"La Odisea De Troya" - читать интересную книгу автора (Cussler Clive)11Heidi llevaba tres días sin aparecer por su casa. Dormía a ratos en un catre en su despacho, bebía litros de café y no comía otra cosa que bocadillos de salchichón y queso. Si caminaba por el Centro de Huracanes como una sonámbula, no era por la falta de sueño sino por la tensión y la angustia de trabajar en medio de una catástrofe colosal que iba a provocar una destrucción y un número de muertos a una escala sin precedentes. Si bien había pronosticado correctamente la descomunal potencia del huracán Lizzie desde su nacimiento y había dado la voz de alarma de inmediato, aún se culpaba a sí misma por no haber hecho más. Observó cada vez más angustiada las imágenes y las proyecciones en los monitores mientras Lizzie se lanzaba hacia la tierra más próxima. Gracias a sus primeros avisos, más de trescientas mil personas habían sido evacuadas a la zona montañosa de la República Dominicana y de su vecino, Haití. Así y todo, la cifra de muertos y desaparecidos sería tremenda. Heidi también temía que la tormenta pudiera desviarse hacia el norte y atacar Cuba antes de llegar a la parte sur de Florida. Sonó el teléfono y atendió la llamada, con el recelo de recibir otra mala noticia. – ¿Algún cambio en tu pronóstico respecto a la dirección? -le preguntó su marido desde su despacho en el Servicio Nacional de Meteorología. – No. Lizzie continúa su marcha hacia el este como si avanzara sobre rieles. – Es algo muy extraño que recorra miles de kilómetros en línea recta. – Más que extraño. Es algo nunca visto. Todos los huracanes conocidos han zigzagueado. – ¿La tormenta perfecta? – Lizzie dista mucho de ser perfecta -replicó Heidi-. Pero la tengo clasificada como un cataclismo letal de la máxima magnitud. Ha desaparecido toda una flota pesquera. Otros ocho barcos, superpetroleros, mercantes y yates, han dejado de transmitir. Ya no recibimos sus llamadas de socorro. Tememos lo peor. – ¿Cuál es la última noticia del hotel flotante? -preguntó Harley. – Según el último informe, rompió las amarras y el viento y las olas lo empujan hacia la costa dominicana. El almirante Sandecker ha enviado a uno de los barcos de exploración científica de la NUMA a su posición, para intentar remolcarlo hasta un lugar seguro. – Suena como una causa perdida. – Mucho me temo que nos encontramos ante una catástrofe sin precedentes -afirmó Heidi con tono grave. – Me voy a casa. ¿Por qué no te tomas un respiro y vienes? Prepararé una buena cena. – No puedo, Harley. Todavía no. Tengo que calcular la evolución de Lizzie. – A la vista de su potencia, podrían pasar días, incluso semanas… – Lo sé -admitió Heidi-. Eso es lo que más me asusta. Si su energía no disminuye después de pasar por Dominicana y Haití, llegará a tierra firme con toda la furia. Summer sentía una fascinación por el mar. Se había iniciado cuando sólo tenía seis años y su madre había insistido en que aprendiera a bucear. Le fabricaron una botella de aire y un respirador a medida y había tomado lecciones con los mejores profesores, junto con su hermano. Se había convertido en una criatura marina, que estudiaba a los habitantes del mar para conocer sus caprichos y ánimos. Fue consciente de ello después de nadar en las aguas serenas y azules. También había experimentado lo que era un tifón en el Pacífico. Ahora, como la esposa que lleva veinte años de casada y de pronto descubre en su marido una vena sádica, era testigo de primera mano de lo cruel y malicioso que puede ser el mar. Sentados en la parte delantera del Las crestas de las olas pasaban sin problemas por encima de ellos, que se encontraban a quince metros de profundidad; pero muy pronto las olas alcanzaron unas dimensiones gigantescas, y, cuando los senos bajaron hasta el fondo del mar, Dirk y Summer vieron asombrados que la lluvia azotaba al Una y otra vez el Entonces, el mismo par de olas gigantes que había estado a punto de enviar a pique al La estación fue dando tumbos durante casi doscientos metros hasta acabar colgada precariamente en el bordo de una angosta grieta de coral. Luego llegó la segunda ola y la arrojó al fondo. El Sin hacer caso del dolor que le provocaban una docena de magulladuras y un tobillo torcido, Dirk se acercó a gatas a su hermana, que yacía en posición fetal entre las camas tumbadas. Miró sus grandes ojos grises y por primera vez desde que habían empezado a caminar vio el miedo en ellos. Le sujetó la cabeza cariñosamente entre las manos y le sonrió. – ¿Qué te ha parecido la montaña rusa? Summer lo miró a la cara, vio la sonrisa y respiró lentamente mientras dominaba el miedo. – Mientras dábamos vueltas, no dejé de pensar que habíamos nacido juntos y que moriríamos juntos. – Mi hermana la pesimista. Todavía tenemos otros setenta años por delante para fastidiarnos mutuamente. ¿Estás herida? -le preguntó, preocupado. – Me metí debajo de la cama, así que los tumbos no me castigaron tanto como a ti. -Miró a través de la burbuja hacia la superficie-. ¿El habitáculo ha sufrido algún daño? – Absolutamente ninguno, ni siquiera una gotera. No hay ola, por gigante que sea, capaz de romper al – ¿Qué hay de la tormenta? – Continúa con la misma violencia, pero aquí abajo estamos seguros. Las olas pasan por encima del cañón sin provocar turbulencias. Summer miró en derredor. – Dios, qué desorden. Mucho más tranquilo al saber que su hermana no había sufrido rasguños, Dirk se ocupó de revisar los sistemas de soporte vital mientras Summer comenzaba a recoger cosas. No había ninguna posibilidad de ponerlo todo donde correspondía, dado que el habitáculo estaba caído de lado. Así que lo acomodó todo en pilas y tapó con mantas todas las partes sobresalientes de los instrumentos, las válvulas y los soportes. Al no tener un suelo, tenían que pasar por encima de las cosas para moverse. Le producía una sensación extraña encontrarse en un entorno donde todo había dado un giro de noventa grados. Se sentía más segura al saber que habían sobrevivido hasta el momento. La tormenta ya no podía amenazarlos en el cañón de coral, con las paredes cortadas a pico. Allí abajo no se escuchaba el aullido del viento ni la lluvia golpeaba contra las paredes cuando el seno de una ola dejaba el habitáculo al descubierto. El miedo y la angustia de lo que podría ocurrir comenzaron a disiparse. Podían esperar tranquilos a que el Pero cuando acudió a sentarse a su lado, con mucho cuidado para no aumentar el dolor de las magulladuras, no vio en su rostro la expresión de confianza que había esperado. – No pareces muy contento. ¿Qué pasa? – La caída ha roto las tuberías que conectan las botellas de aire con el sistema de soporte vital. Las lecturas de las válvulas de presión indican que las cuatro botellas intactas sólo contienen aire para las próximas catorce horas antes de agotarse. – ¿No tenemos las botellas que dejamos en la esclusa de entrada? – Sólo entramos una que tenía la válvula averiada. La carga de aire nos permitirá respirar a los dos un máximo de cuarenta y cinco minutos. – Podemos utilizarla para salir a recoger las demás -manifestó Summer, ilusionada-. Aguardaremos uno o dos días a que la tormenta amaine antes de abandonar la estación, y luego subiremos a la superficie con la balsa neumática a esperar que nos rescaten. Dirk sacudió la cabeza con una expresión lúgubre. – La peor noticia es que estamos atrapados. La escotilla de la esclusa de entrada está encajada contra el coral. Nada excepto una carga de dinamita podría abrirla lo suficiente para que podamos salir. Summer exhaló un profundo suspiro. – Por lo que se ve, nuestro destino está en las manos del capitán Barnum. – Estoy seguro de que nos tiene presentes. No se olvidará de nosotros. – Tendremos que informarle de nuestra posición… Dirk se volvió hacia ella para apoyar las manos en sus hombros. – La radio se destrozó cuando caímos en el cañón. – Podemos soltar la radioboya, para que sepan que estamos vivos -respondió Summer, sin darse por vencida. – Estaba montada en el lado del habitáculo que está contra el fondo -dijo Dirk, con mucha calma-. Seguramente acabó aplastada. Y aunque no hubiese sufrido daños, no tenemos manera de soltarla. – Pues cuando vengan a buscarnos, tendrán que recorrer toda la zona para encontrarnos metidos en este cañón. – Puedes contar con que Barnum enviará todas las lanchas y buceadores a bordo del – Hablas como si tuviésemos aire para días en lugar de unas horas. – No te preocupes, hermanita -declaró Dirk, muy seguro-. Por el momento estamos bien protegidos de la tormenta. Cuando el mar se calme un poco, la tripulación del |
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