"Falsa identidad" - читать интересную книгу автора (Scottoline Lisa)

7

Ya en casa, Bennie dejó el sobre en un extremo de la improvisada mesa de contrachapado y ordenó las fotos bajo la atenta mirada de Grady Wells. Éste, un muchacho de Carolina del Norte, alto delgado, de pelo rizado, había sido socio de Bennie y en la actualidad se había convertido en su amante. Juntos estaban arreglando una antigua casa adosada, reconstruyendo la estructura planta por planta, a pesar de que Grady era abogado de empresa y tenía tan poco tiempo libre como Bennie. Habían hablado de casarse en la casa si no se derrumbaba antes.

– Vale, eso es todo -dijo Bennie quitando el serrín de la superficie del contrachapado con la mano-. ¿Dispuesto a examinar las pruebas 1, 2 y 3?

– Dispuesto -asintió Grady. Se inclinó contra el rectángulo de contrachapado que iba a reforzar las paredes del comedor. Sus ojos grises estudiaban las fotos tras las gafas de montura dorada; para trabajar en la casa se había puesto una camiseta blanca Duke y vaqueros-. ¿Dices que se llama Alice Connolly?

– Sí. Vamos a ver. La primera foto, prueba 1 ya la has visto. La de los pilotos delante del avión, la que he enseñado a mi madre. La prueba 2, la segunda, el mismo piloto, Bill Winslow, mi padre. Con dos críos en brazos, más o menos de la misma edad.

– ¿De la misma edad? -Grady se acercó a la foto en blanco y negro y la comparó con la del grupo de pilotos; en ella se veía a un hombre joven de pelo claro con una camiseta blanca y vaqueros remangados, sentado en un peldaño de obra, sonriendo.

Parecía el piloto de la otra foto y sostenía en sus brazos a dos críos envueltos en unas mantas blancas-. Yo no sé si son de la misma edad. La foto tiene tanto grano y los críos son tan diminutos que no les distingo los rasgos.

– Yo tampoco. Podrían ser gemelos pero ¿quién sabe? De todas formas, es Winslow.

– ¿Cómo estás tan segura? ¿Verdad que nunca has visto a tu padre?

– No, pero creo que es él. Tal vez volviera para hacerse esta foto. No lo sé. Ése es su nombre y tiene los ojos como los míos. Y ahora la prueba 3.

Bennie cogió la última foto, reprimiendo las emociones que le despertaba. En ella se veía a su madre con dos chicas más, sentada en un taburete redondo de los que se veían antes en los bares y ahora habían desaparecido. La madre llevaba los ojos maquillados y el pelo, oscuro, en bucle detrás de la oreja. Tenía los labios carnosos, intensificados por el carmín, y el cuerpo con generosas curvas que se adivinaban bajo el conjunto de punto y la falda con una abertura en la parte de atrás.

– Fíjate en eso, Grady. La que destaca es mi madre.

Él rió.

– ¡Qué guapa es! ¿Qué edad crees que tendría?

– Dieciséis, diecisiete. Mucho más joven que yo ahora. ¿No te parece extraño? -Bennie miró la foto. Ya era lo suficientemente adulta para no sorprenderse de que su madre hubiera tenido vida propia antes de aparecer ella. Lo que sí era sorprendente era el aspecto saludable.

– No creo que haya visto nunca una foto de tu madre que no la hubieras tomado tú. Déjame ver eso. -Grady le cogió la foto de las manos y le dio la vuelta. Notó unas manchas negras en las cuatro esquinas y detrás, y vio escrito en trazo femenino las palabras: «Para Bill»-. Interesante -comentó.

– La letra es de mi madre. Imagino que regaló esa foto a Winslow, quien se la dio a Connolly, la cual dice que es mi hermana gemela.

– ¿Tú la crees? -levantó una ceja.

– Claro que no. Aunque me parece raro que tenga esas fotos, sobre todo la de mi madre.

– Un momento. -Grady le pasó la foto frunciendo el ceño-. Es una foto de tu madre con otras dos jóvenes. Puede venir de cualquier parte. Connolly podría ser la hija de una de las otras.

– Pero detrás pone «Para Bill», y es la letra de mi madre.

– Connolly puede haberla imitado.

– Sí, pero ¿cómo? -saltó Benny-. ¿Y qué me dices de las marcas que hay detrás de las fotos? Parecen todas sacadas del mismo álbum fotográfico.

– No lo sé, pero no me gusta que te manipule alguna embaucadora. -Grady cruzó los brazos y las mangas de la camiseta quedaron flojas sobre aquellos bíceps delgados y musculosos. Un vello dorado cubría sus antebrazos y las muñecas eran tan estrechas que el reloj del ejército suizo parecía desmesurado-. ¿Connolly se parece a ti?

– Entre las dos hay un parecido, un claro parecido.

– Un parecido no es lo que tienen las gemelas idénticas. -Grady frunció los labios-. Los gemelos idénticos tienen un aspecto idéntico. Proceden de un solo óvulo fertilizado por un único espermatozoide que se divide. Los gemelos idénticos tienen el mismo ADN y estoy convencido de que podrías hacer la prueba. ¿Por qué no pides a Connolly una muestra de sangre y la hacemos analizar?

– ¿No te parece un poco raro?

– No. Sobre todo si por un momento te has planteado representar a esa mujer, y espero que no, todo hay que decirlo.

– ¿Crees que no debería representarla?

Grady soltó una leve sonrisa.

– No deberías hacerlo bajo ningún concepto.

– ¿Por qué? -En realidad a Bennie no le apetecía coger el caso de Connolly, pero tampoco le gustaba que le dijeran que no tenía que hacerlo-. ¿Porque podría ser mi hermana gemela?

– No exactamente. -Grady movió la cabeza-. Sea o no tu hermana gemela, no tendrías que aceptar el caso. No sabes quién es ella.

– ¿Hasta qué punto debo conocer a alguien para aceptar su caso? Por favor, Grady, he representado a gente que apenas conocía, que en realidad me caían mal.

– Pero ella puede ser tu hermana gemela y eso te implicaría a nivel emocional. Te harías muchísimo. ¿Cómo ibas a preparar una defensa y mantener la objetividad?

Bennie soltó una repentina carcajada.

– Tú me representaste en una ocasión, ¿no lo recuerdas? Estabas enamorado de mí y me representaste.

– Aquello era distinto -respondió Grady sin alterar la voz. Si iba a dar comienzo una disputa, él no estaba dispuesto a poner toda la carne en el asador en el primer asalto. Él, un estudioso de la guerra de Secesión, nunca iniciaba la batalla con tanta rapidez como Bennie. Sus estudios sobre la guerra no habían hecho más que reafirmarle cuan inútil era-. En aquellos momentos no estábamos tan comprometidos, era al principio. Por otra parte, ya no es tu especialidad. En definitiva, el caso Connolly es un asunto de asesinato, no un caso de brutalidad policial.

– Pero hay polis implicados. ¿Quién mejor que yo para investigar a los polis? -Bennie cogió la foto de la mesa y la sujetó contra su pecho con gesto protector-. No todo el mundo puede llevar un caso de este tipo, y Connolly tiene un pésimo abogado.

– Si estás preocupada por ello, consíguele un buen abogado. El que contratarías para mí.

Bennie reflexionó sobre lo que le había dicho y luego rechazó la sugerencia.

– Si existe aunque sea una remota posibilidad de un lazo familiar, no quisiera que llevara su caso otro abogado.

– ¿Por qué no? No es lógico que porque Connolly pueda ser tu hermana gemela tú debas llevarle el caso. Al contrario.

Bennie quedó un instante perpleja. Grady, el ex funcionario del Tribunal Supremo, hablaba con la máxima lógica, como siempre. La obligaba a reflexionar; era una de las cosas que más le gustaban de él. Pero la cuestión que se barajaba allí tocaba los sentimientos, no la reflexión; y ella no podía evitar sentir lo que sentía, a pesar de ser consciente de que sus sentimientos tal vez no fuesen razonables. En su fuero interno, Bennie estaba convencida de que los lazos sanguíneos lo eran todo. La sangre era lo que contaba. Caso de que Connolly fuera de su propia sangre, contaba para ella. Y si Bennie se desentendía del caso en aquellos momentos, nunca sabría la verdad.

Grady soltó un suspiro.

– Vas a aceptar el caso, ¿verdad?

– Sí -dijo Bennie, y la respuesta incluso la sorprendió a ella.


– ¿Vienes a la cama? -preguntó Grady.

Estaba en la puerta del estudio de Bennie y la luz del pasillo perfilaba su esbelta silueta. Medía metro ochenta y tres, era el primer hombre a quien no había amedrentado su propia estatura, y tenía las extremidades largas y delicadas. Sólo llevaba puestos los calzoncillos. Con aquel despliegue que no se caracterizaba por la sutilidad, Bennie comprendió que la estaba invitando a hacer el amor, aunque aquella noche ella no podía aceptar.

– ¿Y si me das un vale para otro momento? -respondió, sentándose frente al teclado del ordenador.

Tenía que buscar los artículos sobre el asesinato de Della Porta, pues le hacían falta antes de acudir de nuevo a visitar a Connolly. A sus pies descansaba Bear, el obeso perdiguero. El perro tenía el color de un pastel de calabaza y su mullida cola empezaba a golpear el suelo en cuanto Grady cruzaba el umbral y se alejaba.

– Imposible un vale para otro momento, pequeña. -Las cálidas manos de Grady cogieron los hombros de Bennie en un suave masaje. Olía a jabón Ivory y a pasta de dientes mentolada-. No se trata de una invitación a comer. Es algo espontáneo.

– Sobrevaloras la espontaneidad. Dispón que tu secretaria llame a la mía.

– Mientras negociamos, lo dejaremos para la mañana.

– Yo no soporto la mañana.

– A mí no me llores. Tienes que simular que te encanta.

– Vamos a ver qué hay de nuevo…

Grady sonrió y leyó la pantalla por encima del hombro de Bennie.

– ¿Estás en NEXIS? Buena idea. ¿Qué le has pedido que te investigue?

– He tecleado «Alice Connolly» y he marcado un período de dos años -respondió, dándole al intro para reclamar los artículos.

– Utiliza «w/15 Della Porta». Así reclamarás sólo los artículos sobre el asesinato.

Bennie hizo caso de su sugerencia.

– ¿Me ayudas aunque pienses que no debería aceptar el caso?

– Apoyo todas las estupideces que haces.

– ¡Buen chico!

– A ver si así me valoras. -Le dio un beso en la mejilla-. Buenas noches. Te has librado de mí, de momento. Voy a prepararte un café. No te pases trabajando. -Acarició la cabeza de Bear-. Cuídala, muchacho -añadió, y se alejó descalzo por el pasillo.

Bennie le dio las buenas noches y siguió tecleando con la intención de enterarse de más cosas sobre Alice Connolly.