"Me Muero Por Ir Al Cielo" - читать интересную книгу автора (Flagg Fannie)Elmwood Springs, Misuri Lunes, 1 de abril 9h 28m de la mañana, 23 °C, soleado Lo ultimo que recordaba Elner Shimfissle después de haber tocado sin querer aquel nido de avispas de su higuera, era haber pensado «ay, ay». Lo siguiente que supo fue que estaba tendida de espaldas en la sala de urgencias de un hospital, preguntándose cómo narices había llegado hasta allí. En el ambulatorio del pueblo no se pedía hora ni había sala de urgencias, así que estaría por lo menos en Kansas City. «Dios mío -pensó-, cuántas cosas raras están pasando esta mañana.» Ella sólo quería coger unos cuantos higos y llenar un bote de mermelada para aquella amable mujer que le había llevado un cesto de tomates. Y ahora aquí estaba, con un muchacho que llevaba un gorro verde de ducha y una bata también verde, mirándola desde arriba, muy nervioso, hablando a toda pastilla con otras cinco personas que había en la habitación, también con gorros verdes, batas verdes y unos pequeños botines verdes de papel en los pies. De pronto Elner se preguntó por qué no llevarían nada blanco. ¿Cuándo había cambiado esa norma? No pisaba un hospital desde hacía treinta y cuatro años, cuando su sobrina Norma había dado a luz a Linda; entonces todos iban de blanco. Su vecina Ruby Robinson, una enfermera a la antigua, titulada, todavía vestía de blanco, los zapatos, las medias y la pequeña gorra con orejeras. Elner creía que el blanco era más profesional y propio de sanitarios que esas cosas verdes sueltas y arrugadas que llevaba esa gente; y encima ni siquiera era un verde bonito. Ella siempre había llevado un uniforme muy pulcro, pero la última ocasión que su sobrina y el marido de ésta la habían llevado al cine, quedó bastante decepcionada al ver que los acomodadores ya no usaban uniforme. De hecho, ni tan siquiera había ya acomodadores; uno mismo tenía que preocuparse encontrar su asiento. «Bueno -pensó-, tendrán sus razones.» De pronto empezó a preguntarse si había apagado el horno antes de salir al patio a coger los higos; o si ya le había puesto el desayuno a su gato Unos años antes, su vecina Tot Whooten se clavó en la pierna una espina de cazón y acabó en la sala de urgencias, y contaba que le habían cobrado un dineral. Madurándolo bien, ahora Elner se daba cuenta de que quizá debía haber llamado a Norma; había pensado en llamarla, pero no había querido molestar al pobre Macky por unos cuantos higos. Además ¿cómo iba a saber que en el árbol había un nido de avispas? Si no hubiera sido por ellas, habría subido y bajado la escalera con los higos, ahora ya tendría hecha la mermelada, y Norma ni se habría enterado. Era culpa de las avispas, que de entrada no tenían por qué estar allí. Pero en ese momento supo que a Norma no le valdría ninguna de esas excusas. «Estoy en un apuro -pensó antes de quedarse dormida-. Tal vez acabo de perder de por vida mis privilegios de escalera.» |
||
|