"La Rana Viajera" - читать интересную книгу автора (Camba_Julio)


Hubo un tiempo en que las catorce puertas de la catedral de Santiago no
se cerraban de dэa ni de noche. Constantemente llegaban peregrinos de
todas las partes del mundo, que, entonces, sєlo eran tres. Venэan persas
con las cabezas tonsuradas; griegos que traэan tatuado en las manos el
signo de la cruz; ingleses, irlandeses, franceses, italianos, eslavos...
Unos, mudos de nacimiento, querэan que el Apєstol les concediese el uso
de la palabra; otros, ciegos, deseaban ver, y muchos sєlo se proponэan
cobrar una herencia, ya que en la Edad Media, para cobrar una herencia
solэa imponerse como condiciєn la peregrinaciєn a Santiago. No faltaban
prэncipes que, en vэsperas de alguna batalla, viniesen a implorar el
auxilio militar del Apєstol contra sus enemigos. Fuera de la catedral,
unos hombres, sentados en cuclillas, iban apilando a su alrededor
monedas de todos los paэses. Eran los cambiantes, padres de nuestros
actuales banqueros. Dentro, los peregrinos, agrupados por
nacionalidades, rezaban y cantaban. Cantaban en sus diversos latines
respectivos y se acompaёaban con sus instrumentos predilectos. Cэtaras,
crєtalos, flautas, gaitas, arpas, salterios, trompetas, liras, todo
sonaba allэ, y el Apєstol hacэa el milagro de armonizarlo. Luego, los
peregrinos se iban a ver las reliquias, guiados por el _lenguajero_, una
especie de intщrprete de hotel, que sabэa decir en varios idiomas
piedra, corona, cuchillo, hacha, sombrero...

Unos peregrinos viajaban a sus expensas; otros venэan implorando la
caridad. La mayorэa llegaban rotos, sucios, mugrientos y enfermos.
Algunas veces se declararon en Santiago epidemias muy serias, y el
Apєstol no daba abasto haciendo milagros. Fue entonces cuando se inventє
el _botafumeiro_, лrey de los incensarios╗, como le llama Vэctor Hugo.
El _botafumeiro_ no fue en sus orэgenes un objeto lit·rgico, sino,
sencillamente, un aparato de desinfecciєn. Lo cargaban con incienso
porque todavэa no existэa el сcido fщnico. Aquellos peregrinos, que
venэan directamente desde el fondo del Asia, tenэan mucha fe, pero olэan
muy mal, y los santiagueses procuraban aislarlos en una nube de
incienso. Si hubieran podido, tambiщn se hubiesen untado las narices con
aceite mentolado, y quizсs hoy, al olor del aceite mentolado, uno se
llenase de evocaciones religiosas y viese, en su imaginaciєn, coros de
сngeles y serafines...

бGrandioso _botafumeiro_! Hoy, que la falta de fe lo mantiene ocioso,
┐por quщ no se piensa el medio de trasladarlo al Congreso? Cuanto mсs
animados fuesen los debates, el _botafumeiro_ girarэa mсs velozmente. Y
en vez de procurarse una entrada o de leer el _Diario de las Sesiones_,
uno se limitarэa a ver, desde fuera, cєmo salэa y se elevaba y se
desvanecэa el humo.




XVI