"Vercoquin y el plancton" - читать интересную книгу автора (Vian Boris)Capítulo IISobre Antioche Tambretambre descansaba la entera responsabilidad de la organización de la fiesta. Tenía una gran práctica en este tipo de entretenimientos, lo que unido a un entrenamiento notable para consumir sin peligro hectolitros de bebidas fermentadas, lo señalaba como el mejor de todos para preparar la surprise-party. La casa del Mayor se prestaba perfectamente a los designios de Antioche, que quería dar a su fiestita un brillo deslumbrante. Antioche había previsto todo. Un pick-up de catorce lámparas, dos de acetileno en caso de corte de corriente, reinaba, instalado por sus cuidados, en el gran salón del Mayor, ricamente decorado con esculturas sobre glándulas endocrinas que el profesor Marcadet-Balagny, el célebre interno del Liceo Condorcet, mandaba hacer en la Enfermería Especial del depósito según los deseos de los dos amigos. En la amplia pieza, preparada para la circunstancia, sólo quedaban algunos divanes cubiertos de piel de madroño de vaca que largaba reflejos rosados bajo los rayos del sol, ya muy fuerte. Se veían además dos mesas sobrecargadas de golosinas: pirámides de postres, cilindros de fonógrafo, cubos de helado, triángulos de franc-masones, cuadrados mágicos, altas esferas políticas, ananás, arroz, etc. Botellas de nansú tunecino se codeaban con botellones de gin, Hijo Fúnebre (de Tréport), whisky lapupacé, vino Ordener, vermouth de Turingia y tantas otras bebidas delicadas que era difícil reconocerlas. Vasos de cristal tostado dispuestos en filas estrechas frente a las botellas estaban prontos a recibir las mixturas que Antioche se prepara a componer. Las flores adornaban las arañas y sus olores penetrantes casi hacían dar vuelta la cabeza; tan impresionado se sentía uno por su fragancia imprevista. Gusto de Antioche, siempre. En fin, unos discos, en altas pilas, ondeados en la superficie por reflejos simétricos y triangulares esperaban, llenos de indiferencia, el momento en que, desgarrándole la epidermis con su caricia aguda, la aguja del pick-up arrancara a su alma espiritada el clamor aprisionado muy en el fondo de su surco negro. Estaban, en especial, |
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