"Regreso Al Tíbet" - читать интересную книгу автора (Ardiles Hugo)

INTRODUCCIÓN

La reencarnación


Viajé a la India, Nepal y Tíbet en busca de una parte de mi pasado; más concretamente, en busca de un monasterio en el Tíbet, donde estuve en una vida anterior, según vi en un trabajo de Terapia de Vidas Pasadas que había realizado dos años antes.

A pesar de lo descabellada que parezca la idea, emprendí la preparación de mi viaje con gran emoción y seguridad interna, aunque no estaba seguro de poder realizarlo. Por supuesto que a muy pocos comunicaba este extraño proyecto para que no me consideraran un delirante, pero mi propósito era sólido e inamovible.

Tenía también la intención de conectarme con el budismo tibetano en la India y acercarme además a dos lamas que había conocido años atrás en Buenos Aires: los lamas Chógyal Rinpoché y Dorsong Rinpoché, del monasterio de Tashi Yong. Quería continuar con ellos trabajos de meditación comenzados anteriormente.

No sabía con exactitud cómo serían mis movimientos en Asia pero comencé mis preparativos como si todo fuera a resultar fácil. De hecho, desde que resolví mi partida me deslicé como por un tobogán: no me cabía la menor duda de que debía hacer ese viaje, pero ni siquiera contaba en ese momento con los medios económicos para pagar el pasaje.

Querría ahora dejar escritas las memorias de esos dos meses, porque las experiencias que tuve fueron muy importantes. Creo que pocos son los argentinos que se han acercado al budismo tibetano, sin embargo a muchos les interesa el tema. Por otra parte, pocos son los que han tenido la oportunidad de estar al lado de un lama, muy pocos los que han visitado un monasterio budista en la India y conozco sólo a tres personas que han estado en el Tíbet.

Una de ellas es, precisamente, una prima mía. Cuando se recibió de abogada, un tío, embajador en Pakistán, la invitó a ir con él como agregado cultural. Hace unos años me contó algunas de sus aventuras en la India y el Tíbet, a donde pudo entrar gracias a su pasaporte diplomático. En ese momento los chinos mantenían las fronteras cerradas para todos los extranjeros.

Corno pertenecía a la escuela de yogananda, de origen hindú, visitó primero la India. Luego fue al legendario Tíbet a curiosear; no tenía ningún interés personal en el budismo. Y allí le pasó algo inesperado. En un pueblito, mientras visitaba un monasterio, de repente le advirtieron que no se moviera ni hablara: pasaban los "monjes pájaros". Y vio con asombro pasar frente a ella a cinco o seis monjes, a unos cuarenta centímetros del suelo, moviendo los pies corno si caminaran pero sin tocar la tierra, deslizándose por el aire a bastante velocidad. Hablarles o molestarlos habría sido sacarlos del trance en que se encontraban.

También escuché por allí algunos otros datos sueltos sobre el Tíbet, como las experiencias de levitación. Y las del Turno o "calor interno", mediante el cual los monjes pueden meditar sentados desnudos sobre la nieve, aun en pleno invierno. Ya narré en otro libro, La Energía en mi Cuerpo [3], que Nerhu, cuando era primer ministro de la India, envió a su guru a Moscú, a pedido del gobierno ruso, para entrenar a astronautas en el "arte de respirar". Cuando bajó del avión sólo vestido con una túnica de algodón y los brazos desnudos, un militar ruso se quitó el sobretodo para ofrecérselo, creyendo que no estaba al tanto de la temperatura de Moscú en ese momento. El yogui lo detuvo, diciéndole que no lo necesitaba, ya que él podía regular su propia temperatura. El Tumo es una de las primeras iniciaciones o aprendizajes que reciben los monjes en determinados monasterios del Tíbet para poder soportar el frío del lugar, y de hecho, todos los lamas y monjes andan con el hombro izquierdo descubierto, a veces sólo con un manto de algodón, y en el derecho, una blusa liviana.

Y como estas, hay muchas otras anécdotas y leyendas sobre los conocimientos y la magia de ciertos lamas. Pero mi relato no está destinado a contar historias raras ni leyendas divertidas sino a narrar mi experiencia, que no es muy común. Las cosas que vi y sentí tampoco son tan comunes.

Quisiera que este relato no fuera un diario de tipo turístico, aunque voy a tener- que contar detalles del viaje en sí mismo puesto que forman parte de la experiencia que quiero transmitir. Tampoco quisiera que este relato fuera considerado una transmisión de ideas religiosas. Sin embargo, como el viaje fue realizado en busca de monasterios budistas tibetanos no podré omitir muchos comentarios relacionados con esta religión. Sí quiero, en cambio, transmitir algunos aspectos de la filosofía y sabiduría budista tibetana, porque mi viaje estuvo relacionado también con la búsqueda y la afirmación de estos conocimientos.

Por otra parte, como nunca fui militante activo en política, no me gustaría que se considerara que mi narración está inspirada en alguna ideología particular, pero no dejaré de mencionar- la impresión desastrosa que tuve de los resultados de la invasión china al Tíbet durante la revolución cultural en 1959 (en plena dictadura de Mao Tse Tung) y de los efectos actuales de la destrucción de la cultura tibetana. En cambio, merecen mi alabanza los actuales intentos de restablecer la cultura y la libertad del Tíbet, en los que está comprometido todo el pueblo tibetano y sus simpatizantes extranjeros.

Finalmente, es clara mi intención de transmitir algunos conceptos esotéricos y espirituales, y al narrar mi conexión con el budismo en la India, Nepal y Tíbet no voy a dejar de lado ideas ocultistas que forman parte de la vida diaria de los tibetanos y de los hindúes, como lo es la reencarnación.

Son muchos los occidentales que actualmente aceptan la existencia de la reencarnación. Yo soy uno de ellos. Pero, como la gran mayoría de los formados en nuestra cultura judeo-cristiana, no tengo la convicción de que la reencarnación verdaderamente exista. La aceptamos en teoría, con nuestro intelecto, pero al mismo tiempo, desde otra parte de nosotros mismos, el propio intelecto nos llena de dudas y buscamos pruebas y pedimos comprobaciones que nos convenzan de que la reencarnación es una realidad. En la India las cosas son diferentes.

En la India, en el contacto con las personas de las distintas creencias que allí coexisten, la religiosidad se abre más en uno y la vida misma parece cambiar de intereses. Parafraseando al jesuita Carlos Vallés [4], allí es donde mi teología personal cambió a ritmo de trópico, mi concepto de Dios se abrió a nuevos conceptos y a nuevas creencias, y con ello se abrió mi vida, se ensancharon los horizontes de mi pensamiento y de mi conciencia. La India es un subcontinente ecurnénico a fuerza de historia y geografía: no sólo coexisten en ella formas tan distintas de entender a Dios como el monismo del Vedanta y el animismo de los millones de aborígenes; no sólo se aceptan y se practican en su suelo casi todas las religiones mayoritarias del mundo, sino que uno se topa con ellas cara a cara y corazón a corazón, en el trato diario de las personas, en la conversación y en la amistad. No se trata de ecumenismo de biblioteca ni de conferencia, sino de encuentro vivo, constante y personal. Allí las ideas tienen rostro y las diversas religiones tienen nombres de amigos y conocidos. Esa es la bendición larga y profunda de ese país sagrado, "donde el calor de los monzones acaricia el pensamiento religioso como cosecha favorita de sus campos eternamente abiertos".

En la India no sólo los hindúes hablan libremente de reencarnación sino que parecería que hasta los cristianos se hubieran contagiado y aceptaran el tema como si no hubiera que demostrar " ni discutir nada. Esta idea forma parte de la cultura y de la vida de ese lugar porque la India es un país de fe y de devoción; se vive con ellas y todos los aspectos de la vida se explican por el karma y la reencarnación.

Y entre los tibetanos, la reencarnación ni siquiera es una "idea" sino un sentimiento de todos los días. Ni siquiera se habla de ella porque forma parte del modo de respirar, de comer o de dormir. La seguridad y la fe son tales que para ellos no vale la pena ni pensar que haya que convencer a alguien sobre la existencia de la reencarnación. "Reencarnar" es un verbo más en su diccionario, absolutamente simple y común, que determina el actuar mismo de cada habitante, sin que esté a menudo, sin embargo, en su hablar diario.

Por ejemplo, cuando llegué a Tashi Yong, el primer monasterio al cual iba dirigido mi viaje, en el norte de la India, me encontré con que el lama principal, Kamtrul Rinpoché, tenía 9 años de edad. Había un regente, el abad del monasterio, que lo reemplazaba hasta que él pudiera asumir sus responsabilidades. Se consideraba al niño como la reencarnación de un gran lama anterior con el mismo nombre. Había sido el director- de ese monasterio años atrás y había muerto hacía once años. Renacido en la comunidad tibetana que rodea al monasterio, el niño fue reconocido a muy temprana edad como el nuevo Kamtrul Rinpoché.

Los dos lamas a quienes yo había ido a buscar en ese lugar, Chógyal Rinpoché y Dorsong Rinpoché, eran también considerados encarnaciones de lamas anteriores muy conocidos en el Tíbet. Después supe que el término Rinpoché se aplica no sólo a lamas muy respetados, de alto nivel, sino que es la denominación de los que han sido reconocidos como reencarnaciones de lamas anteriores. Rinpoché significa precioso, de gran valor. También suele dárseles el nombre de Tulkus cuando se confirma esta reencarnación. Esta palabra Tulku se aplica tanto para lamas como para monjes de reencarnación reconocida, dejándose Rinpoché sólo para los lamas, que son los maestros en los monasterios (Fotos 1 y 2).

Cuando viajé a Dharamsala, a dos horas de auto desde Tashi Yong, fui a visitar en el monasterio Tushita al lama Osel, un lamita de 6 años de edad. Es la reencarnación de un gran lama tibetano, Yeshe, que después de escapar del Tíbet por la invasión china en 1959 fue a Dharamsala, en el norte de la India, donde Nerhu, en ese momento Primer Ministro de la India, dio refugio al Dala¡ Lama y a los exilados tibetanos que lo acompañaron. Luego el lama Yeshe estuvo en el monasterio de Kopán, en donde, con la finalidad de difundir el budismo tibetano, creó una casa de retiro para todos los que quisieran acercarse. Hasta allí llegaron gran cantidad de occidentales simpatizantes del budismo, quienes pidieron al lama que también fuera a otros países a transmitir sus enseñanzas.

Desde entonces, el lama Yeshe recorrió muchas ciudades europeas, creando centros de estudios budistas y casas de retiro. En los Estados Unidos se hizo famoso y pasó muchos años en California, en donde escribió varios libros que traducidos al inglés se difundieron por todo el mundo rápidamente. Murió el 3 de marzo de 1984 (el día del Año Nuevo tibetano) a los cuarenta y nueve años, en el Hospital de Aptos, cerca de Santa Cruz, California, debido a una enfermedad cardíaca que lo torturó desde el comienzo de su exilio, posiblemente agravada por el exceso de trabajo en su activa vida de difusión espiritual. Antes de morir prometió que volvería a continuar con sus enseñanzas y que renacería en Occidente.

Su gran amigo y discípulo, el lama Zopa, se dedicó a buscarlo, consultando oráculos y dejándose llevar por sus sueños y su intuición. El 12 de febrero de 1985, nuevamente el día de Año Nuevo tibetano, nació Ose] Hita Torres en el hospital provincial de Granada, España, quinto hijo de un humilde matrimonio residente en el sencillo pueblo de Bubión, en la serranía de las Alpujarras. Paco y María, sus padres, habían sido discípulos del lama Yeshe en el centro de retiros de Bubión que el mismo Paco había construido con sus manos y al que el lama Yeshe había dado el nombre de Osel Ling (Lugar de la Luz Clara, en tibetano). Paco eligió el nombre de Ose] para su nuevo hijo. Tres de sus otros cuatro hijos llevaban también nombres tibetanos.

Cuando Osel tenía cinco meses sus padres lo llevaron con ellos a Alemania para asistir a las reuniones de la organización budista a la que pertenecían, presidida ahora por el lama Zopa que había sucedido al lama Yeshe. En una de las ceremonias el lama Zopa dijo misteriosamente: "En este momento lama Yeshe está muy cerca nuestro. Puede que incluso esté en esta habitación con nosotros". Nadie le entendió. Dos meses más tarde el lama Zopa fue a Bubión a dar un curso. En uno de los intervalos, el lama vio a Ose] gateando por el suelo y se lo llevó consigo a su sillón para observarlo mejor. No le cabía duda de que se trataba del mismo niño rubio y de ojos color almendra qué había visto en sueños gateando en una sala de meditación. Zopa contó después que lo reconoció cuando el bebé puso la cabecita sobre su pecho de la misma manera que el lama Yeshe lo había hecho con él al morir.

Antes de comunicar nada, el lama Zopa consultó con el Dala¡ Lama (jefe espiritual del budismo tibetano) y con algunos otros importantes lamas que habían conocido al lama Yeshe. Todos coincidieron en que Osel era la reencarnación de ese querido lama, después de lo cual el niño de un año y medio fue sometido a la serie de pruebas que se suelen usar en esos casos, como reconocer lugares y objetos que le pertenecían en su vida anterior.

A los dos años Ose] fue entronizado, ceremonia a la que asistieron no sólo los discípulos del lama Yeshe sino gran cantidad de curiosos y periodistas dispuestos a no perderse la coronación del "pequeño Buda", como le decían algunos. Y fue grandísima la sorpresa al presenciar al todavía bebé sentado en lo alto de un trono, vestido con las ropas de lama, leyendo textos sagrados tibetanos y soportan(lo sin problemas la ceremonia que duró casi tres horas.

Ante la incredulidad aun de los más devotos, a medida que fue creciendo Ose] comenzó a dar claras muestras de reconocer a personas a quienes Yeshe había tenido cerca; les decía cosas conocidas o tomaba actitudes que el lama Yeshe había tenido con cada uno de ellos, y reconocía cada lugar que había frecuentado en su vida anterior: abría cajones buscando sus pertenencias o se dirigía directamente a habitaciones en donde había vivido. Una de las actitudes más características del difunto lama era taparse la cabeza con el manto a modo de broma cuando meditaba, no usual en la práctica tibetana: el chiquito se ponía un trapo en la cabeza y se sentaba en posición de meditación, con las piernas cruzadas.

Enseguida comenzó a recibir educación especial del lama Zopa, al comienzo junto a su familia en Bubión, y luego viajó por diferentes países de Asia, Europa y América, acompañado por su madre.

Cuando regresé de la India, un lama que estaba en Buenos Aires, el lama Trinle, me contó que en una oportunidad, viajando en avión de Bangkok a Portland, Oregon, donde vivía habitualmente, se le subió a las rodillas un niño que lo acarició y lo besó. La madre del chico le explicó que era el lama Osel, reencarnación del lama Yeshe a quien él había conocido personalmente. Cuando conté esto a mis hijas a la vuelta de mi viaje, ellas me mostraron un video que les había mandado la madre de una primita de ellas de Barcelona, en donde aparece el lamita Ose¡ de cinco años cuando visitó Palma de Mallorca, leyendo libros tibetanos y recitando mantras en ceremonias larguísimas. Aún conservo ese video.

El propio Dala¡ Lama, cabeza del budismo tibetano y rey del Tíbet depuesto por los Chinos y refugiado en la India, es el mismo Dala¡ Lama desde principios del 1500. Con el nombre de Gendun Drup fundó en esa época el monasterio Tashilumpo en Shigatsé, uno de los monasterios más importantes del Tíbet. Antes de su muerte anunció que renacería deliberadamente en el Tíbet y dio instrucciones a sus seguidores para encontrarlo. Desde entonces, cada Dala¡ Lama es buscado según las pistas dadas por el anterior, antes de morir. El decimotercer Dala¡ Lama, poco antes de su muerte en 1933, advirtió a su pueblo de los peligros que afrontarían en los años siguientes y dio las indicaciones necesarias para reconocer a su sucesor, su propia reencarnación.

En 1938, Tenzin Gyatso, el actual Dala¡ Lama, fue descubierto a los dos años de edad en una humilde familia campesina en el nordeste del Tíbet, cerca de la frontera china. El niño fue llevado a Lhasa, capital del Tíbet, entronizado a los cuatro años de edad y recluido para su formación en el Palacio Potala, donde vivían sus antecesores, tomando lentamente conciencia del caos que su país estaba enfrentando.

En 1950, cuando cumplió quince años, se produjo la invasión china al Tíbet y fue necesario que él asumiera el poder político total. En 1954 fue a Pekin para hablar de paz con Mao Tse-Tung y otros líderes chinos como Chou En-La¡ y Dong Xiaoping. En 1956, de visita en la India, tuvo una serie de entrevistas con el primer ministro Nerhu y el premier chino Chou En-Lai para tratar el tema del deterioro que se estaba produciendo en el Tíbet.

Los esfuerzos del Dala¡ Lama para lograr una solución pacífica al conflicto chino-tibetano fueron anulados por la despiadada política de Pekín en el este del Tíbet, que encendió una rebelión y resistencia popular. Este movimiento de resistencia se extendió a otras partes del país y el 10 de marzo de 1959, Lhasa, la capital del Tíbet, estalló en la más grande demostración de reafirmación de independencia y de reclamos de alejamiento de los chinos del territorio tibetano.

Ante la terrible represalia de los chinos, el Dala¡ Lama escapó con sus maestros y sus seguidores. Se fueron con él gran cantidad de monjes y gente del pueblo de Lhasa y de muchas otras partes del Tíbet, alrededor de 87.000 en total, para refugiase en el norte de la India, primeramente en Musoori y finalmente en Dharamsala, que llamaron la "Pequeña Lhasa" porque allí el Dala¡ Lama estableció su gobierno en el exilio, con la venia de Nerhu. Desde entonces trabaja intensamente por la liberación del Tíbet, por la paz mundial y por la ecología, viajando por todo el mundo. Esta noble actividad le valió el Premio Novel de la Paz en el año 1990.

Se dice pues que los Dala¡ Lamas son el mismo ser, reencarnado catorce veces como guía espiritual y secular del Tíbet. Cuando descubren dónde renació lo someten a un estudio especial: entre otras pruebas, 1e presentan al niño objetos entre los que se encuentran pertenencias del anterior Dala¡ Lama. Debe reconocer cuáles fueron las suyas en su vida anterior. Pero esto no es suficiente: se necesita que un lama experimentado y con especial sabiduría, que lo haya conocido antes, converse con él acerca de su pasado.

Lo que estoy narrando resultará un tanto novelesco para nuestra mente occidental, pero no lo es para la gente que está acostumbrada a la idea de la reencarnación. Es más, desde que nacen, a los tibetanos se los trata como a seres que han tenido miles de vidas anteriores. Y a pesar de que esta concepción forma parte de la vida diaria, de la educación y el ambiente familiar, para ellos debe ser también asombroso que en una familia de humilde condición de pronto nazca un hijo rey, aunque sea por el enorme mérito espiritual acumulado por esa familia.

Mientras caminaba por las callecitas del monasterio de Tashi Yong me saludó en correcto inglés un monje que solía ver sentado bajo la sombra de un árbol. Me detuve y comencé a charlar con él, contestando sus preguntas acerca de dónde venía yo y qué hacía en la India y en el monasterio. Me llamó la atención que hablara fluidamente el inglés puesto que los monjes en general hablaban sólo tibetano o hindi.

Al despedirme le pregunté su nombre para buscarlo otro día y seguir nuestra conversación. Cuando me dijo que se llamaba Chögong Rinpoché me di cuenta que no era un monje común sino un lama de alto grado: el Rinpoché que acompañaba a su nombre indicaba que era la reencarnación de algún lama conocido.

Días después volví para verlo, llevando conmigo el libro donde había leído sobre el lama Osel, el de seis años. Le conté entonces que en Buenos Aires practicaba desde hacía varios años la técnica de Terapia de Vidas Pasadas con mis pacientes y conmigo mismo, y que había logrado experiencias interesantísimas. Mi proyectado viaje al Tíbet tenía que ver con esto y le relaté someramente algunos detalles relacionados con el tema.

Le mostré el libro sobre el lama Ose¡, le recordé que allí mismo, en Tashi Yong, estaba el lama Kamtrul, de nueve años, y finalmente le pedí que me contara sobre su propia experiencia, ya que él era un Rinpoché. Después de comentarme que le parecía muy interesante mi propio relato me contó algo parecido a las demás historias que yo ya conocía: su madre le había comentado que cuando él tenía dos años comenzó a decir que era el lama Chógong y que en diferentes oportunidades recordaba detalles de su vida anterior. La madre lo llevó ante el lama Kamtrul, el que después murió y que entonces era director del monasterio, éste lo estudió y lo aceptó como Rinpoché. Varios lamas importantes lo estudiaron después y todos coincidieron en que era efectivamente ese lama.

Pero ahora no recordaba nada sobre lo que hablaba cuando era chico. Me explicó que todos nos acordamos de nuestra vida anterior hasta los cuatro años de edad, sólo que en general nuestros padres no nos creen o no nos dan la oportunidad de hablar sobre ello, tomando todo lo que decimos como producto de fantasías y parte de juegos infantiles. A los cuatro o cinco años en adelante la mente va entrando en olvido por la importancia que toma la educación en ese momento de la vida. La conciencia se va centrando en la adquisición de nuevos valores y nuevos conocimientos, por lo que seguramente el recuerdo de vidas pasadas sería más perjudicial que útil. Es curioso que Freud hablara también de este período posterior a los seis años como "el paso a la latencia", un olvido o alejamiento transitorio de la instintividad, que de alguna manera permite la adquisición de los conocimientos que nos transmite la cultura.

Muy interesado en la técnica de Terapia de Vidas Pasadas, Chögong me preguntó dónde la había aprendido. Le conté que la había recibido de una psiquiatra brasileña que viajaba una vez por año a Buenos Aires para instruir a un grupo de psicoterapeutas. No pude menos que reírme cuando el lama Chógong me preguntó si yo era "detentor del linaje para la transmisión del método". Los budistas tibetanos llaman linaje a la serie de maestros por la que ha pasado una determinada enseñanza antes de recibirla uno y representa el permiso para poder transmitirla a un discípulo, de la misma manera que uno la recibió. Siempre se hace para esto una ceremonia religiosa o iniciación. De esta manera se asegura que una técnica pase inalterada de maestros a discípulos. Así, hay muchas enseñanzas que se han mantenido puras, sin contaminación alguna, desde el Buda Sidharta Gautama hasta el presente, conociéndose los nombres de los maestros que la fueron transmitiendo, es decir, el linaje.

Me fue difícil explicarle que en la medicina de Occidente sólo se enseña una técnica. Uno la aprende y la pone en práctica como puede y probablemente le agregue su toque personal a lo que después transmite a los demás. Cuando me preguntó si podía enseñarle esa técnica tuve que explicarle que me era imposible ya que para tener una experiencia útil necesitaríamos por lo menos una sesión de tres horas en un idioma que ambos pudiéramos manejar a la perfección, y mi inglés no daba para tanto. Seguramente cuando él entrara en relajación profunda comenzaría a hablarme en tibetano…

Cuando le pregunté si conocía si algunos lamas tibetanos tenían iniciaciones especiales para indagar sobre vidas pasadas, me contó que un lama lo había colocado delante de un espejo y que mientras él recitaba un mantra comenzó a ver en el espejo episodios de vidas anteriores. Era más o menos como nuestra técnica, salvo que la nuestra no se hace frente a un espejo sino con los ojos cerrados, acostado y en relajación. Él conocía además de otra técnica que practican ciertos lamas en meditación muy profunda frente a una tela blanca. Pero tampoco tenía el linaje.

Otro hecho muy importante que me gustaría remarcar es que los Rinpoché tienen una mente privilegiada. No sólo recuerdan con claridad hechos de su vida anterior durante la infancia sino que rápidamente "reaprenden" lo que sabían antes. Todo. aprendizaje nuevo se suma, entonces, a lo que en sus mentes ya tienen de vidas anteriores. Por eso, en general, los lamas son personas intelectualmente brillantes y de un poder mental enorme, no sólo en lo concerniente al budismo, sino en otras disciplinas extrañas a los tibetanos. Un ejemplo de esto es el caso de Situ Rinpoché, a quien conocí también en la India, en el monasterio Sherab Ling, a 15 kilómetros del monasterio de Tashi Yong. Situ Rinpoché (cuyo nombre completo es Khentin Tai Situpa Pema Dónyó Nyinche Wangpo) está considerado una "emanación" de Maitreya, nombre que los hindúes dan a Cristo y que los budistas tibetanos afirman que es el Buda del futuro, y que representa el aspecto de Amor de la Mente Búdica. "Emanación" no significa reencarnación sino alguien que ha recibido la influencia mental y espiritual de un ser superior, por la cual tiene misiones muy específicas y protecciones especiales para su vida en la Tierra.

Situ Rinpoché tiene una enorme trascendencia e influencia espiritual en el budismo por ser considerado esa emanación de Maitreya. Como dije antes para el Dala¡ Lama, S ¡tu es siempre la reencarnación de un mismo ser: en cada vida recibe el nombre de Situ y nace coetáneo de otro lama llamado Karmapa. Ambos se alternan para ser el maestro o guía espiritual del otro: muere Situ y al renacer será discípulo del Karmapa que quedó vivo. Cuando Karmapa muera, renacerá y será discípulo, a su vez, del Situ que persiste.

El primer Situ fue Marpa, un maestro de budismo en el Tíbet del 1100 que viajaba a menudo a la India en busca de escritos de enseñanzas budistas de diversos maestros y tradiciones. Como estaban escritos en diferentes idiomas (en la India hay como 4000 idiomas) él se encargaba de descifrarlos y traducirlos al tibetano. Por esta habilidad se lo conoce como Marpa "el traductor".

El actual Situ Rinpoché es la doceava encarnación como lama. Nació en Taiyul, en el área de Kham, Tíbet, en 1954. Cuando el dieciseisavo Karmapa estaba con el Dala¡ Lama en Pekín tratando de arreglar la situación política de su país ante Mao TseTung, intuyó que había nacido Situ Rinpoché, su Maestro muerto años atrás y que ahora debería ser su discípulo. Lo buscó y lo hizo entronizar al año y medio de edad en el monasterio Palpung. Para salvarlo de la inminente invasión china, Kalu Rinpoché (otro gran lama de la Escuela Karma Kagyu, que fue tutor de los cuatro regentes actuales de dicha escuela) lo llevó a Bután y luego al reino de Sikkin, donde fue educado por Khenchen Thrangu Rinpoché y más tarde por Karmapa mismo.

A los quince años comenzó a impartir enseñanzas a los occidentales que se le acercaban, y de improviso comenzó a introducir en sus clases el inglés, que le fue surgiendo por el solo contacto con gente de habla inglesa, sin haberlo estudiado antes. ¿Recordaría acaso su habilidad de encarnaciones anteriores, de Marpa "el traductor"?

A los veintidós años recibió en donación del gobierno de la India, veintinueve acres en la provincia de Himachal Pradesh; allí fundó el Instituto de Altos Estudios Budistas Sherab Ling, en donde lo visité. En la actualidad, con cuarenta y dos años, es uno de los Patriarcas Regentes de la Escuela Karma Kagyu hasta que se haga cargo el XVII Karmapa, que después de morir el XVI parece haber ya renacido en el Tíbet, reconocido en junio de 1992 y entronizado en Tsur-phu (cerca de Lhasa) a la edad de siete años. Actualmente Situ Rinpoché dedica su vida a la paz mundial y la liberación del Tíbet secundando al Dalai Lama.

Habiendo hecho esta presentación de algunas particularidades acerca de las creencias de los budistas tibetanos acerca de la reencarnación, podré ahora narrar más libremente los hechos que precedieron a mi viaje y lo que experimenté durante el mismo.