"Henders" - читать интересную книгу автора (Fahy Warren)7 DE SEPTIEMBRE DISERTACIÓN ESCUPE FUEGO DE ESTA NOCHE: ¿POR QUÉ MORIMOS? por el doctor Geoffrey R. Binswanger Una vez más, el Lillie Auditorium estaba lleno hasta la bandera en esa fría noche de otoño. La intensidad de las luces se atenuó, y Geoffrey hizo su aparición en el escenario vestido con zapatillas amarillas, vaqueros, su camiseta Kaua'i y una chaqueta Nehru de pana verde lima y roja. – Buenas noches, damas y caballeros. ¿Por qué una tortuga de las islas Galápagos vive ciento cincuenta años, una mosca apenas un día y un ser humano raramente supera los ochenta años? ¿Es simplemente porque nuestras partes se gastan a diferentes velocidades? ¿O existe acaso una razón, o incluso alguna ventaja evolutiva, para la brevedad de la vida? Y, en caso de que existiera algún propósito biológico positivo, ¿significa eso que el reloj puede reiniciarse, suponiendo que la evolución haya empleado alguna clase de mecanismo para «ajustar» el cronómetro de la vida en primer lugar? Geoffrey accionó el mando a distancia. En la pantalla que había a sus espaldas apareció la imagen de un reloj para cocer huevos sobre la encimera de una cocina de los años cincuenta, lo que provocó las primeras risas. – La pregunta que quiero plantear esta noche, y a la que quiero ofrecer una posible respuesta, es la siguiente: ¿podría la velocidad a la que llega la muerte tener una ventaja para la supervivencia? A primera vista parece una idea ridícula, pero creo que podría haber una explicación muy simple para la variación que observamos en la duración de la vida animal: los animales podrían envejecer y morir sólo para impedirles procrear con sus propios hijos. Geoffrey mostró entonces una imagen del peludo primo Eso, el personaje de – Nosotros, por supuesto, tenemos tabúes muy estrictos en relación con el incesto desde tiempos inmemoriales. De hecho, la procreación entre padres e hijos provoca daños particularmente desastrosos a la integridad genética de casi toda la vida en este planeta, causando esterilidad tanto en los animales como en las plantas en apenas unas generaciones. Antes de que se establecieran los tabúes humanos, es posible que la naturaleza se encargara de poner en práctica su propio tabú a través de la imposición de una duración máxima del plazo vital para impedir así que se produjera esa catástrofe genética. Geoffrey pulsó de nuevo el mando a distancia y en la pantalla aparecieron células microscópicas sobre un campo azul. – En los antiguos mares de la Tierra, donde se formó el ADN y la vida unicelular contribuyó a replicarlo durante más de mil millones de años, no había necesidad de limitar la duración de la vida. Las bacterias y la mayoría de las células ni siquiera se reproducían sexualmente y, si lo hacían, las posibilidades de que siquiera encontraran a alguien de su misma progenie eran prácticamente nulas. Los científicos han especulado que, de hecho, ciertas formas de bacteria pueden ser inmortales. En el año 2000, los investigadores de la Universidad West Chester encontraron bacterias que habían permanecido con vida durante doscientos cincuenta millones de años encerradas en cristales de sal que estaban enterrados a gran profundidad. Geoffrey mostró la imagen de un terrario lleno de hámster. – Pero los animales con acceso a grupos de reproducción más pequeños tienen un problema. Cuantos más hijos tienen con cada embarazo, se convierten en una amenaza más grave para la charca genética, a menos que el ADN se proteja a sí mismo implantando una bomba de tiempo en esos animales preparada para estallar antes de que se produzca una reproducción entre generaciones. La siguiente diapositiva mostraba un primer plano de los pilotes de un muelle cubiertos de mejillones. – Para ver si esa correlación pudiera contener algo de verdad, comencé por comparar la duración de la vida de un animal con su comportamiento reproductivo. Los mejillones pueden vivir hasta los cien años. Viven en colonias y mezclan en el agua del mar miles de millones de células sexuales para reproducirse. Con el flujo de la marea en una dirección durante su desove sincronizado y la propia multitud de participantes, la posibilidad de una reproducción incestuosa es virtualmente inexistente. No hay presente ninguna duración de vida que resulte discernible. Las almejas gigantes, que se reproducen de una manera muy similar, pueden vivir quinientos años. Los gusanos que viven cerca de los respiraderos termales en el fondo del mar y muchos corales que se reproducen de esta manera se cree que viven cientos de años. Geoffrey exhibió otra imagen en primer plano. – Los percebes, por otro lado, también viven en colonias, pero su expectativa de vida es de sólo dos años. ¿Por qué? Se reproducen de una manera muy diferente. Los percebes machos extienden unos penes que tienen nueve veces la longitud de sus cuerpos, más largos que cualquier pene en relación con el tamaño del cuerpo de su dueño en el reino animal, con el fin de poder copular con otros percebes. La diversión aleteó entre el público. Geoffrey se echó a reír. – El tamaño quizá importa, pero no mucho. Los percebes tienen necesariamente un grupo muy reducido de compañeros de reproducción. El riesgo de la reproducción cruzada generacional es lo bastante elevado como para que sea necesario que mueran antes de que una segunda generación esté preparada para reproducirse. La muerte se produce aproximadamente en una proporción que duplica la edad de reproducción. Geoffrey pasó a otra diapositiva: el enorme tronco de una secuoya de California rodeado de helechos. – Las coníferas, los primeros árboles que utilizaron polen para reproducirse, lo hacían así antes de que los insectos acudieran en su ayuda. Al igual que los arrecifes de coral, estos árboles tienen que escupir grandes nubes de células sexuales en las corrientes de aire que fluyen sobre los bosques, haciendo prácticamente imposible que se produzca una reproducción cruzada entre generaciones. Sabemos que los pinos de casi cinco mil años, y las secuoyas gigantes, los cedros y el pino kauri de Nueva Zelanda son algunos de los organismos más longevos del planeta. En 2008 los investigadores descubrieron un abeto de casi diez mil años. La siguiente diapositiva mostraba lo que parecía ser una rata gigante cuya cola desnuda se enrollaba alrededor de la rama por la que estaba trepando al árbol. Unas criaturas diminutas colgaban de su lomo y su vientre. – La zarigüeya, el único marsupial de América del Norte, es un animal solitario, no emigra, y vive en el mismo lugar durante toda su vida. Tienen hasta trece crías por carnada que alcanzan la madurez sexual después de transcurrido sólo un año. Si alguna vez ha habido un caso que hiciera posible la reproducción cruzada entre generaciones diferentes, es éste. Pero puesto que las zarigüeyas mueren al primer o segundo año de vida, esa reproducción cruzada no puede darse. La imagen siguiente hizo que la audiencia se moviera en sus asientos con evidente desagrado. – El humilde gusano de tierra, por otra parte, existe en enormes cantidades, no tiene relaciones sociales y cambia constantemente de pareja reproductiva. Tiene una esperanza de vida de aproximadamente una década. La diapositiva de un pequeño mamífero peludo generó un amoroso murmullo. – Los ratones campestres, que comen gusanos de tierra, son pequeños mamíferos que viven en madrigueras comunales y se reproducen rápidamente; sólo viven entre dos y seis meses antes de acabar con sus problemas vitales. Considerando la frecuencia de su apareamiento y la temprana edad a la que alcanzan su madurez sexual, eso les viene de perillas. Una oleada de repulsión recorrió la sala cuando la siguiente diapositiva mostró la cabeza de un insecto que aparentemente era extraída de una gran bolsa cerosa de carne. – La termita reina -dijo Geoffrey- es monógama. Junto con la termita rey, genera decenas de millones de crías en el curso de su vida. Aproximadamente del mismo tamaño que el ratón campestre, que vive sólo un centenar de días, puede vivir cien años. La siguiente diapositiva mostraba una imagen de – Los conejos comunes son reproductores legendarios que viven en pequeñas madrigueras, con todo en su contra, si este principio es correcto. Viven sólo entre doce y quince meses de media, y el treinta y cinco por ciento de ellos muere en el primer mes. Curiosamente, los conejos en cautividad pueden vivir entre ocho y doce años, y si se los castra o se los esteriliza pueden alcanzar incluso el doble de ese tiempo, ya que el riesgo de contraer cáncer se ve notablemente reducido mediante ese procedimiento. La siguiente diapositiva mostraba la enorme cola de una ballena, de la que chorreaba una cortina de agua mientras se arqueaba sobre el mar. – Las ballenas azules viven unos noventa años. Viajan en cardúmenes relativamente pequeños, como los conejos, pero a diferencia de ellos se congregan en gran número para procrear. Esta circunstancia hace que, durante la estación de apareamiento, las posibilidades de una procreación cruzadas se reduzcan casi a cero. Las ballenas del Ártico pueden vivir más de doscientos años. Hemos encontrado individuos vivos con puntas de flecha de piedra, que no han sido utilizadas desde el siglo XIX, aún alojadas en el cuerpo. Geoffrey procedió entonces a mostrar una galería de animales. – Uno de los animales más prolíficos es el normalmente solitario tiburón ballena. No pueden reproducirse hasta que tienen treinta años y lo hacen en grandes grupos frente a las costas de México, Australia, las islas Seychelles y África oriental, mientras realizan su viaje de apareamiento estacional como una especie de calendario social de fiestas interminables. Estos tiburones pueden vivir más de ciento cincuenta años. »Las langostas también se congregan, marchando todos los años en una gran fila de conga a través del lecho del océano hacia las zonas de apareamiento. Pueden alcanzar los cincuenta años o más si no acaban primero en el plato de la cena de alguien. »Las tortugas marinas, que viven entre ochenta y ciento cincuenta años, viajan miles de kilómetros para reunirse y mezclar la baraja genética. Las tortugas gigantes de las Galápagos y las Seychelles viven en vastas colonias todo el año y son famosas por su longevidad. »Las ardillas, sin embargo, no se congregan y tampoco emigran, y previsiblemente viven sólo uno o dos años, o el doble de la edad en que alcanzan su madurez sexual. En cautividad pueden vivir hasta quince años. De modo que, obviamente, la expectativa de vida biológica está equilibrada con respecto a la duración de la vida en su hábitat natural. No hay necesidad de limitar biológicamente la expectativa de vida si los depredadores ya se encargan de ello. De modo que, en la medida en que se den todas las condiciones para impedir la reproducción entre generaciones de la misma especie, la línea genética permanece en buen estado de salud. Geoffrey pasó ahora de un primer plano de una ardilla rechoncha a la imagen de una rana croando. – Las ranas toro viven hasta dieciséis años en su hábitat natural, diez años de media, o sea, cinco veces más que las ardillas. Pero ¿por qué no disfrutan de una expectativa de vida más prolongada, teniendo en cuenta esa ecuación, si tienen acceso a un gran número de compañeros reproductores como los mejillones, los pinos y las tortugas? Después de todo, cada rana toro hembra pone hasta veinte mil huevos en un solo desove y vive en grandes colonias próximas unas de otras. No establecen vínculos sociales. La posibilidad de que se apareen con sus crías parecen similares a las de otros animales que también viven formando extensas colonias. »Las ranas toro son víctimas de los depredadores con más frecuencia que las ballenas o las tortugas gigantes, por supuesto, y deben reproducirse más de prisa con el fin de poder sobrevivir como especie. Pero creo que la respuesta reside en el hecho de que los hábitats de las ranas toro no proporcionan necesariamente acceso a grandes charcas de reproducción. Las ranas toro quedan aisladas con frecuencia en los estanques cuando el nivel del agua desciende. En el peor escenario posible, con una rana toro hembra y una macho compartiendo la misma charca, la hembra puede generar veinte mil posibilidades de reproducción generacional cruzada si los padres viven el tiempo suficiente. ¿Por qué, entonces, las ranas toro no tienen vidas cortas? Porque sus crías nadan como renacuajos durante unos asombrosos cinco años antes de convertirse en ranas y alcanzar la madurez sexual. Por tanto, tienen cinco años cuando se aparean, mientras que sus padres mueren a los diez años, el doble de la edad de la madurez sexual. Geoffrey pulsó el mando a distancia para mostrar la imagen de una pareja de cigüeñas instaladas en un gran nido sobre una chimenea de un castillo suizo con los Alpes brillando como telón de fondo. – Las aves monógamas como las cigüeñas blancas, las águilas calvas y los gansos canadienses viven hasta treinta años. El avestruz monógamo vive entre cincuenta y setenta y cinco años, y se ha observado a parejas que se reproducen juntos durante cuarenta años. Muchas subespecies de pavos salvajes, por el contrario, no se congregan y tampoco emigran y no son monógamos. Viven apenas dos o tres años en su hábitat natural. El ratón doméstico asiático, que se aparea de forma promiscua dentro de un reducido grupo social, vive sólo un año; el ratón doméstico monógamo de Estados Unidos vive siete años. Pero ¿qué sucede si se infringen todas las reglas? La imagen que había aparecido en la pantalla mostraba a un guepardo sentado, el pelaje encrespado por el viento mientras una nube de tormenta oscurecía el cielo detrás de él. – El guepardo vive unos diez años en estado salvaje. Las hembras alcanzan la madurez a los dos años, mientras que los machos lo hacen un año antes. Esto es bastante inusual, puesto que las hembras de la mayoría de las especies alcanzan generalmente la madurez sexual antes que los machos, un escalonamiento que ayuda a impedir que se apareen entre hermanos en animales que tienen muchas crías simultáneamente. Sin embargo, aunque parezca extraño, los guepardos macho no tienen la posibilidad de reproducirse hasta su tercer año, ya que permanecen junto a sus madres mucho más tiempo que las hembras. Por cierto, éste es un fenómeno que también puede observarse entre ciertas especies de estudiantes de la escuela universitaria de graduados. -Geoffrey sonrió mientras el público se echaba a reír-. Esto significa que las crías de guepardo tienen dos años para aparearse con su propia madre. Una sonora exclamación surgió del público. – Este hecho parece contradecir completamente el principio. Y tal vez con resultados desastrosos. El guepardo, una de las especies de felinos más antigua, disfrutó de grandes grupos de reproducción durante sus cuatro millones de años de evolución. Pero ahora que su hábitat ha sido fragmentado y el número de sus compañeros de apareamiento ha mermado considerablemente, los guepardos se están reproduciendo de manera endogámica en una proporción alarmante, amenazando toda la especie, ya que sus crías se han vuelto más susceptibles y vulnerables a las enfermedades y la infertilidad. Se cree que en algún momento del pasado, los guepardos se enfrentaron a algún suceso que los llevó al borde de la extinción, de tal modo que todos los guepardos existentes han descendido de una pareja reproductora. Si fuera así, la misma conducta del guepardo que pudo haber salvado la especie entonces puede estar amenazándola ahora. Geoffrey pasó a una nueva diapositiva. – Los elefantes africanos viven en pequeños grupos y no se reúnen para aparearse, pero pueden alcanzar los sesenta años. ¿Cómo es posible? En primer lugar, el setenta por ciento de ellos no sobrevive para llegar a los treinta, y la mitad muere a los quince. Y, aunque las hembras son fértiles a los veinte años y los machos alcanzan la madurez sexual a los catorce, cuando abandonan la manada o bien son expulsados de ella por las hembras, los machos no se aparean hasta los treinta años, momento en el que han conseguido finalmente el tamaño y la habilidad necesarios para competir con otros machos que se aparean con éxito. Por tanto, el comportamiento social de los elefantes evita la posibilidad de una reproducción generacional cruzada a través de lo que yo he llamado el efecto del «florecimiento tardío». Al igual que los hipopótamos, las ballenas y las ranas toro, el retraso de la edad de apareamiento aumenta la expectativa de vida al tiempo que no viola el principio de que «la expectativa de vida es igual a no más del doble de la edad reproductiva». A continuación apareció una imagen de un grupo de juerguistas con los pulgares levantados en Time Square. – A través de la evolución humana, la expectativa de vida de nuestros ancestros nunca superó una media de treinta años. Los grupos humanos raramente superaban los doscientos individuos durante los millones de años de nuestra evolución y, a menudo, eran considerablemente más pequeños. Una charca genética tan pequeña invita al compromiso genético. Los machos humanos alcanzan la madurez sexual aproximadamente a los quince años, mientras que las hembras lo hacen entre los ocho y los catorce. Esto deja una ventana de siete años de oportunidad para el apareamiento padre/hijo, y aparentemente viola la regla. «Hasta el presente, sin embargo, la glándula pituitaria humana comienza a cerrarse a los treinta y cinco años. Sumemos a esto el hecho de que el macho alcanza el pico de su potencia sexual y su fuerza física aproximadamente a los diecisiete, y tendremos una competición entre machos jóvenes, fuertes y cachondos y tíos mayores y cansados que probablemente se dediquen a jugar al golf. »Este cálculo matemático, seguramente, no es accidental. El apogeo sexual y el declive se corresponden exactamente, incluso en los humanos. Propongo que no es porque morimos que tenemos que reemplazarnos a nosotros mismos, es porque nos reemplazamos a nosotros mismos que tenemos que morir, y debemos hacerlo según un programa muy apretado para evitar la superposición generacional. De hecho, no ha sido hasta los últimos doscientos años que la expectativa de vida en el mundo aumentó de los veinticinco a los sesenta y cinco años para los hombres y los setenta para las mujeres. Resulta ser que los seres humanos también vivimos más tiempo estando en cautividad. Mientras una oleada de risas recorría el público, Geoffrey encendió las luces. – O sea, que la notablemente profética correlación entre la duración de la vida y la oportunidad de la procreación generacional cruzada sugiere la presencia de un mecanismo y un propósito genéticos, si queréis, para la duración de la vida. Los científicos ya han descubierto «relojes» que están incorporados al organismo humano. Las mujeres poseen un número finito de óvulos. Después de los cuarenta, las disfunciones eréctiles se vuelven tan frecuentes entre los hombres como los anuncios de televisión que prometen un remedio para ellas. Las células humanas, según sabemos hoy, tienen un límite genético impuesto en cuanto al número de veces que pueden dividirse, y este límite ya ha sido eliminado en condiciones de laboratorio, produciendo de este modo líneas celulares virtualmente inmortales. «Existen pruebas de que la expectativa de vida ha sido superpuesta, por tanto, en el organismo humano. -Geoffrey cogió los bordes del atril-. Esta noche propongo que esos límites no son arbitrarios, sino que, de hecho, tienen el propósito específico de mantener la integridad genética de un organismo a lo largo del tiempo al impedir la posibilidad de una reproducción generacional cruzada. Entre el público se produjo una creciente conmoción. – ¿Cuáles son las consecuencias de ese propósito? Son consecuencias profundas y asombrosas. Puede existir un botón genético que podemos pulsar para volver a ajustar el cronómetro de la vida humana. Y si fuera así, la duración de la vida humana representaría un desafío para muchas de nuestras estimadas convenciones sociales. Geoffrey señaló una mano que se alzaba vigorosamente en la tercera fila. – Pero ¿acaso las larvas de los percebes no son arrastradas por las corrientes oceánicas, eliminando así las posibilidades de un apareamiento generacional cruzado? – ¿Eliminando? No estoy tan seguro de eso. Los percebes son unos crustáceos muy extraños. Nadan y no estoy seguro de cuánto tiempo son arrastrados por la corriente, especialmente cuando están unidos a un pecio en mitad del océano antes de colonizar nuevas costas. Darwin se pasó décadas estudiando a los percebes, y comprendo por qué cualquiera que estudiara a los percebes durante tanto tiempo reflexionara acerca de la teoría de la evolución. – ¿Qué me dice de la superpoblación? Thatcher Redmond ha argumentado que la prolongación de la vida humana es la peor idea que ha oído nunca, si es allí hacia adonde apuntará usted a continuación. Las risas ahogaron las protestas en el auditorio. – Bueno, algunas personas sin duda sostienen que las expectativas de vida más largas llevarán a la superpoblación del planeta -concedió Geoffrey-. Thatcher Redmond, quien ha estado muy activo en los medios de comunicación últimamente, se ha apresurado a señalar que la población mundial se ha duplicado en los últimos cincuenta años hasta superar los seis mil millones de habitantes. Pero, para poner ese número en perspectiva, consideremos el siguiente ejemplo: los seis mil millones de seres humanos que habitan hoy el planeta, colocados uno junto a otro en un metro y medio cuadrado cada uno, cabrían en el estado de Rhode Island, y aún quedaría espacio para alojar a otros doscientos millones. A menudo insisto a la gente que opina sobre esta idea de la superpoblación para que miren a través de la ventanilla cuando viajan en avión y comparen esta idea con lo que efectivamente ven sus ojos. Que comparen las vastas extensiones de tierra y mar deshabitadas con los lugares habitados por los seres humanos. Personalmente creo que aún no ha llegado el momento de que nos entre el pánico. – Pero Redmond dice en su último libro que el cociente espacial de un virus con respecto a su cuerpo anfitrión es mucho más pequeño y, sin embargo, puede seguir siendo mortal para todo el organismo -gritó una voz desde el público. – Es posible que eso sea verdad, doctor Thomas -dijo Geoffrey-. No obstante, no estoy de acuerdo con la premisa de los argumentos de Thatcher Redmond con respecto a la superpoblación del planeta. Entiendo que Redmond afirma que nuestra creatividad es lo que nos equipara con la fácil mutación de un virus, su capacidad para adaptarse y explotar con iteraciones hiperrápidas. Pero yo diría que, a diferencia de lo que ocurre con los virus, los seres humanos podemos elegir si conservamos o destruimos nuestro medioambiente. Es una ventaja que, lejos de equipararnos con los virus, nos diferencia de todas las demás formas de vida que habitan la Tierra. Si podemos ser el mayor enemigo del planeta, entonces podemos ser también su salvador, y por la misma razón. En la primera fila hubo una mezcla de aplausos y protestas ante esta última afirmación. Geoffrey se percató de que un hombre acababa de entrar en el auditorio a través de una puerta lateral detrás del público. El pelo revuelto, el traje negro y la expresión vacía del recién llegado daban la impresión de alguien que había acudido allí por negocios y no por placer. El desconocido se sentó después de ofrecerle un billete enrollado a un joven por su silla en la última fila junto al pasillo. Geoffrey continuó hablando sin dejar de mirar con aire pensativo al recién llegado. – Pero cuestionemos por un momento su supuesto básico, doctor Thomas: la idea de que el tamaño de la población humana aumentaría a causa de la ampliación de la expectativa de vida. Sabemos que el índice de crecimiento demográfico se está estabilizando y debería nivelarse para mediados de este siglo si se mantiene la tendencia actual, de modo que la cuestión de un crecimiento ilimitado de la población podría ser debatible desde ahora mismo. Pero cada cincuenta años, aproximadamente, los seres humanos deben ser reemplazados por un elenco de personajes completamente nuevo. La considerable presión social ejercida para alentar la procreación dentro de una pequeña ventana de oportunidades se verá atenuada en gran medida con la ampliación de la expectativa de vida. Geoffrey volvió a exhibir la imagen del reloj para cocer huevos, lo que provocó nuevas risas entre el público. – ¡Piensen un momento en ello! Si la gente no tuviera la necesidad de rebasar las fechas límite de sus relojes biológicos para procrear a tiempo para que sus padres conozcan a sus nietos, los valores familiares se verían absolutamente redefinidos. La actual limitación de la expectativa de vida crea una gran presión para reemplazarnos a nosotros mismos de prisa o, de otro modo, no habría ningún futuro para la raza humana… y necesitamos un futuro, como ninguna otra criatura de este planeta, porque podemos imaginar el futuro. »Habría, por supuesto, otros beneficios. Las mujeres pulsarían el botón del sueño de sus relojes biológicos y se concentrarían en otras cuestiones hasta la fecha, si es que ello ocurría, en que decidieran tener hijos. La tasa de natalidad descendería de forma dramática si la gente pudiera tener hijos según sus propios términos en lugar de obedecer los de la naturaleza, y a su propio ritmo, no el que impone la biología. Naturalmente, tendrían que hacer algo con la nariz y las orejas, ya que los cartílagos nunca dejan de crecer. Pero, quizá, la gente se preocuparía mucho más por el futuro que podrían originar sus acciones hoy si todos viviéramos juntos. Después de todo, la deuda que les dejamos hoy a nuestros hijos también nos la estaríamos dejando a nosotros mismos. El público que abarrotaba la sala rió entre dientes ante estas palabras. – Todas las prioridades y todos los valores se reordenarían como corresponde -continuó explicando Geoffrey-. Teniendo en cuenta que los valores humanos siempre se han adaptado rápidamente a las nuevas amenazas, oportunidades y condiciones, en este caso volverán a adaptarse a la nueva realidad representada por la longevidad. Los llamados «valores familiares» de hoy no guardan ningún parecido con los valores familiares del pasado. ¿Dotes? ¿Matrimonios concertados? ¿Virginidad? ¡Por favor! Los valores familiares del futuro serán tan diferentes de los nuestros como los nuestros lo son en relación con lo que prevalecía en el pasado. »Por supuesto, los tradicionalistas que ensalzan los valores actuales, creyendo que nuestro efímero contexto está inspirado divinamente y no es una mera conveniencia de la naturaleza, recularán de manera instintiva ante cualquier avance espectacular en la expectativa de vida humana. Las implicaciones morales de este fenómeno son profundas. Por tanto, creo que una nueva comprensión del origen de la duración de la vida en cada especie es especialmente importante hoy que nos encontramos al borde de este punto de inflexión en la historia humana. Si descubrimos que nuestra limitada expectativa de vida no es algo decretado o siquiera necesario, sino que se trata sencillamente de la conveniencia de unos genes que necesitaban protegerse de una recombinación generacional cruzada, podemos descartar cualquier peso moral o significado divino en nuestra expectativa de vida y aceptar nuestra capacidad para aumentarla. Geoffrey apagó el proyector. – Gracias, damas y caballeros. Y ahora, por supuesto, están todos cordialmente invitados a bombardearme con misiles balísticos intercontinentales retóricos. Las manos comenzaron a alzarse como lanzamisiles a lo largo de la primera fila. Geoffrey volvió a mirar al hombre inexpresivo que estaba sentado en la última fila. – Debo confesar mi escepticismo, Geoffrey -señaló uno de sus colegas sentado en la primera fila. – Bien -dijo Geoffrey-. ¡Esperaba que dijera eso, doctor Stoever! El comentario provocó algunas risas entre el público. – Sería necesario llevar a cabo una profunda investigación en una amplia variedad de organismos para ver si su principio se sostiene -replicó Stoever-. Y siento una gran curiosidad por saber cuántos casos ha estudiado antes de presentarnos su hipótesis esta noche. – Muy pocos -repuso Geoffrey-. No he podido encontrar una sola excepción sólida a la regla. Ángel Echevarría alzó la mano. – ¿Qué me dices de los lemmings? Tal vez el control de la población sea un factor en la expectativa de vida, ¿no? ¿Has pensado en eso? – En realidad, Ángel -contestó Geoffrey con una sonrisa-, los lemmings no se suicidan cuando saltan al mar. Están tratando de emigrar a zonas más ricas en alimentos. Los lemmings viven sólo dos años, aunque las hembras están en condiciones de procrear a las dos semanas. – Eso echa por tierra tu teoría entonces -dijo Ángel. – No. Resulta que los lemmings, a diferencia de los ratones o los conejos, son animales solitarios que no viven cerca de sus crías. De modo que el hecho de que se reproduzcan tan jóvenes y con tanta frecuencia en realidad reduce las posibilidades de un apareamiento entre padres e hijos. Si alguien quiere mostrar a cualesquiera otros organismos que podrían violar este principio, aceptaré con gusto el desafío. – Ahora sabemos cuál es la verdadera razón de su disertación de esta noche, Geoffrey -dijo el doctor Fukuyama-. Investigadores asistentes gratis. – Me ha descubierto. Geoffrey sonrió mientras el público estallaba en carcajadas y él señalaba otra mano alzada. – ¿Qué opina de la última emisión que pudo verse de la isla Henders, doctor Binswanger? «Tenía que suceder tarde o temprano», se dijo Geoffrey. – Bueno, mi compañero de laboratorio me mostró las imágenes en YouTube. Muy dramáticas, pero ¿alguien realmente vio algo? La cámara se movía de un lado a otro orientada hacia abajo. No es algo que yo pueda llamar prueba precisamente. A mí me parece más una campaña de marketing viral. ¡Lo siento! Mientras la controversia se desataba entre los asistentes, Geoffrey vio que el hombre del traje negro se levantaba de su asiento, se volvía y abandonaba apresuradamente el auditorio, lo que contribuyó a que su aparición le resultara aún más extraña. |
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