"La mandolina del capitán Corelli" - читать интересную книгу автора (de Bernières Louis)

2. EL DUCE

Ven aquí. Sí, tú. Ven aquí. Vamos a ver; ¿cuál te parece mi mejor perfil, el derecho o el izquierdo? ¿De veras lo crees así? Yo no estoy tan seguro. Puede que el labio inferior tenga una configuración más bonita del otro lado. Oh, claro, estás de acuerdo. ¿Debo suponer que estás de acuerdo con todo lo que digo? Oh, sí, claro. Entonces ¿cómo quieres que me fíe de tus opiniones? ¿Y si digo que Francia está hecha de baquelita? ¿También es verdad? ¿Estarás de acuerdo? ¿Qué quiere decir sí señor, no señor, no sé señor; qué clase de respuestas son ésas? ¿Eres cretino o algo así? Ve a buscarme unos espejos para que pueda comprobarlo por mí mismo.

Sí, por supuesto que es importante y además muy lógico que la gente pueda percibir en mi persona la apoteosis del ideal italiano. A mí no me pillan en ropa interior. Si a eso vamos, ni siquiera en traje y corbata. Nunca más. No dejaré que me consideren un burócrata, un hombre de negocios; además, este uniforme me sienta bien. Soy la encarnación de Italia, posiblemente más que el propio rey. Te presento a Italia, elegante y marcial, donde todo funciona como un reloj. Italia: inflexible como el acero. Una de las grandes potencias, gracias a mí.

Ah, los espejos. Déjalos ahí. No, idiota, ahí. Sí, ahí. Ahora deja el otro allí. Por el amor de Dios, ¿es que tengo que hacerlo todo yo? Pero ¿qué te pasa hombre? Mmm, creo que prefiero el izquierdo. Inclina ese espejo un poco hacia abajo. Más. Alto. Eso es. Estupendo. Debemos arreglarlo para que el pueblo me vea siempre desde una posición inferior. He de estar siempre más arriba que ellos. Manda a alguien a la ciudad en busca de los mejores balcones. Apúntatelo. Y también anota esto, ahora que aún me acuerdo: Por orden del Duce, que se proceda a una repoblación forestal máxima de todos los montes italianos. ¿Cómo que para qué? Está bien claro, ¿no? A más árboles, más nieve, eso lo sabe todo el mundo. Italia ha de ser un país más frío para que sus hombres sean más duros, elásticos e ingeniosos. Es así de triste, pero es verdad, nuestros jóvenes no son tan buenos soldados como sus padres. Necesitan más frío para ser como los alemanes. Hielo en el espíritu, eso es lo que necesitamos. Te aseguro que el país se ha calentado desde la Gran Guerra. El calor convierte a los hombres en perezosos e incompetentes. No aptos para el imperio. La vida se transforma en una siesta. No me llaman el Dictador Que No Duerme porque sí, yo no me paso la tarde dormitando. Apunta. Ahí va un nuevo eslogan: «Libro e Moschetto-Fascisto Perfetto.» Quiero que la gente entienda que el fascismo no es sólo una revolución social y política, sino también cultural. Cada fascista debe llevar un libro en su mochila, ¿comprendes? No vamos a ser unos incultos. Quiero un club del libro hasta en el pueblo más pequeño, y que a los malditos squadristi no se les ocurra ir a prenderles fuego, ¿está claro?

¿Y qué es eso de que un regimiento de alpini ha desfilado por Verona cantando «Vogliamo la pace e non vogliamo la guerra»? Quiero que se investigue. Nada de tropas de élite marchando por ahí cantando canciones pacifistas/derrotistas cuando aún no estamos en guerra propiamente dicha. Y hablando de alpini, ¿qué es eso de que se lían a puñetazos con los legionarios fascistas? ¿Qué más tengo que hacer para que los militares acepten la milicia? A ver qué te parece este otro eslogan: «La guerra es al hombre lo que la maternidad es a la mujer.» Estarás de acuerdo en que es muy bueno. Un bonito eslogan cargado de virilidad, mucho mejor que «Iglesia, cocina e hijos» toda la semana. Llama a Clara y dile que iré esta noche si puedo escaparme de mi mujer. Qué te parece este otro: «Con osada cautela.» ¿Estás seguro? Yo no recuerdo que Benni lo utilizara en ningún discurso. Debió de ser hace muchos años. Quizá no sea tan bueno, a fin de cuentas.

Anota esto. Quiero que nuestra gente destacada en África entienda de una vez que el así llamado «madamismo» tiene que acabar. No tolero la idea de que hombres italianos funden hogar con mujeres nativas y diluyan la pureza de la sangre. No, las prostitutas nativas me traen sin cuidado. Las sciarmute son indispensables para la moral de nuestros hombres en África. Pero no permitiré amoríos, eso es todo. ¿Qué quieres decir con que Roma fue asimilacionista? Esto ya lo sé, y sé que estamos reconstruyendo el imperio, pero los tiempos han cambiado. Ésta es la era fascista.

Y hablando de negros, ¿has visto mi ejemplar de ese panfleto titulado «Partito e Impero»? Me gusta ese pasaje que dice «En resumen, debemos procurar dar a los italianos una mentalidad racista e imperialista.» Ah, sí, los judíos. Creo que ha quedado perfectamente claro que los judíos italianos han de decidir qué son primero, judíos o italianos. Así de sencillo. No se me escapa que la judería internacional es antifascista. No soy tonto. Sé perfectamente que los sionistas son la herramienta de la política exterior británica. Por lo que a mí respecta, debemos hacer cumplir los cupos de contratación de judíos para cargos públicos; no toleraré ninguna desproporción y me da igual si eso significa que algún pueblo se quede sin alcalde. Debemos estar a la altura de nuestros camaradas alemanes. Sí, sé que al Papa no le gusta, pero tiene demasiado que perder como para jugarse el cuello. Sabe que puedo revocar los pactos lateranenses. Le tengo metido un tridente por el trasero y sabe que se lo puedo dejar hecho una pena. Renuncié al materialismo ateo por el bien de la paz, pero de ahí no paso.

Apunta: quiero la congelación de los salarios para controlar la inflación. Incrementaremos los subsidios familiares en un cincuenta por ciento. No, no creo que lo último elimine los efectos de lo primero. ¿Crees que no entiendo de economía? ¿Cuántas veces he de explicarte, so bobo, que la economía fascista es inmune a las perturbaciones cíclicas del capitalismo? ¿Cómo te atreves a contradecirme y a afirmar que la verdad es lo contrario? ¿Por qué crees que hemos optado por la autarquía durante estos años? Hemos tenido unos problemillas de ajuste, nada más, zuccone, sciocco, so balordo. Envía un telegrama a Farinacci diciendo que lamento que se haya quedado manco, pero qué esperaba si fue a pescar con granadas de mano. Di a la prensa que ha sido resultado de un acto heroico. Que salga un artículo el lunes en Il Regime Fascista, algo como «Dirigente fascista herido en valiente acción contra los etíopes». Eso me recuerda una cosa. ¿Cómo van los experimentos con el gas venenoso que empleamos contra los guerrilleros negros? Espero que los rifiuto se vayan muriendo poco a poco. Agonía máxima. Pour encourager les autres. ¿Y si invadimos Francia? ¿Qué te parece «El fascismo supera los antagonismos de clase»? ¿Ha llegado ya Ciano? He recibido informes de todas las regiones del país diciendo que predomina un abrumador sentimiento antibélico. No lo entiendo. Los industriales, la burguesía, la clase obrera, hasta el ejército, santo Dios. Sí, ya sé que hay una delegación de artistas e intelectuales esperando. ¿Cómo? ¿Que van a darme una condecoración? Hazlos pasar enseguida.

Buenas tardes, caballeros. Debo decir que es para mí un honor recibir esta distinción de algunas de nuestras mentes… más preclaras. Lo llevaré con orgullo. ¿Cómo marcha su nueva novela? Oh, perdone, me he confundido. Pues claro que es usted escultor. Ha sido un lapsus. ¿Una nueva estatua de mí? Espléndido. Milán necesita monumentos, ¿no cree? Déjenme que le recuerde, aunque estoy seguro de que no es necesario, que el fascismo es fundamentalmente y en el fondo una concepción estética, y que su función como creadores de objetos bellos es describir con la mayor eficacia la sublime belleza y la inevitable realidad del ideal fascista. No lo olviden; si las fuerzas armadas son los cojones del fascismo y yo su cerebro, ustedes son su imaginación. Recae sobre ustedes una enorme responsabilidad. Y ahora, si me disculpan, caballeros, asuntos de Estado, ya saben cómo son estas cosas. Tengo una audiencia con su majestad el rey. Cómo no, le transmitiré sus más profundos sentimientos de lealtad. Él no espera menos de ustedes. Buenas tardes.

Bien, ya me he librado de ellos. Es bonita la medalla, ¿no? A lo mejor se la regalo a Clara. Seguro que lo encontrará muy divertido. Ah, ahí viene Ciano. Ya era hora. Habrá estado destrozando algún campo de golf, seguro. Lo considero un juego de lo más estúpido. Lo comprendería si se tratara de darle a un conejo o de interceptar a alguna que otra perdiz. Que yo sepa, los hoyos no se comen.

Ah, Galeazzo, me alegro de verte. Pasa, pasa. Bene, bene. ¿Cómo está mi querida hija? Es estupendo poder tener el gobierno en casa, por así decir, y contar con alguien en quien confiar. ¿Has ido a jugar a golf? Me lo imaginaba. Bonito juego, fascinante, un verdadero reto, tanto físico como intelectual. Ojalá tuviera tiempo para practicarlo. Yo es que me pierdo cuando se empieza a hablar de irons, cleeks y putters. Un verdadero misterio eleusino. «Eleusino», eso he dicho. Bueno, déjalo estar. Magnífico traje llevas. Qué buen corte. Y los zapatos, muy elegantes también. ¿Que se llaman «George boots»? Me extraña. No son ingleses, ¿verdad? Yo me conformo con unas genuinas botas militares; no puedo competir contigo en elegancia, Galeazzo, soy el primero en admitirlo. Soy mucho más terrenal, y no se puede ser nada mejor cuando la tierra resulta ser la italiana, ¿no estás de acuerdo?

Bueno, mira, hemos de solucionar esto de los griegos de una vez por todas. Convendrás conmigo en que después de todos nuestros logros necesitamos una nueva dirección. Piénsalo, Galeazzo; cuando yo era periodista Italia no tenía un imperio del que hablar. Ahora que soy el Duce sí lo tenemos. Es un gran legado, de eso no cabe duda. Siempre hay más ovaciones para una sinfonía que para un cuarteto. Pero ¿podemos detenernos en África y en un puñado de islas de las que nadie ha oído hablar? ¿Podemos dormirnos en nuestros laureles cuando no dejan de producirse disensiones en el partido y descubrimos que nuestra política no cuenta con un respaldo fuerte? Tenemos que dinamitar el trasero de la nación, ¿no es cierto? Necesitamos una gran empresa unificadora. Necesitamos un enemigo y mantener el ímpetu imperial. Por eso vuelvo al asunto de los griegos.

He estado examinando los archivos. En primer lugar tenemos una mancha histórica que borrar. Me estoy refiriendo al incidente Tellini de 1923. Por cierto, mi querido conde, estoy al corriente de que has estado haciendo política exterior a espaldas mías y que, en consecuencia, a menudo nos encontramos tirando en direcciones opuestas de la cuerda. No, no protestes, lo menciono como algo simplemente desagradable. Nuestro embajador en Atenas está muy confuso y puede que nos interese que continúe así. No quiero que Grazzi vaya dándole pistas a Metaxas, y nos conviene que sigan siendo buenos amigos. Aquí no ha pasado nada; hemos ocupado Albania y he escrito a Metaxas para tranquilizarle y alabar el tratamiento que ha dado al rey Zogu. Sí, sé que los ingleses se han puesto en contacto con Metaxas para decirle que los albaneses defenderán Grecia en caso de invasión. Sí, sé que Hitler quiere a Grecia en el Eje, pero, pregunto, ¿qué deuda tenemos con Hitler? Pone a toda Europa patas arriba, su codicia y su irresponsabilidad parecen ilimitadas, y para colmo se apropia de los yacimientos de petróleo rumanos sin dejarnos ni una tajada del pastel. Tendrá cara… ¿Quién se ha creído que es? Me temo, Galeazzo, que debemos basar nuestras acciones en un cálculo de probabilidades; ver de qué lado caen los dados. Y he de decir que resulta obvio que Hitler tiene todos los seis. O nos unimos a él y nos repartimos el botín, o nos arriesgamos a que nos invadan desde Austria tan pronto ese poca cosa lo tenga a bien. Es cuestión de aprovechar las oportunidades y eludir los peligros. Y también de ensanchar el imperio. Hay que seguir fomentando los movimientos de liberación en Kosovo y el irredentismo en Tsamouria. Tenemos Yugoslavia y tenemos Grecia: Imagínate, Galeazzo, todo el litoral mediterráneo convertido en un nuevo Imperio Romano. Tenemos Libia, sólo nos resta unir los puntitos. Hemos de hacerlo sin decírselo a Hitler; me he enterado de que los griegos le han pedido garantías. Figúrate la impresión que se llevará el Führer cuando nos vea arrasar Grecia en cuestión de días. Seguro que se lo pensará dos veces. Imagínate al frente de una legión fascista entrando en Atenas en la torreta de un tanque. Imagina nuestra bandera ondeando en el Partenón.

¿Recuerdas el plan Guzzoni, lo de las dieciocho divisiones y un año de preparación? Y que entonces dije «Grecia no está en nuestro camino y yo no quiero nada de Grecia» y luego le dije a Guzzoni: «La guerra con Grecia se acabó. Grecia es un hueso sin chicha y no vale la vida de un granadero sardo?» Pues bien, las cosas han cambiado, Galeazzo. Aquello lo dije porque quería tener Yugoslavia. Pero ¿por qué no las dos? ¿Quién dice que necesitamos un año de preparativos? Un general imbécil y anticuado, quién va a ser. Con nuestra cohorte de legionarios podríamos invadir en una semana. No hay en el mundo soldados tan dispuestos y valientes como los nuestros.

Los británicos nos están provocando. No hablo de De Vecchi y sus desvaríos. A propósito. De Vecchi te dijo que los británicos habían atacado un submarino en Levkas y dos en Zenta, y que tenían una base en Milos. El informe del capitán Moris dice que nada de eso ha sucedido. Ante todo debes recordar que De Vecchi es un lunático y un megalómano, y un día de éstos, cuando me acuerde, le colgaré de su abundante bigote y le arrancaré los testículos sin anestesia. Menos mal que está en el Egeo y no aquí, si no estaría hasta el gorro de sus tonterías. Ese hombre es capaz de enturbiar todo el mar Egeo.

Pero los británicos sí han hundido el Colleoni, y los griegos van y dejan que los barcos británicos entren a puerto. ¿Qué quieres decir con que nosotros bombardeamos accidentalmente un buque de abastecimiento y un destructor griegos? ¿Accidentalmente? Bueno, da igual, menos barcos que hundir después. Grazzi dice que en Grecia no hay ninguna base británica, pero se lo pasaremos por alto, ¿o no? Decir que sí hay bases no es nada malo, lo importante es que hemos conseguido que Metaxas se acojone. Confío en que este informe tuyo de que los generales griegos están con nosotros sea de fiar; si es cierto, ¿cómo es que han arrestado a Platis? ¿Y dónde ha ido a parar todo el dinero con que se suponía íbamos a sobornar a los oficiales? Son millones, una bonita suma que habría sido mejor emplear en comprar rifles. ¿Estás seguro de que la población del Epiro quiere ser albanesa? ¿Cómo lo sabes? Ah, ya, el servicio de inteligencia. Por cierto, he decidido no preguntar a los búlgaros si quieren invadir al mismo tiempo. Naturalmente que nos facilitaría las cosas, pero de todos modos va a ser un paseo, y si los búlgaros consiguen un pasillo hasta el mar eso sólo servirá para cortar nuestras propias líneas de abastecimiento y comunicaciones, ¿no crees? En ningún caso queremos que disfruten de una victoria que de hecho nos pertenece.

Quiero que te encargues de organizar algunos ataques contra nuestras fuerzas. Esta campaña requiere legitimización por razones de política internacional. No, los americanos no me preocupan; América carece de importancia militar. Pero recuerda: invadiremos cuando queramos, ni antes ni después. No quiero ningún casus belli que nos comprometa antes de estar listos. Avanti piano, quasi indietro. Creo que deberíamos escoger a un patriota albano para asesinarlo y luego culpar a los griegos, y creo que deberíamos hundir algún buque de guerra griego de manera que esté claro que lo hemos hecho nosotros, pero no tan claro como para no poder cargar el mochuelo a los británicos. Se trata de intimidar a los griegos para debilitarlos moralmente.

A propósito, Galeazzo, he decidido desmovilizar el ejército justo antes de la invasión. ¿Cómo que te parece una idea perversa? Se trata de conseguir que los griegos bajen la guardia y de mantener una apariencia de normalidad. Piénsalo bien, Galeazzo, sería una maniobra perfecta. Dejamos que los griegos suspiren de alivio y luego los derribamos de un mazazo.

He hablado con los jefes de estado mayor, mi querido conde, y les he pedido que redacten planes para la invasión de Córcega y las islas jónicas, y para nuevas campañas en Tunicia. Estoy seguro de que podemos hacerlo. Ellos siempre se quejan de la falta de transporte, de modo que he ordenado que la infantería se entrene en marchas de ochenta kilómetros diarios. Hay un pequeño problema con la Fuerza Aérea; está acartonada en Bélgica; supongo que habrá que hacer algo un día de éstos. Recuérdamelo. He de hablar de ello con Pricolo; no puede ser que el jefe de la Fuerza Aérea sea el único que no sabe qué está pasando. El secreto militar tiene sus límites. Los jefes de estado mayor se me resisten. Badoglio me mira como si yo estuviera chiflado. Algún día se topará con la mismísima Némesis y creerá que soy yo. Por ahí no paso. Considero que deberíamos tomar Creta también, para que no se cuelen los británicos.

Jacomoni me ha telegrafiado a propósito de los griegos; dice que va a haber muchos traidores entre sus filas, que los griegos odian a Metaxas y al rey, que son muy pesimistas y que están pensando en abandonar Tsamouria. Parece que Dios está con nosotros. Habrá que hacer algo sobre eso de que tanto su majestad como yo seamos primer mariscal del reino; uno no puede vivir entre semejantes anomalías. Por cierto, Prasca me ha telegrafiado para informar que no necesita refuerzos para la invasión, entonces ¿por qué todo el mundo me dice que sin refuerzos no lo lograremos? Eso es falta de agallas. No hay experto más iluso que un experto militar, lo sé por experiencia. Parecería que tengo que hacer yo su trabajo. No hacen más que lamentarse de la escasez de esto y aquello. ¿Cómo es que se han esfumado todos los fondos de previsión? Quiero que se investigue.

Déjame recordarte, Galeazzo, que Hitler se opone a esta guerra porque Grecia es un estado totalitario que por lógica debería estar de nuestra parte. O sea que no le digas nada. Le enseñaremos lo que es una bilitzkrieg de verdad, ya verás cómo le corroe la envidia. Y me da igual si luego intervienen los británicos. Los aplastaremos también.

¿QUIÉN HA DEJADO ENTRAR A ESE GATO? ¿DESDE CUÁNDO HAY UN GATO EN PALACIO? ¿ES ÉSE EL GATO QUE SE HA CAGADO EN MI CASCO? YA SABES QUE NO SOPORTO LOS GATOS. ¿CÓMO QUE ASÍ AHORRAMOS EN RATONERAS? NO ME DIGAS CUÁNDO DEBO UTILIZAR MI REVÓLVER EN CASA. APARTA O TE METO UNA BALA A TI TAMBIÉN. Dios mío, me da náuseas. Soy muy sensible, Galeazzo, tengo temperamento artístico; no debería mirar todo ese revoltijo de sangre. Haz que lo limpie alguien, no me encuentro bien. ¿Qué quieres decir con que aún no está muerto? Sácalo de aquí y retuércele el pescuezo. NO, NO QUIERO HACERLO YO MISMO. ¿Acaso crees que soy un bárbaro? Santo Dios. Dame el casco, rápido, necesito vomitar.

Deshazte de éste y búscame un casco nuevo. Iré a tumbarme un poco, ya hace rato que debe de haber pasado la hora de la siesta.