"La Exhalación" - читать интересную книгу автора (Gary Romain)11Estacionó el Citroen-Albert detrás del centro experimental y subió a pie hasta el Departamento de Física Aplicada en el tercer piso. Encontró a Valenti en el laboratorio, inclinado sobre la pileta. Con una expresión de profunda y de casi erótica satisfacción, dirigía, desde un conducto de agua, un fino chorro contra las encías. Advirtió la mirada de Mathieu, detuvo la máquina y sonrió. – Excelente para las encías que sangran. Sacudió la cabeza. – Un desperdicio tremendo. Debería recibir una billonésima parte de un solo – En los últimos nueve meses he estado trabajando como un perro -dijo Mathieu. – Lo sé. – No podemos disminuirlo más. Es el elemento básico; y es el motivo. – Bueno, no es muy satisfactorio para la mente -recalcó Valenti. – Es posible, pero la satisfacción no es todo. Además no me importa mucho siempre que lo podamos hacer funcionar. A un enfermo no le importa mucho si conocemos o no lo que es el cáncer, siempre que podamos curarlo. – Es demasiado pragmático para mí -dijo Valenti-. El saber es suficiente para la tecnología, no para la ciencia. Valenti era bajo, regordete, tenía una hermosa boca de – ¿Cuántos ejemplares crees que necesitamos? – No creo que necesitemos más experimentos. Ahora pisamos tierra firme. El próximo paso será una planta energética en gran escala, empero significará una ayuda gubernamental total. Aquí está la lista de los dispositivos transformados, incluyendo el conducto de agua. Mathieu miró la lista. – ¡Qué demonios es! -exclamó Mathieu. – Es la idea general -respondió Valenti. Mathieu dejó el catálogo y pronunció unas cuantas palabras fuertes. Luego se sentó y encendió un cigarrillo mirándose los pies. – Un maldito desperdicio de la exhalación -profirió. – Bueno, siempre se le puede sacar la pila para darle mejor utilidad. Se escuchaba un ruido suave y regular que procedía de un rincón. Mathieu miró en esa dirección. La pelotita blancuzca, del tamaño de una nuez, había estado allí saltando durante más de tres años, con rigurosa precisión de altura y de rebote. Pensó en May. – Debo confesar que es bastante extraordinario saber -observó Valenti con satisfacción-, que la pelotita seguirá saltando de la misma manera hasta el fin de los tiempos… Ahora ambos la miraban con afecto. La pelotita se había convertido en una especie de mascota del laboratorio. Había sido el primer logro. Y Valenti quería regalárselo al – Algún día -dijo Valenti-, los estudiantes vendrán a mirarla. Representará la primera salida de la humanidad del pasado prehistórico. Mathieu no sabía qué hacer con May. Sintió una especie de náusea, producida probablemente por el movimiento regular de la pelota. Tenía accesos religiosos nuevamente. Jesucristo, pensó, ¿cuántos miles de años le llevará a la gente desembarazarse del folklore? Actualmente no había nada que se pudiera hacer. May no quería escuchar las explicaciones científicas y continuaba imaginándose cosas. La gente seguirá siempre imaginando cosas. Es imposible convencerla de que allí no hay nada. Absolutamente nada. Sólo materia. Partículas. Energía. – ¿Cómo andan los efectos secundarios? Valenti hizo un gesto. -Casi igual. Parecería que no podemos conseguir la inmunidad. He estado escuchando Beethoven toda la mañana. Mathieu rió. -Creía que alguien tenía la radio encendida. Y bueno, ¿qué importa después de todo? Sólo significa que no necesitarán a Musak en las fábricas. – Sabes -musitó Valenti-, ahora podemos ir a todas las potencias nucleares y presentarles un ultimátum. A menos que destruyan las armas nucleares y consientan el desarme, llevaremos la exhalación ante el pueblo y todos los gobiernos se darán cuenta de lo que significa. – ¡Oh, vamos, nunca lo creerán! Y si lo creen, se volverán locos. Se necesitará un genio para persuadirnos. Una gran figura espiritual en quien puedan confiar totalmente. – De todos modos tenemos que anunciarlo de alguna manera, -sostuvo Valenti-. Con una milésima parte de lo que usamos para un surtidor de agua se puede iluminar toda una manzana de departamentos. Tiene que haber algún modo de vencerlo. No es posible que sea tan resistente. Nada lo es. – Sigue probando. Valenti suspiró. – Tengo cincuenta y tres años. Creo que ya hace tiempo que he pasado el límite. Se supone que los físicos y líos matemáticos, después de los treinta y cuarenta, ya están acabados. La energía creadora, – Según he oído, actualmente están batiendo el record, -dijo Mathieu. Valenti se mostró complacido. "Debería hacer algo con los rizos ondulados", pensó Mathieu. Miró el reloj. Probablemente May ya estaría esperándolo en la calle – Todavía no puedo aceptar la idea de que no podemos fraccionarla -dijo Valenti. – El único método que tengo actualmente es emplear la bomba de hidrógeno como gatillo. ¿Pero qué practicidad puede tener? Valenti rodeó con el brazo el hombro del joven. – Estoy seguro, Marc, de que encontrarás la manera. La encontrarás en el pizarrón, como siempre. Me temo que la capa de Einstein se ha posado sobre tus hombros, – ¿Y los chinos, ¿cómo andan? – Fantásticos -aseguró Valenti-. Fantásticos. Parecería que se han adelantado a todos. Gigantescos avances. He estado hablando con el agregado científico de la embajada. Las plantas experimentales de energía de Fukien son un éxito rotundo. |
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