habías dicho.

– Recibió Ja citación, ¿verdad?

– Sí, la recibió el jueves. Para eso la llamé, para asegurarme.

– Muy bien, entonces a lo mejor se presenta mañana.

Bosch observó el apartamento vacío.

– Yo no contaría con eso.

Miró su reloj. Eran más de las cinco. Había estado tan seguro de Annabelle Crowe que había sido el último testigo que había ido a visitar. Ninguna pista indicaba que fuera a marcharse. Sabía que tendría que pasarse la noche tratando de encontrarla.

– ¿Qué puedes hacer? -preguntó Langwiser.

– Tengo información de ella que puede servirme. Tiene que estar en la ciudad. Es actriz, ¿a qué otro sitio podría ir?

– ¿A Nueva York?

– Allí van los actores de verdad. Ella es sólo una cara. Se quedará aquí.

– Encuéntrala, Harry. La necesitaremos la semana que viene.

– Lo intentaré.

Se produjo un momento de silencio mientras ambos consideraban la situación.

– ¿Crees que Storey ha contactado con ella? -preguntó finalmente Langwiser.

– No lo sé. Puede haberle ofrecido lo que necesita: un trabajo, un papel, dinero. Cuando la encuentre se lo preguntaré.

– Vale, Harry. Buena suene. Si la encuentras esta noche, dímelo. Si no, te veré por la mañana.

– De acuerdo.

Bosch cerró el móvil y lo dejó en la encimera. Luego sacó una fina pila de tarjetas de ocho por trece. En cada tarjeta tenía anotados el nombre de uno de los testigos de los que era responsable de investigar y preparar para el juicio, así como sus direcciones personales y del trabajo y números de teléfono y de busca. Revisó la tarjeta correspondiente a Annabelle Crowe y luego marcó el número de su busca. Un mensaje grabado decía que el busca ya no estaba en servicio.

Cerró el teléfono y volvió a mirar la ficha. Abajo figuraba el nombre y número de teléfono de la agente de Annabelle Crowe. Decidió que el lazo que la unía con su agente podría ser el que no había roto.

Volvió a guardarse el teléfono y las fichas en el bolsillo. La averiguación iba a hacerla en persona.