"La Rana Viajera" - читать интересную книгу автора (Camba_Julio)


Porque no hay duda ninguna: la ruleta tiene mucho mсs щxito que el
paisaje, con ser tan hermoso el paisaje de San Sebastiсn. Poco a poco,
los alrededores de la bella Easo van quedсndose sin clientela. El Casino
les arrebata todos los parroquianos, y este triunfo es tanto mсs
notable, cuanto que, frente al cielo azul, al verde mar, a los bosques
sombrэos, al Sol radiante y a las montaёas augustas y solemnes, la
direcciєn del establecimiento no ha puesto mсs que una esfera giratoria
con 37 n·meros.

Es, como si dijщramos, la bancarrota de la Naturaleza. En honor de la
verdad, sin embargo, conviene advertir que el triunfo del Casino no ha
sido cosa muy fсcil. La Naturaleza ha hecho esfuerzos prodigiosos. A
veces ha organizado dэas esplщndidos, con una temperatura deliciosa y
una luz ideal. Los mсs amigos del Casino sentэan entonces deseos de
pasarse al otro bando. Su conducta anterior respecto a la madre com·n se
les aparecэa de pronto como una injusticia y experimentaban vivos deseos
de rectificarla.

--┐Vamos a encerrarnos en el Casino en un dэa como щste?--exclamaban--.
No, nunca. Serэa una verdadera verg№enza...

Pero despuщs de almorzar, el cielo comenzaba a nublarse. Malas lenguas
afirman que era el Casino quien preparaba los nublados.

--No hay nada imposible para los _croupiers_--sostenэan.

Naturalmente, que ninguna persona razonable puede considerar en serio
semejantes rumores. Lo indudable, sin embargo, es que el cielo se
nublaba. Un descuido de la Naturaleza, un momento de debilidad, бquщ sщ
yo! Entonces millares de personas, hсbilmente diseminadas por los
hoteles y cafщs de San Sebastiсn, prorrumpэan en gritos estentєreos.

--бLa galerna...! бLa galerna...!--vociferaban.

┐Eran alquiladas estas personas? Yo tampoco lo he creэdo nunca; pero lo
cierto es que todos los entusiasmos por la Naturaleza se amortiguaban de
un golpe.

--┐Lo ven ustedes? Si aquэ no se puede salir... No hay mсs remedio que
meterse en el Casino...

El Monte Igueldo, especialmente, tan bonito y tan prєximo a la ciudad,
le hacэa al Casino una concurrencia terrible. Claro que el Casino
hubiese acabado por dominarlo; pero, ┐para quщ perder el tiempo?

--Ya que la montaёa no viene a mэ, yo irщ a la montaёa--pensє la
direcciєn.

Y la direcciєn fue a la montaёa y puso en ella unos caballitos, y ya