"El puente" - читать интересную книгу автора (Banks Iain)

Coda

¡Tonto! ¡Imbécil! ¿Qué demonios crees que estás haciendo? ¡Eras feliz allí! Piensa en el control, la diversión, las posibilidades… ¿Adónde vas a regresar? Posiblemente a que te larguen de la empresa, te procesen por conducir borracho (se acabaron los coches durante un tiempo, tío), a ser cada vez más viejo y menos feliz; a perderla por culpa de otra enfermedad y junto a otra cama. Siempre hiciste lo que ella quiso; ella te utilizó, pero tú a ella no; era una inversión de roles y a ti te jodieron. Ella te rechazó, no lo olvides. Te rechazó y no dejó de hacerlo, y si muestras síntomas de recuperación se volverá a marchar. ¡No lo hagas, imbécil!

¿Qué puedo hacer, si no? Si no me han desconectado, sin duda es porque mi cerebro muestra signos de vida, con lo que deben de saber que no me encuentro en estado de muerte cerebral. Pero si permanezco aquí tumbado sin manifestar ningún otro síntoma de recuperación, tal vez decidan retirarme los sueros, desconectar las máquinas y dejarme morir.

Instinto de supervivencia, ¿no se supone que ese es el principio más importante?

De todas formas, no puedes dejarla así. No puedes hacerle eso. Ella no lo merece. Nadie lo merece. Tú no perteneces a ella, ni ella te pertenece a ti, pero ambos sois parte del otro; si ella se levantase ahora y se marchase, y nunca en vuestras vidas os volvierais a ver, o si vivierais una existencia anodina durante cincuenta años más, incluso en tu lecho de muerte seguirías sabiendo que ella formaba parte de ti.

Habéis dejado señales el uno en el otro, os habéis ayudado a daros forma; cada uno le ha dado al otro una nota de vida que nunca se perderá, pase lo que pase.

Tienes más atención suya que el otro, pero solo mientras estás más cerca de la muerte. Si te recuperas, tal vez ella volverá a su lado. Eh, oye, habías decidido no guardarle rencor a él por eso, ¿o simplemente, lo dijiste durante una borrachera?

No, no fue…

Más alto.

He dicho: no, no fue la bebida…

Todavía no te oigo. Habla más alto.

¡De acuerdo! Lo dije en serio. ¡Lo dije en serio!

Sí, así fue. Y otra cosa: ella sigue pensando que no hay dos sin tres. Primero su padre murió en accidente de tráfico, después Gustave fue sentenciado a deteriorarse lentamente… y luego yo. Otro coche, otro accidente de coche; otro hombre al que ella quiere. Ahora no tengo ninguna duda de que Gustave y yo nos parecemos, y de que probablemente nos caeríamos bien, y estoy seguro de que él también habría forjado una buena amistad con el abogado como lo hice yo, y por la misma razón… pero debo dejar aquí las semejanzas, por Dios si lo haré. ¡No pienso ser el tercer hombre! (Unos dedos pálidos suben por la pantalla negra, temblando en el viento nocturno como tubérculos blancos… Esta cosa se ha vuelto a quedar atascada; la imagen monocroma se va pelando y estalla, hay una luz blanca detrás. De nuevo, demasiado tarde. El francotirador apunta y dispara, y el tercer…)

No. Esta secuencia termina en el dos, si se me permite opinar al respecto. (Y llega otro pensamiento furtivo, ahora que sé lo parecidos que podemos ser Gustave y yo: sé lo que le diría a Andrea si yo fuera el que se deteriora lentamente y ella eligiese martirizarse cuidando de mí…)

Iré a la otra ciudad; siempre quise hacerlo, de verdad. Quiero conocer a ese hombre. Mierda, ¡quiero hacer cosas! ¡Quiero viajar en el Transiberiano, ir a la India, subir a la Ayers Rock, empaparme en el Machu Picchu! ¡Quiero hacer surf! Pienso comprarme un ala delta; quiero volver al Gran Cañón y llegar más lejos que la otra vez, quiero ver la aurora boreal en Groenlandia, quiero contemplar un eclipse total, quiero ver pantallas piroclásticas, quiero caminar dentro de un túnel de lava, quiero mirar la Tierra desde el espacio, quiero beber changen Ladakh, quiero navegar por el Amazonas y por el Yangtze, y caminar por la Gran Muralla; quiero visitar Azania. Quiero volver a ver cómo lanzan helicópteros desde los portaaviones.

¡Y quiero acostarme con tres mujeres a la vez!


Oh, Dios, regresar al mundo de Thatcher y Reagan. Volver a la mierda de siempre. Al menos el puente era predecible en su rareza, al menos era comparativamente seguro.

Bueno, o tal vez no. No lo sé.


Una cosa sí sé: no necesito a la máquina para elegir. No debo escoger entre realidad y sueño, sino entre dos sueños distintos.

Uno es el mío; el puente y todo lo que he hecho con él. El otro es nuestro sueño colectivo, nuestra imagen corporativa. Vivimos un sueño, se llame americano, occidental, o humano, es un sueño de todos nosotros, de la vida. Yo he formado parte de un sueño, para bien o para mal, que también era una pesadilla y al que casi permito matarme. Pero no lo ha hecho. Al menos, por ahora.

¿Y qué ha cambiado?

No ha sido el sueño, ni el resultado de nuestros sueños al que denominamos mundo, ni nuestra vida de alta tecnología. ¿He cambiado yo, entonces? Tal vez. Quién sabe; podría ser cualquier cosa. No lo sabré con exactitud hasta que regrese y empiece a vivir el sueño compartido, abandonando el mío de una cosa convertida en lugar, de un medio convertido en fin, de una ruta convertida en destino… Tres de diamantes, sí, y un puente majestuoso, un puente eterno, un puente que nunca volverá a ser el mismo, con su colosal estructura carmesí renovándose, como una serpiente en constante mutación, un insecto en metamorfosis que forma su propio huevo y no deja de cambiar…


Todos aquellos trenes. Y serán muchos más en el futuro, porque seguro que te prohíben conducir. Gilipollas. Destrozar un coche, conducir borracho justo antes de Navidad… Qué vergüenza volver para eso. Al menos no hubo más personas implicadas, solo yo y los dos coches. Si hubiera matado a alguien, no sé si querría regresar, tal vez tampoco querría hacerlo si hubiera provocado lesiones graves a otra persona. Espero que el propietario del MG no sintiese demasiado apego por él. Pobre Jaguar. Con todo el tiempo y el dinero, con todo el trabajo meticuloso y artístico que habían hecho con él… Tampoco lo tuve mucho tiempo antes de destrozarlo; podría haber establecido lazos afectivos con él, podría haber llegado a sentir algo por él (¿Estaba usted muy ligado al coche, señor X? ¿Ligado, dice? Estuve aprisionado dentro de él durante tres putas horas…).

Y aquel puente, el puente… tengo que ir en peregrinación hasta él, cuando me encuentre mejor, si puedo. Caminar por encima de él (suponiendo que pueda hacerlo), cruzar el río, lanzar una moneda para tener suerte, ja, ja.

Las secciones del puente, una, dos, tres… También había grandes «X» en el puente carretera, ahora lo recuerdo. Tres grandes «X», una encima de otra, como lazos o cintas…, y también…, y también… ¿qué más? Ah, sí, y tampoco llegué a escuchar toda la cinta de los Pogues. Me perdí A Man You Don't Meet Every Day, mi canción preferida; cántala, muchacho… En la otra cara tenía grabados a Eurythmics, por aquello del contraste; una joven Annie cantando a grito pelado con Aretha; como si estuvieran solas, ¿y por qué no?, diciendo algo así como «es mejor haber perdido en el amor que no haber amado», ¿será un tópico? Los tópicos también tienen sentimientos.

Quiero volver. ¿Puedo volver?

pip-pip-pip esto es una grabación. Su estado mental de conciencia está bajo mínimos en este momento, pero si quisiera

clonc.

¿Puedo? Por favor, ¿puedo? Quiero volver. Ahora. Quiero intentarlo ahora. Dormir; despertar. Ahora.

Vamos allá.


Es pronto. Despertando. Antes de eso, unas palabras de nuestro patrocinador. Pero primero, un par de líneas en blanco:


Un día, estaba en la playa de Vahos, durante un verano lluvioso y no excesivamente cálido. Estaba con ella. Habíamos acampado allí y tomado una sustancia que alteraba la percepción de la realidad. La lluvia golpeaba suavemente la tienda; ella quería permanecer dentro hojeando un libro ilustrado de cuadros de Dalí, pero no le importaba si yo salía.

Caminé junto a la marea rompiente, donde las olas invadían la medialuna dorada de arena; estaba a solas, con una húmeda y cálida brisa y con pocos kilómetros de playa, y briznas de lluvia cayendo desde las nubes grises. Encontré conchas como fragmentos de un arco iris roto, y contemplé las gotas de lluvia cayendo sobre parcelas de arena todavía secas mientras el viento soplaba sobre ellas; toda la playa parecía fluir y moverse, como si tuviera vida propia. Recuerdo mi deleite, recuerdo haber tocado la arena como un niño y recuerdo que sus granos se escurrieron entre mis dedos.

Estaba en las islas, frente al mar que llegaba a Newfoundland, a Groenlandia, a Islandia y al casco de hielo del Polo; y allí, al final de una isla de tantas, una curva de tierra rota yacía contra el mar como una columna vertebral, como el nacimiento de un cerebro sobre un sistema central. Mi mente era aquella isla, desnuda y desprotegida frente al azote del mar y el clima por el filo cortante de la droga; una huida fácil.

Entonces pensé que lo había visto todo; el florecimiento del cerebro al final de un tallo articulado; la forma en que, arraigados en la tierra, crecemos y nos transformamos. En aquel momento, eso significaba todo y nada al mismo tiempo.

Y me dije a mí mismo, he estado tan lejos… porque fui mi propio padre y mi propio hijo, y me marché por un tiempo, pero regresé. «Hijo, tu padre ha estado muy lejos.» Eso fue lo que me dije mientras regresaba. «Hijo, tu padre ha estado muy lejos.»


… Sí, claro, pero eso fue hace tiempo; ¿ahora qué pasa? Quiero decir, ¡cielo santo, siete meses sin beber ni fumar! Seguramente, he gozado de mejor salud durante el tiempo que he pasado aquí tumbado e inconsciente que a lo largo de toda mi vida adulta; tal vez no haya hecho demasiado ejercicio, pero tampoco he hecho nada más peligroso que ingerir lo que sea que me han metido por un tubo en la nariz. ¿Cómo demonios ha sobrevivido mi cuerpo siete meses sin alcohol y sin drogas?

A lo mejor me reformo, y dejo de beber y de fumar y de meterme para siempre, y cuando me vuelvan a permitir conducir, no excedo nunca más el límite de velocidad, y, en el futuro, nunca vuelvo a decir nada malo sobre nuestros representantes elegidos de forma democrática y legal, o sobre nuestros aliados, y quizá dedique más tiempo y respeto a las visiones de los demás, independientemente de lo gilipollas que… No; si tengo que hacer todo eso, ¿para qué molestarme en volver? Qué coño; voy a hacer mucho más que todo eso en cuanto pueda; solo que tendré más cuidado en el futuro.

Hijo, tu padre ha…

Sí, ya lo sé; lo hemos oído. Creo que hemos captado el mensaje, gracias. ¿Alguien más…?


Nuestros sueños se han terminado (gracias, Bill)

Los procedimientos están cerrados (gracias, Mac)

Brammer se levanta (¿podemos decirlo bien, por favor?)

Brahma se levanta (gracias)

Está bien (cállate y sigue con ello)


Oscuridad.

No; no es oscuridad. Es otra cosa. Un rojo oscuro, casi marrón. Por todas partes. Intento mirar hacia otro lado, pero no puedo, así que no es solo el color de la pared o del techo. ¿Estará dentro de mis ojos? No lo sé. Ni idea.

Sonidos; oigo algo. Es como si me hubiera lanzado a una piscina y estuviera remontando de nuevo hacia la superficie; ese sonido, una especie de burbujeo claro, alterando su tono lentamente de arriba a abajo, y reventando como una sola burbuja que…

Conversación, una risa de mujer. Tintineos y traqueteos, una camilla o una silla de ruedas chirriando.

Olor; oh, sí. Muy medicinal. Ya no hay duda de dónde estamos ahora. También se percibe un aroma floral; puedo oler dos esencias. Una tosca pero fresca, y otra mucho más… no sé. No puedo describirla… ah, la primera debe provenir de las flores de la mesita de noche; las del jarro. Y la segunda… es ella. Parece que sigue utilizando el mismo perfume: Joy. Tiene que ser ella; esa fragancia no huele así en nadie más, ni siquiera en su madre. ¡Está aquí!

¿Es el mismo día? ¿Conseguiré verla? No te marches todavía. ¡Quédate! ¡No te vayas!

Movimiento; cambio.

Desorganización total. No veo una mierda y soy como un titiritero pillado en plena siesta, que se tambalea entre bastidores e intenta encontrar las cuerdas adecuadas, rebuscando en un enmarañado ovillo. ¿Brazos? ¿Piernas? ¿Qué trozo mueve qué trozo? ¿Dónde está el manual de instrucciones…? Oh, Dios, no me digas que tendremos que aprenderlo todo de nuevo, ¿verdad?

Ojos; ¡abríos, joder!

¡Moveos, manos!

Pies; venga, ¡haced vuestro trabajo!… ¿Hay alguien?

Tómatelo con calma. Túmbate y piensa en Escocia. Tranquilízate, tío. Respira, siente como fluye tu sangre, siente el peso opresor de las sábanas y la manta, siente el cosquilleo del tubo de tu nariz…

… No puedo oír a nadie hablar por aquí cerca. Solo el murmullo sordo de la ciudad. Una brisa ligera se ha llevado el aroma de su perfume… Seguro que ella ya no está. Y el color de la sangre seca sigue aquí…

Vuelvo a notar una ligera corriente; un hormigueo en la mejilla y en él los surcos de piel entre la nariz y los labios. No había sentido la brisa en esa zona desde que era estudiante; como he llevado barba todos estos años… Me la volveré a dejar si llego a salir de aquí… Suspiro.


Suspiro de verdad; siento la resistencia de la ropa de cama mientras mi pecho se eleva más de lo normal. El tubo que tengo introducido en la nariz se desliza sobre la tela que cubre mi hombro. Me relajo y espiro. ¡He suspirado!

Estoy tan sorprendido que abro los ojos. Me tiembla el párpado derecho, se me ha quedado pegado. Pero lo consigo. En unos segundos, aunque todo parece tambalearse y deslumbrarme durante un momento, las cosas se van poniendo en su lugar.

Andrea está sentada a menos de un metro de mí, con las piernas flexionadas bajo la banqueta. Tiene una mano apoyada en el muslo y la otra acercando un pequeño vaso de plástico a su boca, preparada para beber, con los labios entreabiertos. Puedo ver sus dientes. Me está mirando fijamente. Parpadeo. Ella también. Muevo los dedos de los pies y (mirando al final de la cama) veo la chaqueta blanca moverse con ellos.

Flexiono las manos; qué mantas más ásperas tienen aquí. Tengo hambre.

Andrea deja el vaso y se inclina ligeramente hacia delante, como si no creyera lo que está viendo; me mira a los ojos alternativamente, como buscando señales de conciencia en ambos (precaución notablemente razonable, hay que reconocerlo). Me aclaro la garganta.

Todo su cuerpo se relaja. Una vez vi un pañuelo de gasa deslizarse entre sus dedos, y no recuerdo que cayese con mayor gracia y elegancia. Su rostro se despoja de una capa entera de preocupación, así, sin más. Yo (he recordado mi nombre) me siento casi avergonzado. Ella asiente lentamente.

– Bienvenido -dice, sonriendo.

– ¿Sí…?