"Me Muero Por Ir Al Cielo" - читать интересную книгу автора (Flagg Fannie)El testigo presencial 8h 2m de la mañana Más temprano, exactamente a las ocho y dos minutos de la mañana, Tot Whooten, una pelirroja enjuta y nervuda que siempre llevaba sombra de ojos azul pálido por mucho que desde los años setenta estaba pasada de moda, iba camino de su trabajo en el salón de belleza porque debía teñirle el pelo a su clienta Beverly Cortwright y tenía que llegar un poco antes para hacer unas mezclas. Mientras pasaba frente a la casa de Elner Shimfissle, miró casualmente hacia arriba justo en el momento en que su vecina perdía el equilibrio y se caía de una escalera de unos dos metros y medio, con lo que parecían un centenar de avispas zumbando a su alrededor y siguiéndola hasta el suelo. Después de que la pobre Elner aterrizara con un ruido sordo, Tot le chilló «¡Elner, no te muevas!», y se precipitó a los escalones del porche de la otra vecina gritando a voz en cuello: «¡Ruby! ¡Ruby! ¡Sal enseguida! ¡Elner ha vuelto a caerse del árbol!» Ruby Robinson, una mujer diminuta de poco más de metro y medio, cuyas gafas bifocales hacían que sus ojos parecieran el doble de grandes, estaba desayunando, pero en cuanto oyó a Tot se puso en pie de un salto, cogió de la mesa del vestíbulo el pequeño maletín médico de cuero negro y corrió todo lo que pudo. Cuando las dos llegaron al borde del patio, unas veinte avispas enojadas y molestas aún revoloteaban en torno al árbol, y Elner Shimfissle yacía inconsciente en tierra. Ruby buscó inmediatamente en el bolso, sacó el frasco de sales aromáticas y lo abrió de golpe bajo la nariz de Elner mientras Tot relataba lo que acababa de presenciar a los demás vecinos, que empezaban a salir de sus casas y a congregarse alrededor de la higuera. – Iba a trabajar -dijo-, cuando oí un ruido fuerte, un zumbido, fuuu… fuuu… fuuu, así que miré arriba y vi a Elner tirándose hacia atrás desde lo alto de la escalera, y luego… ¡Zas! ¡Pum! Golpeó en el suelo, y menos mal que tiene un buen trasero, porque al caer no dio ninguna voltereta ni nada; se desplomó como una tonelada de ladrillos. Ruby puso enseguida otro frasco de sales bajo la nariz de Elner, pero ésta no volvía en sí. Sin quitar los ojos ni un instante de su paciente, de pronto Ruby comenzó a dar órdenes a gritos. – ¡Que alguien llame a una ambulancia! Merle, trae un par de mantas. Tot, llama a Norma y explícale qué ha pasado. Ruby, que en otro tiempo había sido enfermera jefe en un gran hospital, sabía dar órdenes, y todos se dispersaron e hicieron exactamente lo que ella les había dicho. |
||
|