"Philip Jose Farmer - Lord Tyger" - читать интересную книгу автора (Farmer Phillip Jose)


Ahora estaba tocando su flauta y temblaba de placer al observar el p├бnico de la aldea. Los hombres
entraban corriendo en sus casas para coger su tocado de guerra, sus lanzas, arcos, flechas y mazas.

Las mujeres de los campos hab├нan dejado caer sus azadas, tomando en brazos a los beb├йs y reuniendo
a los m├бs mayores e inst├бndoles a que fueran tan deprisa como les resultara posible.

Las gallinas de plumaje rojinegro y larga cola estaban aumentando todav├нa m├бs el jaleo, igual que hac├нan
las cabras azules y blancas de fuertes cuernos y los cerdos de color naranja. Las gallinas no paraban de
chillar y correr de un lado para otro. Las cabras lanzaban balidos y trataban de esquivar a los hombres y
mujeres. Los cerdos gru├▒├нan y protestaban. Los hombres gritaban; las mujeres daban alaridos, los ni├▒os
lloraban.

Tibaso, el jefe, y Wuwufa, el que hablaba con los esp├нritus, estaban delante de la Gran Casa. Ten├нan las
narices casi pegadas la una a la otra y se estaban gritando ferozmente mientras sus manos se agitaban en
todas direcciones, igual que una bandada de palomas de las rocas atacadas por un halc├│n.

Pasados unos minutos, doce hombres se presentaron ante Tibaso y Wuwufa. Otros dos hombres
montaban guardia en la plataforma de la pared que dominaba el cuello de la pen├нnsula. Tres ancianos
demasiado d├йbiles como para considerarles guerreros, estaban sentados a la sombra de sus casas. Una
vez los hubo contado Ras supo que fuera del poblado hab├нa seis hombres dedicados a la caza.

Cuatro chicos, todav├нa no lo bastante mayores para haber sido iniciados en la virilidad, estaban sentados
formando un grupo detr├бs de los guerreros y no paraban de agitar sus delgadas lanzas.

Sewatu y Giinado, dos hombres de mediana edad, dejaron sus lanzas en el suelo y entraron en la Gran
Casa. Unos instantes despu├йs salieron de ella tambale├бndose, sosteniendo el trono del Jefe.

Lo depositaron sobre la gran piedra redonda que hab├нa delante de la Casa y los rayos del sol lo hicieron
brillar con un resplandor rojizo. El trono estaba hecho de caoba untada con aceite de palmera, y toda la
madera estaba tallada con los convulsos rostros de los grandes esp├нritus.

Tibaso se cubri├│ su canosa cabellera con un tocado de plumas que hab├нa sido hecho para encajar en el
doble cono de ├йsta. Despu├йs cogi├│ la vara de un metro que Wuwufa sosten├нa en su mano y tom├│ asiento
en el trono. Los dem├бs tambi├йn se hab├нan puesto sus tocados de plumas, lo ├║nico que llevaban aparte de
los faldellines hechos con corteza de ├бrbol. Se pusieron en cuclillas delante del jefe y empezaron a
pintarse las caras unos a otros. Muzutha y Gimibi, dos ancianas, salieron con paso cansino de la Gran
Casa llevando entre ellas una gran marmita de arcilla pintada con s├нmbolos geom├йtricos.

La dejaron junto a Tibaso y luego volvieron a la Casa tan deprisa como pod├нan llevarlas sus envarados
m├║sculos y sus resecas articulaciones.

Los hombres se pusieron en pie y formaron una hilera seg├║n su rango, mirando al jefe. Sewatu llen├│ una
calabaza de cerveza para el jefe y Wuwufa y luego llen├│ otras para los dem├бs hombres, que volvieron a
su posici├│n anterior, en cuclillas, y bebieron de ellas. Despu├йs levantaron la mirada hacia el ├бrbol donde
estaba Ras, pero enseguida apartaron los ojos de el.

Ras, sabiendo que pod├нan verle, sonri├│ y empez├│ a tocar con mas fuerza. A├║n pasar├нa cierto tiempo
antes de que corriera peligro, pues no pod├нan actuar sin haber celebrado primeramente una larga
conferencia..., si es que llegaban a hacer algo. Mientras tanto, ir├нan bebiendo cerveza para que no se les