"El Hombre Evanescente" - читать интересную книгу автора (Deaver Jeffery)Capítulo 8 – Lincoln, te presento a Kara. Rhyme supo que habían advertido a la joven; aun así, ésta parpadeó sorprendida y le miró con La Mirada. Con ésa que él tan bien conocía. Acompañada de La Sonrisa. Era la típica mirada de «no le mires el cuerpo», acompañada de la sonrisa «¡ah! así que eres minusválido; ¡pues no me había dado cuenta!». Y Rhyme sabía que ella estaría contando los minutos para perderle de vista. La joven, con aspecto de duendecillo, siguió avanzando por el laboratorio de la casa de Rhyme. – Hola, encantada de conocerle. -Tenía los ojos clavados en los de él. Al menos la chica no había hecho ademán de inclinarse para darle la mano, para acto seguido tener que retroceder espantada al darse cuenta de que acababa de meter la pata. Vale, Kara, no te preocupes. En cuanto le digas a este tullido lo que tengas que decirle podrás marcharte y así le perderás de vista. Rhyme le ofreció una sonrisa superficial que se correspondía centímetro a centímetro con la de ella, y le comunicó lo encantado que estaba también él de conocerla. Lo cual no era, al menos desde el punto de vista profesional, en absoluto sardónico: Kara era el único punto de conexión que habían logrado con los magos; ninguno de los empleados del resto de las tiendas de magia les había resultado de ayuda, y todos tenían coartadas para la hora del crimen. Le presentaron a Lon Sellitto y Mel Cooper. Thom hizo un gesto con la cabeza seguido de una de las cosas por las que era conocido, lo aprobara Rhyme o no: le ofreció algo de beber. – No somos las hermanitas de la caridad, Thom -susurró Rhyme. Kara dijo que no, que no quería nada, pero Thom dijo que sí, que insistía. – ¿Un café, quizá? -preguntó ella. – Marchando. – Solo. Con azúcar. ¿Puede ser con dos terrones? – En realidad nosotros… -empezó a decir Rhyme. – Muy bien: para todos los presentes -anunció el ayudante-. Haré una cafetera. Y traeré también rosquillas. – ¿Rosquillas? -preguntó Sellitto. – Podrías abrir un restaurante en tus ratos libres -le espetó Rhyme a su ayudante-. Así te sacarías esa espinita. – ¿Qué tiempo libre? -fue la rápida respuesta que se le ocurrió al estilizado y rubio joven. Se fue hacia la cocina. – La oficial Sachs -continúo Rhyme, dirigiéndose a Kara- nos ha dicho que tienes información que crees que puede ayudarnos. – Eso espero. -Otro detenido escrutinio de la cara de Rhyme. Otra vez La Mirada, esta vez más cerca. «¡Oh! Por el amor de Dios, di algo. Pregúntame cómo pasó, pregúntame si me duele, pregúntame qué se siente al orinar por un tubo.» – ¡Escuchad! ¿Cómo vamos a llamarle? -Sellitto dio unos golpes en la pizarra donde estaban escritas las pruebas. Hasta que no conocían la identidad del autor del crimen, muchos policías ponían motes a los sospechosos, o «sujetos desconocidos»-. ¿Qué os parece «El Mago»? – No; eso es demasiado insulso -dijo Rhyme mirando las fotografías de la víctima-. ¿Qué tal «El Prestidigitador»? -propuso, sorprendido de su propio acierto. – A mí me parece que funciona. Con una letra que distaba mucho de la elegancia que tenía la de Thom, el detective escribió las palabras en lo alto de la pizarra. – Pues a ver si podemos hacer un conjuro para que aparezca -dijo Rhyme. – Cuéntales lo de «El hombre evanescente» -le dijo Sachs a Kara. La joven se frotaba la mano contra el pelo de muchacho que llevaba, mientras describía un truco de ilusionista que sonaba casi idéntico a lo que El Prestidigitador había hecho en la Escuela de Música. Pero al final añadió el descorazonador comentario de que la mayoría de los ilusionistas sabían hacerlo. – Danos alguna idea sobre cómo se hacen los trucos -le pidió Rhyme-. Las técnicas. Así sabremos qué esperar de él si intenta hacer lo mismo con otra persona. – ¿Me está pidiendo que descubra el pastel? – ¿Que descubras el pastel? – Sí -dijo Kara, y pasó a explicarlo-. Miren, todos los trucos de magia se componen de un efecto y un método. El efecto es lo que ve el público; ya saben: la chica que levita, las monedas que caen y traspasan una mesa maciza… El método es el mecanismo que emplea el mago: mantener a la chica suspendida de unos cables, sujetar las monedas en la palma de la mano y dejar caer otras idénticas que hay en un agujero perforado en la mesa. Efecto y método, reflexionó Rhyme. Es como lo que yo hago: el efecto es atrapar al criminal cuando parece que es imposible. El método es la ciencia y la lógica que empleamos para hacerlo. – Descubrir el pastel -continuó Kara- significa revelar el secreto de un truco. Como acabo de hacer al explicarles en qué consiste «El hombre evanescente». Es una cuestión delicada; el señor Balzac, mi mentor, critica siempre a los magos que revelan el truco ante el público y cuentan los métodos de otros. Thom entró en la habitación con una bandeja. Sirvió café a los que se lo habían pedido. Kara se echó azúcar y se apresuró a darle un trago, aunque para Rhyme parecía estar aún demasiado caliente. El criminalista le echó una mirada al whisky de malta Macallan de dieciocho años que había en un estante al otro lado de la habitación. A Thom no le pasó inadvertido ese gesto así que le dijo: – Es media mañana; ni se te pase por la cabeza. La misma mirada de concupiscencia lanzó Sellitto a las rosquillas. Se permitió sólo media. Y sin crema de queso. Parecía sufrir con cada bocado. Repasaron todas y cada una de las pruebas con Kara, que las estudió con atención y les ofreció su descorazonadora opinión de que había cientos de fuentes para la mayoría de los puntos. La cuerda era de un tipo especial utilizado en trucos de magia, que cambiaba de color y que se vendía en F. A. O. Schwarz [7] y en cualquier tienda de magia del país. El nudo era uno de los que empleaba Houdini en los números en los que su intención era cortar la cuerda para escapar; era prácticamente imposible de desatar para un artista amarrado. – Incluso sin las esposas -dijo Kara con suavidad-, esa chica no tenía ninguna posibilidad de huir. – ¿Es raro? El nudo, quiero decir. Kara les explicó que no, que cualquiera que tuviera unos conocimientos básicos de los números de Houdini lo conocía. El aceite de ricino en el maquillaje, continuó Kara, significaba que el asesino empleaba cosméticos teatrales muy realistas y duraderos, y era probable que el látex procediera, como había sospechado Rhyme, de las fundas falsas para los dedos, herramientas muy habituales también entre los magos. La fibra de alginato, insinuó Kara, no se debía a la labor de un dentista, sino que se utilizaba para hacer moldes de látex, probablemente para los dedos falsos o para el gorro que había hecho parecer calvo al conserje. La tinta indeleble era algo en realidad bastante novedoso, aunque ciertos ilusionistas la usaban en algunos números. Sólo había un par de cosas que se salían de lo corriente, explicó Kara: por ejemplo, la placa de circuitos (que era un – ¿Y qué nos dices de su huida? -preguntó Sellitto-. ¿Y de que se cambiara de ropa tan deprisa para vestirse de conserje? – Se llama «magia proteica» -dijo Kara-. Transformismo. Es una de las cosas que llevo años estudiando. En mi caso, sólo es una parte de mi repertorio, pero hay gente que se dedica exclusivamente a eso. Puede resultar asombroso; hace algunos años vi a Arturo Brachetti, que llegaba a cambiarse tres o cuatro docenas de veces en una sola función, y a veces en menos de tres segundos. – ¿Tres segundos? – Sí. Además, los verdaderos transformistas no se limitan a cambiarse de ropa. También son actores. Caminan de forma diferente, tienen una forma de estar distinta, hablan de otra manera. Lo que hacen es prepararlo todo de antemano. La ropa está hecha de piezas que se sujetan con tiras de velero. El transformismo consiste sobre todo en quitarse la ropa con la mayor rapidez. Y los tejidos suelen ser de nylon o de seda, muy finos, para así poder llevar varias prendas superpuestas. Hay veces en que yo llevo cinco trajes debajo del que ve el público. – ¿Seda? -preguntó Rhyme-. Nosotros hemos encontrado fibras de seda gris. Las oficiales que estuvieron en la escena del crimen dijeron que el conserje llevaba un uniforme gris. Las fibras estaban desgastadas, como con un acabado mate. – Así que no brillaban, sino que tenían el aspecto de ser algodón o lino… -dijo Kara asintiendo con la cabeza-. También utilizamos sombreros, paraguas y maletas plegables, fundas para cubrir los zapatos…, todo tipo de accesorios que podamos esconder en nuestro propio cuerpo. Y pelucas, por supuesto. Para hacer que cambie la cara, lo más importante son las cejas. Si se cambian las cejas, la cara es diferente en un sesenta o setenta por ciento. Y también se pueden añadir algunas prótesis, nosotros los llamamos «postizos»: tiras y piezas de relleno de látex que se pegan con un adhesivo especial. Los transformistas estudian los rasgos faciales básicos de distintas etnias, así como los de los géneros. Un buen artista proteico conoce las proporciones de la cara de una mujer y las de un hombre, y puede aparentar un cambio de sexo en cuestión de segundos. Nosotros estudiamos las reacciones psicológicas ante las caras y las posturas, de manera que podemos convertirnos en alguien guapo o feo, aterrador, simpático o desvalido…, en lo que sea. La parte oculta de la magia le resultaba interesante a Rhyme, pero lo que él quería eran datos más específicos. – ¿Hay algo en concreto que puedas decirnos que nos ayude a encontrarle? Kara negó con la cabeza. – No se me ocurre nada que les lleve a un establecimiento en particular ni a ningún otro sitio. Lo que sí puedo es ofrecerle mi impresión general. – Adelante. – Bueno, el hecho de que el criminal utilizara una cuerda de color cambiante y dedos falsos me hace pensar que está familiarizado con la prestidigitación. Eso significa que debe de ser bueno robando carteras, escondiendo armas o cuchillos y cosas por el estilo…, como quitarle las llaves a la gente, o los carnés de identidad. También conoce el transformismo, y está claro que eso les va a plantear a ustedes un problema. Pero, lo más importante es que el número de «El hombre evanescente», las mechas y los petardos, la tinta indeleble, la seda negra…, todo eso me hace pensar que es un ilusionista con formación clásica. Kara explicó la diferencia entre un prestidigitador y un verdadero ilusionista, en cuyos números participaban personas u objetos grandes. – ¿Y qué importancia tiene eso para nosotros? – Les conviene saber que la ilusión es algo más que una simple técnica física. Los ilusionistas estudian la psicología de los espectadores y elaboran actuaciones completas para engañarles; no sólo a sus ojos, sino también a sus mentes. Lo que pretenden no es hacer reír al público con la desaparición de una moneda, sino hacerles creer de veras que todo lo que ven y creen es de una manera, cuando en realidad es lo contrario. Hay una cosa que deben recordar en todo momento y no olvidarse de ella nunca. – ¿Qué? -preguntó Rhyme. – Lo que se conoce como – ¿Te refieres a cosas como despistar o distraer al público? -preguntó Sellitto. – En parte sí. Sachs dio un ligero respingo al mirar hacia abajo y comprobar que, no cabía la menor duda, Kara había levantado con los dedos su Glock, sacándola en parte de la pistolera. – ¡Cuidado con eso! -dijo Sachs volviendo a colocar el arma en su funda. – Y ahora, miren aquel rincón. -Kara señaló de nuevo con la mano derecha, aunque esta vez tanto Rhyme como el resto de las personas que había en la habitación miraron, como era lógico, a la mano izquierda de Kara. – ¿No han perdido de vista mi mano izquierda, verdad? -rió-. Pero no han estado pendientes de mi pie, con el que he empujado esa cosa blanca que hay detrás de la mesa. – Es una cuña -dijo Rhyme mordaz, irritado porque le habían vuelto a engañar, aunque sentía que se había apuntado uno o dos tantos al mencionar la naturaleza tan poco delicada del objeto que ella había empujado. – ¿De verdad? -preguntó Kara imperturbable-. Bueno, no sólo es una cuña; también es una desorientación. Porque mientras la estaban mirando hace un instante, yo he cogido esto con la otra mano. Aquí está…, ¿es algo importante? -Le devolvió a Sachs un bote Mace, un aerosol para defensa personal. La agente frunció el ceño y se miró el cinturón del uniforme para comprobar si le faltaba algo más mientras volvía a colocarse el bote. – Bien, pues esa Kara prosiguió. – En cuanto haces algo sin naturalidad, el público no te quita ojo. Veamos: si digo que voy a leerles el pensamiento, hago lo siguiente. -Kara puso las manos en las sienes de Sachs y le cerró los ojos unos momentos. Se apartó un poco de ella y acto seguido le devolvió el pendiente que acababa de quitarle de la oreja izquierda. – No he sentido nada. – Pero el público sabría inmediatamente cómo lo he hecho, ya que no es natural tocar a alguien mientras estás haciendo que le lees la mente (algo en lo que la gente no cree, de todas maneras). Pero si yo anuncio que el truco consiste en parte en que yo pronuncie una palabra tan bajo que nadie más pueda oírla… -Se acercó al oído de Sachs, tapándose la boca con su mano derecha-. ¿Ven? Este gesto es natural. – No has podido hacerte con el otro pendiente -dijo Sachs riendo; se había tapado la oreja con una mano cuando vio a Kara aproximarse a ella. – Pero he hecho desaparecer tu collar. Ya no está. Incluso Rhyme no pudo evitar sentirse impresionado, y divertido, al ver a Sachs palparse el cuello y el escote, sonriendo, aunque algo inquieta por no dejar de perder alhajas. Sellitto se reía como si fuera un niño, y Mel Cooper dejó de ocuparse de las pruebas para ver el espectáculo. La oficial miró a su alrededor para ver si encontraba el collar, y después miró a Kara, que le ofreció su mano derecha, vacía. – Ha desaparecido -repitió. – Pero… -apuntó Rhyme desconfiado-. Lo que sí he notado es que tienes el puño de la mano izquierda cerrado y detrás de la espalda. Lo cual es, por cierto, una postura bastante poco natural. Así que me figuro que el collar está ahí. – ¡Ah! Es usted bueno… -dijo Kara, y después se rió-. Aunque no para observar movimientos, me temo. -Abrió la mano izquierda y estaba vacía, como la otra. Rhyme frunció el ceño. – ¿Mantener el puño cerrado y fuera de la vista? Ésa fue la Sachs se metió la mano en el bolsillo y sacó la cadena. Cooper aplaudió. Rhyme emitió un gruñido entre dientes, aunque reflejaba que estaba impresionado. Kara señaló con la cabeza la pizarra con las pruebas. – Entonces, eso es lo que el asesino va a hacer. Desorientación. Ustedes se creerán que han averiguado lo que se trae entre manos, pero eso ya está en sus planes. Como acabo de hacer yo, él conseguirá que sus sospechas, y su inteligencia, se vuelvan contra ustedes. De hecho, necesita sus sospechas y su inteligencia para que funcionen sus trucos. El señor Balzac dice que los mejores ilusionistas presentan el truco tan bien que pueden aludir directamente al método que están empleando, a lo que van a hacer de verdad. Pero la gente no les cree y miran hacia el lado opuesto. Cuando pasa eso, ya está: tú has perdido y ellos han ganado. -La alusión a su mentor pareció perturbarla; miró al reloj y esbozó una ligera sonrisa-. Ahora sí que he de irme. Ya ha pasado mucho tiempo desde que me fui. Sachs le dio las gracias, y Sellitto dijo: – Pediré un coche para que te lleven a la tienda. – Será mejor que me dejen Sachs asintió con la cabeza. – Lo han montado justo al otro lado de la calle, en Central Park. El parque era el lugar donde en primavera y verano solían celebrarse grandes conciertos al aire libre y otros espectáculos. Rhyme y Sachs habían «asistido» en una ocasión a un concierto de Paul Simón… desde la ventana del dormitorio del criminalista. – ¡Ah!, ya veo -dijo burlón Rhyme-. Entonces, ¿de ahí venía esa espantosa música que ha estado sonando toda la noche? – ¿No te gusta el circo? -preguntó Sellitto. – Desde luego que no me gusta el circo -le espetó-. ¿Cómo va a gustarme? Comida mala, payasos, acróbatas que se juegan la vida delante de tus niños… Pero -se volvió hacia Kara-, es una buena idea. Gracias… Aunque se nos tenía que haber ocurrido a alguno de nosotros -dijo mordaz, mirando al resto del equipo. Rhyme miró la fea bandolera blanca y negra de Kara. Huía de él, escapaba hacia un mundo sin lisiados y se llevaba con ella La Mirada y La Sonrisa. Kara se detuvo un momento ante la pizarra donde estaban escritas las pruebas, con una sombra en el azul intenso de sus ojos, y luego continuó hacia la puerta. – Espera -le dijo Rhyme. Ella se volvió. – Me gustaría que te quedaras. – ¿Cómo? – Que trabajaras con nosotros en este caso. Al menos hoy. Podrías ir con Lon o con Amelia a hablar con la gente del circo. Así, es posible que descubramos más pruebas sobre magia. – ¡Uy, no! De verdad, no puedo. Bastante me ha costado escaparme ahora; no puedo quedarme más. – Nos podrías ser de gran ayuda. Con un tipo así, lo único que hemos hecho es arañar la superficie -insistió Rhyme. – Ya has visto al señor Balzac -le dijo Kara a Sachs. – Linc, ya sabes… -intervino Sellitto, inquieto-. No conviene que haya muchos civiles en un caso. Hay normas al respecto. – ¿No utilizaste tú a una vidente en una ocasión? -preguntó Rhyme con sequedad. – ¡Y un cuerno! No fui yo, fue alguien de la sede central. – Y también tuviste un perro rastreador y… – ¡Eso, sigue refiriéndote a mí! Pues no, yo no contrato a civiles. Salvo a ti, y con eso, ya me meto bastante en la mierda. – Bueno, siendo policía, uno nunca toca fondo en esa mierda, Lon. -Miró a Kara-. Por favor, es muy importante. La joven dudó. – ¿De verdad creen que va a matar a otra persona? – Sí, así es. Asintiendo finalmente, la muchacha dijo: – En fin, si me despide, al menos será por una causa justa. -Acto seguido se echó a reír-. ¿Sabe que Robert-Houdin hizo lo mismo? – ¿Quién es ése? – Un famoso ilusionista y mago francés. Él también ayudó a la policía; bueno, al ejército francés. No recuerdo exactamente la fecha, pero hacia 1880, los marabutos, unos extremistas argelinos, estaban intentando que las tribus locales se levantaran contra los franceses y, como decían que tenían poderes mágicos, el gobierno francés envió a Houdin a Argelia para librar una especie de duelo mágico. Para que mostrara a las tribus que la magia de los franceses era mejor, ya saben, que tenían más poder. Y funcionó. Los trucos de Robert-Houdin eran mucho mejores que los de los marabutos -frunció el ceño-; aunque creo recordar que casi le matan. – No te preocupes -la tranquilizó Sachs-. Ya me ocuparé yo de que a ti no te pase eso. Entonces Kara observó la pizarra con las pruebas. – ¿Hacen esto con todos los casos? ¿Poner por escrito todas las pistas y todo lo que saben? – Exacto -confirmó Sachs. – Pues aquí tienen una idea: la mayoría de los magos se especializan en algo. El Prestidigitador parece un transformista y también un ilusionista de primera. No es lo habitual. Vamos a escribir las técnicas que utiliza. Tal vez eso ayude a reducir el número de sospechosos. – Bien -dijo Sellitto-. Un perfil; me parece bien. La joven hizo una mueca. – Y yo tengo que encontrar a alguien que me sustituya en la tienda. El señor Balzac pensaba salir con ese amigo suyo… ¡Madre mía! No le va a gustar en absoluto que yo no vaya… -Recorrió la mirada por la habitación-. ¿Puedo usar un teléfono, uno de esos, ya sabes, especiales? – ¿Especiales? -preguntó Thom. – Sí, que pueda hablar en privado, para que así nadie me oiga mentir al jefe. – ¡Ah! EL PRESTIDIGITADOR § Descripción del criminal: Pelo castaño, barba postiza, sin rasgos distintivos especiales, complexión mediana, altura media, edad aproximada 50 años. Dedos anular y meñique de mano izquierda unidos. Cambió de atuendo rápidamente para hacerse pasar por conserje viejo y calvo. § Sin móvil aparente. § Victima: Svetlana Rasnikov. s Estudiante de música a tiempo completo. s Contactando con familiares, amigos, alumnos y compañeros de trabajo para encontrar posibles pistas. ~ No tiene novio ni se le conocen enemigos. Actúa en fiestas de cumpleaños infantiles. § Placa de circuitos con un altavoz conectado. s Enviado al laboratorio del FBI, NY. ~ Grabadora digital, probablemente contiene la voz del criminal. Destruidos todos los datos. ~ La grabadora de voz es un § Utilizó esposas de hierro antiguas para sujetar a la víctima. s Las esposas son Darby. Scotland Yard. Se están comprobando en el Museo Houdini de Nueva Orleans, en busca de pistas. § Reloj de víctima destrozado. Marca las 8.00 horas exactamente. § Cuerdas de algodón sujetando sillas. Sin marca. s Demasiadas fuentes para averiguar su procedencia. § Petardo para crear efecto de disparo de arma. Destruido. s Demasiadas fuentes para averiguar procedencia. § Mecha. Sin marca. s Demasiadas fuentes para averiguar procedencia. § Las oficiales que respondieron a la emergencia informaron de que hubo un destello de luz. No se ha recuperado ningún resto de material. s Se trataba de algodón o papel flash. ~ Demasiadas fuentes para averiguar procedencia. § Zapatos del criminal: marca Ecco, talla 43. § Fibras de seda, teñidas de gris con un acabado mate. s Procedentes del atuendo de conserje, al que se cambió rápidamente. § Autor del crimen lleva probablemente peluca color castaño. § Nogal rojo y liquen Parmelia compersa, ambos se encuentran sobre todo en Central Park. § Polvo impregnado con aceite mineral poco común. Enviado al FBI para analizar. § Seda negra, de unos 180 x 120 cm. Utilizada como camuflaje. No se puede averiguar procedencia. s Los ilusionistas la utilizan con frecuencia. § Lleva fundas en los dedos para no dejar huellas. s Dedos falsos propios de mago. § Restos de látex, aceite de ricino, maquillaje. s Maquillaje teatral. § Restos de alginato. s Utilizado en postizos moldeados en látex. § Arma del asesino: cuerda tejida en seda blanca con un núcleo de seda negra. s La cuerda se usa en trucos de magia. Cambia de color. No se puede averiguar procedencia. § Nudo no corriente. s Enviado a FBI y a Museo Marítimo (sin información). s Nudos de los números de Houdini, prácticamente imposibles de desatar. § Utilizó tinta indeleble para firmar registro de entrada. § El criminal utilizará la técnica de la desorientación (desvío de la atención) contra las víctimas y para librarse de la policía. s Desorientación física (para distraer). s Desorientación psicológica (para borrar sospechas). § La huida de la Escuela de Música es parecida a un truco llamado «El hombre evanescente». Demasiado corriente para averiguar procedencia. § El criminal es principalmente un ilusionista. § Tiene talento para la prestidigitación. § Conoce también la magia proteica (transformismo). Utiliza ropa hecha de piezas independientes, de nylon y seda; gorro que parece una calva; fundas para los dedos y otros elementos de látex. Puede ser de cualquier edad, género o raza. |
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