"La Ley De La Calle" - читать интересную книгу автора (Walters Minette)

Capítulo 11

Sábado, 28 de julio de 2001.

Centro de coordinación, sacristía de la iglesia. Portisfield

Amy llevaba desaparecida más de veinticuatro horas, y los teléfonos del centro de coordinación no habían cesado de sonar desde que se mostrara su fotografía en los telediarios. Había sido vista a lo largo y ancho de Gran Bretaña, desde Land's End hasta John O'Groats, y cada información había sido minuciosamente investigada. Las más prometedoras eran aquellas que describían a una niña en compañía de un hombre, pero en plena temporada de vacaciones dicha circunstancia no era inusual. Los padres solían acompañar a sus hijas a comprar comida en las estaciones de servicio o las esperaban a la puerta del baño de señoras mientras ellas estaban dentro. Cada nueva pista que resultaba infructuosa provocaba una sensación de frustración creciente.

A diferencia de este enfoque de dispersión, que siempre generaba toda investigación, los esfuerzos del inspector Tyler y de su equipo se centraban en averiguar adónde había ido Amy en las dos últimas semanas. La historia que afloraba presentaba visos extraños. Según Barry, Amy salía todos los días a las diez de la mañana -Barry se despertaba siempre al oír el portazo- y regresaba a las seis menos cuarto de la tarde diciendo que había estado con Patsy. Pero cuando la tarde del miércoles Kimberley puso en duda su palabra tachándola de mentirosa, Amy montó un «escándalo de la hostia». El muchacho se mostró perplejo al describir la escena.

– Ya de por sí Amy era un poco rarita, lloraba un huevo, no le gustaba la tele… pero cuando Kimberley la llamó mentirosa se puso como las putas cabras. Empezó a dar patadas y puñetazos, y no paró hasta que Kim le prometió que no le contaría nada a su madre. El trato era que tenía que volver antes que Laura, si no, Kim habría perdido el dinero del canguro.

– ¿Eso fue el miércoles? -Barry asintió-. ¿Y el jueves por la tarde cumplió el trato? -Barry volvió a asentir-. ¿Alguno de vosotros dos intentó averiguar adónde iba Amy?

– Más o menos. Kim no dejaba de pincharla con lo de que se metía en algún rincón porque no tenía amigos.

– ¿Y Amy se picaba?

– Solo decía que si lo supiera se moriría de envidia.

Los familiares de Laura Biddulph y Martin Rogerson habían sido interrogados durante toda la noche sin resultados satisfactorios. Los padres de Martin Rogerson vivían en una residencia para jubilados de Brighton y no veían a su nieta desde hacía casi dos años. «Solo vino una vez. Martin quería limar asperezas… llevábamos sin hablar desde su divorcio… pero Amy ponía a prueba la paciencia de cualquiera… todo el rato llorando. Creemos que estaba enferma… no dejaba de ir al baño con dolor de estómago pero no parecía servir de nada. Una niña rara… muy irritante… ha salido a su madre, pensamos nosotros… Desde luego a Martin lo sacaba de quicio. Le pedimos que no la trajera más. No; no teníamos ni idea de que él y Laura se hubieran separado.» Los hijos que había tenido Martin en su anterior matrimonio nunca habían visto a Amy. «Antes de que se casara le advertimos que nos pondríamos de parte de mamá…» ¿Qué clase de padre era? «Distante… indiferente… Nunca nos dio la impresión de que le cayéramos demasiado bien…» ¿Os pegaba si erais desobedientes? «Casi nunca… llegaba a casa muy tarde… de eso se encargaba mamá…»

Los padres de Laura Biddulph, jubilados y residentes en Oxfordshire, cerca de la hija mayor, también habían visto a Amy en una sola ocasión, cuando Laura la llevó a su casa en una visita sorpresa el verano del año anterior. Al igual que la familia Rogerson, los Biddulph presentaron una imagen de distanciamiento de un hijo que los había decepcionado con su matrimonio. El señor Biddulph fue el que llevó el peso de la conversación.

¿Mencionó Laura que tuviera problemas en su matrimonio? «No lo habría hecho… por temor a oír “ya te lo dijimos”…» ¿No les gustaba Martin? «Por supuesto que no… era poco menos que un pederasta… tomar por esposa a una cría como si fuera un trofeo…» ¿Sabían que Laura pensaba dejarlo? «No… nos cogió de improviso cuando llamó para decirnos que estaba con otra persona…» ¿Habían llegado a conocer a Townsend? «No…» ¿Les habló Laura de él? «Creo que dijo que era contratista…» ¿Habló Amy de Martin durante el tiempo que estuvo con ellos? «No… no le dimos pie…» ¿La relación de Laura con su hija era afectuosa? «Si se refiere a si estaban todo el tiempo una encima de la otra, no… No somos una familia efusiva…» ¿Vieron algo que les hiciera pensar que Amy recibía malos tratos físicos? «¿Por parte de quién… de Martin o de Laura?» De cualquiera de los dos. «De Laura desde luego que no… es incapaz de matar una mosca… En cuanto a Martin… ese hombre es capaz de cualquier cosa…»

La hermana de Laura dio un barniz distinto a las respuestas.

– Mi madre tenía cuarenta y ocho años cuando nació Laura. Ya tenía asumido que iba camino de la menopausia y, de repente, se entera de que va a tener una niña. Yo tenía dieciocho y mi hermano dieciséis. Creíamos que era un michelín de más… ya sabe, después de los cuarenta y cinco la grasa tira para abajo… y en lugar de eso nos vienen con una Shirley Temple. Cantaba y bailaba sin parar y era el triple de mona de lo que nosotros habíamos sido. Estaba malcriada. A papá le quedaba poco para jubilarse y de repente descubrió los placeres de la paternidad, mientras que la pobre mamá quedó relegada a un segundo plano. Papá tiene toda la culpa de que Laura se casara con Martin. Le enseñó lo fácil que es para una chica guapa enredar a los hombres mayores entre sus manitas.

– ¿Se lleva usted bien con ella?

– Apenas la conozco. Es como si fuera una prima lejana.

– ¿Tiene celos de ella?

La hermana de Laura era la mujer de un granjero bajo y fornido con las mejillas agrietadas por el viento y las manos curtidas.

– Antes sí -reconoció-, ahora ya no. Perdió brillo cuando se casó con Martin.

– ¿Vio a Amy cuando visitaron a sus padres?

– Oh, sí. Laura la trajo una tarde.

– ¿Qué impresión le causó?

La hermana mostró una sonrisa más bien cínica.

– Es un clon de su madre. Cantaba y bailaba sin parar, si creía que con el numerito iba a conseguir algo… si no, se quedaba quieta como una estatua. Sedujo a mi marido en dos segundos exactos para que le diera una propina de cincuenta peniques. Le pareció la niña más adorable que había conocido en su vida.

– ¿Y a usted? ¿También la sedujo?

Se quedó pensativa un instante.

– En cierto modo, supongo que sí. Amy era como un monito de feria… todo el rato encima de ti quisieras o no. En eso, desde luego, ha salido a Laura. Nosotros solo nos damos un beso en la mejilla de tarde en tarde, pero Laura es una persona muy tocona. En eso es muy poco Biddulph. -Hizo una pausa-. O lo era -añadió con un toque de sorpresa-. Ahora que lo pienso, no recuerdo que se mostrara afectuosa el verano pasado.

Los vecinos de Portisfield estaban ansiosos por ayudar, demasiado en algunos casos, pero la información que ofrecían resultaba decepcionante. Los que conocían a Amy llevaban dos semanas sin verla, y los que no la conocían mandaban a la policía tras pistas falsas.

«Deberían registrar la casa que hay al final de Trinity Street… Hay un tipo que ronda por los columpios… si quieren saber mi opinión, merece que le den un buen puntapié…»

«He visto a la madre unas cuantas veces… Le dije a mi amiga: “¿Qué hará ese memo de Gregory con una mujer la mitad de joven que él?”. “Viejo verde”, me dijo mi amiga. Kimberley se va a morir de celos. Espera y verás. Esos no tardarán en matarse entre ellos.»

«Vi a una niña parecidísima a la de la foto… menudita, con el pelo largo y oscuro… Estaba con un hombre en un coche… se pararon a mi lado en un semáforo… era un coche negro, creo… no un Mini o un Rolls, esos son los únicos que reconozco…»


La policía había tomado la sacristía contigua a la iglesia católica de Portisfield como centro de coordinación. En un rincón, el inspector jefe Tyler informaba a su comisario a primera hora de la tarde del sábado.

– Hay algo que me huele raro en todo esto… y no logro averiguar qué es. Laura Biddulph está angustiada, de eso no cabe duda… se pasa el día sentada como una zombi, gritándole a Kimberley Logan… y luego se niega a abandonar la casa o a hacer un llamamiento por Amy. Martin Rogerson es todo lo contrario… sensato, educado, sereno, dispuesto a hacer todo lo que le pidamos… pero en cuanto le plantan una cámara delante se echa a llorar.

– ¿Por qué le sorprende?

– Antes de que empezara la rueda de prensa se puso a contar chistes. Machistas, la gran mayoría. -Giró la mano dando pie a una réplica-. ¿Cuál es el femenino de «echarse una siesta»?

– No lo sé.

– Fregar los platos.

– Mmm. -El comisario se acarició la nuca con la mano, pensativo-. Podría ser su versión de pasarse el día gritando a la chica de Logan. No siempre somos capaces de hacer y decir lo indicado en el momento apropiado. -Hizo una pausa-. Dice usted que los padres se odian, ¿no es así?

Tyler asintió.

– Rogerson prefiere evitar el tema, dice que no tenían nada en común por la barrera de edad… que fue un tonto al casarse con ella… que debería haber previsto lo que ocurriría… que lo de Townsend estaba cantado. Reconoce que parte de la culpa fue suya porque pasaba demasiado tiempo en el trabajo, pero afirma que no le guarda rencor, incluso da a entender que se alegra de habérsela quitado de encima. -Tyler mostró una sonrisa cínica-. Al menos, eso dice.

– ¿No le cree?

Tyler meditó sobre ello.

– No lo sé. No hace más que insistir en que solo le preocupa el bienestar de Amy cuando, según reconoce él mismo, no paga el mantenimiento de la niña y lleva nueve meses sin verla. Lo justifica culpando a Laura por devolver los cheques cuando ella vivía con Townsend, antes de que desapareciera por completo. Dice que Laura manipula los sentimientos de la niña para tener una baza a la hora de negociar las condiciones del divorcio. Tú no la has mantenido, la niña no te quiere, no desea vivir contigo… esa clase de cosas.

– Suele pasar. Los niños se convierten en pelotas de fútbol en estas situaciones. Es triste, pero ocurre con frecuencia.

– Precisamente por eso no me cuadra, señor. Porque no veo que sea esa la situación. Es extraño que a un padre le concedan la custodia, sobre todo si trabaja tantas horas como Rogerson, así que ¿por qué está convencida Laura de que va a perder a la cría? No tiene sentido. Deberían tratar de conseguir la custodia compartida, y todo el mundo estaría contento. -Hizo una pausa para afianzar sus ideas-. Otra cosa que no tiene sentido es la casa de Rogerson. Nadie diría que allí ha vivido alguna vez un niño. No hay juguetes… la tele de quince pulgadas… no hay vídeos… ni columpios en el jardín… valiosas piezas de porcelana por toda la casa. Amy debía de ir con miedo de romper algo cada vez que salía de su habitación. -Tyler se encogió de hombros-. Lo que pongo en duda es que quisiera tener un hijo, y menos aún la custodia de la niña si la esposa se largaba.

Otro prolongado «mmm». Quien no conociera al comisario bien podría suponer que titubeaba para sus adentros. Quien lo conocía estaba acostumbrado a aquellas elipsis verbales que le servían para darse tiempo a pensar. La mayoría de sus subordinados habían adquirido aquel hábito, aunque se guardaban muy mucho de imitarlo en su presencia.

– Interesante. ¿Le ha comentado algo de esto a Rogerson?

Tyler asintió.

– Antes de la rueda de prensa. Le pregunté por qué se habían peleado por la niña cuando con la custodia compartida habrían solucionado el problema, y me dijo que estaba de acuerdo pero que no podía hacer nada al respecto si su mujer se negaba a hablar con él.

– ¿Y qué dijo Laura a eso?

– Martin es convincente, por eso es abogado. O viceversa.

– Tiene razón. Son todos unos malditos tiburones.

El inspector jefe sonrió.

– De todos modos, tiene que haber algo más, señor. Uno de ellos tiene dominado al otro, pero no sé cuál de los dos ni por qué. El instinto me dice que Rogerson oculta trapos sucios sobre su esposa, relacionados seguramente con Townsend; de lo contrario ella no se habría vendido a Logan para tener un techo.

– ¿Qué sabemos de Townsend?

– No mucho. Está de vacaciones en Mallorca con su novia actual. Rogerson sigue trabajando para él, lo que me parece un poco raro. Uno esperaría que lo hubiera mandado a paseo cuando le birló la mujer. -Tyler alzó la vista con las cejas arqueadas.

– ¿En qué ámbito? ¿Personal? ¿Laboral?

– En ambos. Laura dice que están siempre hablando por teléfono.

El comisario se quedó meditabundo.

– Tal vez habría que darle la vuelta a la cuestión y preguntarse por qué razón querría Townsend como abogado a un hombre al que le ha puesto los cuernos. Eso resulta más interesante, ¿no le parece? Podría ser que tuvieran más cosas en común que Amy y su madre.

– ¿Cómo qué?

– ¿Secretos? ¿Puede que sea uno de ellos quien tenga dominado al otro? ¿Dónde vive Townsend? ¿A qué se dedica su empresa?

– En Southampton. Es una constructora llamada Etstone. Rogerson nos dio las dos direcciones. Tenemos un coche en la puerta de casa de Townsend desde las nueve de la noche de ayer por si aparece la niña, y hemos hablado con los vecinos. Unos pocos recuerdan a Laura y Amy, pero ninguno tenía un trato especial con ellas. Todos coincidieron en calificar a Townsend de mujeriego («está para comérselo», fue como lo describió una mujer) y dijeron que se ausentaba a menudo de casa. Ha estado casado dos veces. Su primer matrimonio duró tres años; el segundo, solo doce meses. Ha tenido un montón de aventuras pero Laura ha sido la única novia a la que permitió mudarse a su casa. Según la misma mujer, le interesan mucho más los ligues de una noche que las relaciones serias. Gary Butler, el agente que la entrevistó, dijo que no había duda de que se trataba de una de sus ligues de una noche, cosa que a la mujer no le alegraba demasiado.

– Un cabroncete, ¿no?

– Eso parece. No hemos conseguido hablar con nadie de su oficina. El fin de semana permanece cerrada y en los contestadores no facilitan ningún número de contacto. Townsend dejó la dirección del hotel de Mallorca a su vecino más cercano por si ocurría algo, y estamos tratando de localizarlo. El gerente del hotel nos ha dicho que ha alquilado un coche y que se ha largado a una playa nudista que hay al sur. Esperan que regrese esta tarde. Volveré a intentarlo entonces.

– ¿Cree que está metido en el asunto?

Tyler negó con la cabeza.

– No veo cómo puede estarlo. Lleva fuera del país desde el martes y Amy desaparecía todos los días. Simplemente estoy atando cabos sueltos. Tal vez él pueda arrojar algo de luz sobre lo que ocurre entre los padres.

– Mmm. -El comisario lo escudriñó detenidamente por un instante-. Está perdiendo el tiempo, hijo. Rogerson estuvo en la oficina todo el día, Biddulph en la caja del supermercado y Logan conduciendo su autobús. Puede que Rogerson haya pagado a alguien para que la secuestre y la retenga hasta que las cosas se calmen… pero no tiene nada que ganar con ello. No puede coger y liberarla al cabo de un par de semanas diciendo que todo ha sido un error. No hay constancia de malos tratos y, según los profesores de Amy, es una niña equilibrada que está por encima de la media. -El comisario hizo un gesto de impaciencia-. Buscamos a un psicópata. Es la única explicación.

Tyler meneó la cabeza en un gesto de frustración.

– Entonces ¿dónde se metía la dichosa cría todos estos días? ¿Con quién estaba?

Uno de los ordenadores del centro de coordinación iba mostrando automáticamente los mensajes de la policía de otras divisiones.

– Hay disturbios en Bassindale -anunció el operario que lo manejaba a Tyler al detenerse este en su camino hacia la salida.

– ¿Por qué?

– Parece ser que están asediando a un pederasta.

– ¿Cómo se llama?

– Milosz Zelowski. -El operario repasó los mensajes de arriba abajo-. Lo trasladaron de Portisfield hace dos semanas… lo han interrogado esta mañana… registro del domicilio… protección solicitada… se informa de que los recursos policiales no dan más de sí… se rumorea que Amy fue vista anoche en la calle… más de doscientas personas lo atacan con piedras y botellas… barricadas levantadas… la agente presente en la zona no responde… el teléfono de Zelowski no funciona… situación fuera de control. -El operario alzó la vista-. Menudo dilema, señor.

– ¿Cómo?

– ¿Qué hacemos?, ¿buscamos a la niña o protegemos al pederasta? No tenemos efectivos para hacer las dos cosas.

›Mensaje de la policía a todas las comisarías


›28/07/01

›14.43

›Urbanización Bassindale

›ÚLTIMA HORA: policía desaparecida. Agente Hanson

›Visitas programadas de Hanson durante la mañana: W. Barber, 121 de Pinder Street; M. Furnow, 72 de Harrison Way; J. Derry, piso 506 de Glebe Tower

›Llamada automática de 4 min… Barber 729431/Furnow 729071/Derry 725600

›Sin respuesta

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